CEMENTIRI NOU D'IGUALADA
Y ahora descanso. En este ya no tan nuevo cementerio
vivo.
A los pies de los muros respiro las cretonas
que se han ido pudriendo,
la fenomenología de los muros, la peste de las ortigas
que van
acumulando raíces por en medio de los recovecos, las
uñas inmensas que se abren a la noche de los mayas.
-A veces, Carme Pinós.
A veces, Benedetta Tagliabue-
Vivo del señuelo:
Miralles entre los diputados de Escocia.
¿Acaso no son ventanas, acaso no es este cementerio un parlamento?
Vivo en la ilusión de este espejo mural, que me refleja
tal y como, perdón,
no tal y como
quiso el arquitecto, sino como lo que soy: un perro
de los muertos, sin cama, sin señor, sin amigos.
Vivo reflejado
en una repetición de curvas como cielos, despacio
por entre el camino de tierra y los cardos, y las más altas
aspiraciones de los que me acompañan,
el verde y acuoso
desprecio de quien sigue vivo sin saber que
está muerto, y las viudas que viste ahora
malvas de Orán y centeno de origen desconocido
como este Anoia
que se barniza de ciencia y ya nadie sabe
por dónde discurre, o si se discuten en él
los adobes,
las pieles corrompidas, sin teñir aún,
y los hombres con los brazos descubiertos
que las lanzan, una vez más, a las aguas
insanas
y mueren de hedores y flemas, riscando
en el árbol más febril, las riberas informes,
los huertos
de un orden exquisito.
De Miralles me amanso y esposo,
seré para siempre un fingidor
amoratado entre los fallecidos.
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