Abril, 2020
I
Abriremos los ojos como las alas de una mariposa
para volar a ras del mundo, incendiar de color
los caminos que no pudimos recorrer
en los tiempos aciagos, en espacios rendidos
a la invisibilidad de un enemigo
hiriéndonos en nuestras calmas o agitadas vidas,
en nuestra confiada carne, detrás de la espuma impasible
del almendro, en medio de un rojo corazón
de primavera en la jaula de alambre, plata u oro,
pendiente de una flecha que puede ser mortal.
Abriremos los ojos volando hacia otras tierras y trincheras
en donde también se debate contra otras miserias, bajo un techo
de paja, sin balcones, sin edredones suaves en una lucha
eterna y olvidada.
Escucharemos los antiguos proverbios, rescataremos versos
del poeta que proyectaban sombras premonitorias
ocultas en metáforas, que entonces solo parecían hipérboles.
Meceremos la cuna de aquellos, de aquellas
que en carne y alma se enfrentan, ponen delante de nosotros
sus preciadas vidas, su arma letal a ebullición.
Dan una lección profunda al que gobierna
sobre los bienes que se han de empoderar.
Quizás ante una guerra palpable, que como la muerte
atañe a todos los nacidos,
procuraremos que se realice el ideal de una globalizada paz.
Quizás valoraremos las esencias en el desván de la memoria
de nuestra vieja infancia, el olor de la hogaza al calor
del humilde rincón donde prendía sobre la leña el fuego
al candor del vino negro azucarado sobre un pan amasado
por nuestra misma madre.
Abriremos los ojos, y nos desprenderemos del temor
a perdernos en ese laberinto en donde acecha el monstruo
de todas las penurias,
para ver los senderos que llevan a las fuentes
donde habita el jilguero aquel que siempre canta
venturosas canciones de cuentos ancestrales.
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