CALLE DE AGUA
Mi calle es un charco enorme,
un destiempo de azules diferentes
donde navegan a la deriva
mis ayeres, mi bata de colegiala,
mis pinceles, mi postre de membrillo
y mi poema inacabado.
Donde vas tú y mi renuncia de ti,
la sombra de mi sombra
y la luz que encandiló perfiles de mi tiempo.
Y tus caricias,
a las que mi piel no se desacostumbra.
Huele a distancia esta calle,
a sal que herrumbra recuerdos,
a adioses imprevistos,
a estaciones invertidas,
a besos interrumpidos,
a vuelos de golondrinas,
a asfixias de identidades,
a desnudez de pasados.
A exilio.
Y aún y siempre
y una vez y otra
y nunca demasiado,
sueño que braceo en esa calle de agua,
que atravieso su horizontalidad
sin vela, sin timón,
hacia el sur,
hacia ti,
hacia esa lejana orilla
de la que me deshabitaron.
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EN OTRO LUGAR, EN OTRO TIEMPO
Casi sin darme cuenta envejecimos juntos;
los abriles,
el gemido que acunaba la distancia
el pertinaz mordisco de lo ausente
y el camino que retuvo, invertida ,
mi sombra entre los álamos.
Y aquel olor a lluvia de otras lluvias
y el columpio en el patio
y el ceibo y el naranjo
mis trenzas y tus besos
y los vientos del sur y mi inocencia;
el boceto inacabado del regreso
y las hilachas de mi cuerpo,
sin darme apenas cuenta,
ya se han arrinconado en el pasado.
Allí,
donde encanece este destierro
y las estaciones extrañan su destiempo.
Allí envejecimos.
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