SIMBIOSIS
(Noche de 1939)
Un tren que cruza Hungría
tan real que no era un sueño:
el tren era yo mismo
con los huesos de hierro.
Con ocultas descargas de cables y remaches
mis venas se sacuden.
Escucho los gemidos al empujar la nieve,
el crujido siniestro de las vías heladas.
Noto el humo en la cara
y el silbato incesante que cabalga conmigo.
Soy una mancha ingrávida que mira desde el aire
a ese dragón oscuro que rueda hacia el abismo,
un gusano menguante con cien ojos de fuego,
cabelleras de hielo en la estepa de Hungría.
Vuelvo al calor y siento
que duermo en un tren tibio
de caoba y de bronce.
LA ESPERA
(711, Guadalete)
No hay sangre hasta mañana,
dicen los capitanes.
Hoy campan las voces de prudencia;
el consejo dudoso,
el reproche sensato
y el recelo inminente que fabula el erial,
ese cuarto de milla
que señala el alcance de dardos y balistas.
Se refuerza la guardia
y los grillos discuten la ilusoria quietud.
No hubo quien jurara
no haber oído esa noche el roce de alguna sombra.
Pero el día recuenta el sitio de las cosas
y los hombres se miran, sorprendidos de vida.
Desde el campo contrario,
el pregón del muecín dispersa su plegaria
en tierra abierta.
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