ALGA Revista de Literatura nº66 - otoño 2011
Dirección:
Goya Gutiérrez
Redacción:
Xavier Carreras
Ignacio Gamen
Susana Lastra
Elvio René
Jorge Stoysich
Enric Velo
Edición:
Grupo de Poesía ALGA
Responsables de la edición del presente número:
Goya Gutiérrez
Enric Velo
Maquetación, composición y diseño web:
Enric Velo
Portada:
- In Focus (4).
de José Javier González.
Sumario
http://revistaliterariaalga.com/
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Poesía
MARÍA PILAR MARTÍNEZ BARCA
Zaragoza (1962). Doctora en Filología Hispánica. Medalla de Aragón a los Valores Humanos 1989; Premio Tiflos de Periodismo 2008. Autora de Epifanía de la luz (Zaragoza, 1988); Historia de amor en Florencia (Madrid, 1989); Flor de agua (Zaragoza, 1994); Manuel Pinillos o la consagración a la poesía (Zaragoza, 2000); Se está muy bien aquí. Diario de una amistad (Madrid, 2002); El corazón en vilo (Madrid, 2005); Poesía completa (1948-1982), de Manuel Pinillos (Zaragoza, 2008); La manzana o el vértigo (Zaragoza, 2009). Incluida en numerosos libros colectivos. Colabora en Heraldo de Aragón y en la revista Humanizar, donde es juez y parte de la sección sobre discapacidad “La fuerza de los límites”.
ÁNGELES DE PIEL ADENTRO
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1 Ángel sin alas
Querer y no poder.
Sentirte vivo
y saber de tu cuerpo como un lastre
que te fuera envarando en esta orilla.
Soñar mucho más alto que los cóndores,
y presentirte arena, lodo, sombra
tras de tu piel de ángel.
Dolerte hasta la médula ese tiempo
que se te va llevando a quienes amas,
que se te va llevando hacia la noche.
Pararte, respirar como se vive,
y echar raíces sólidas.
Y aceptarte, uno más, a medialuna.
Comenzar a subir, muy lentamente.
Querer volverte atrás, a contrasueño.
Tomar de nuevo impulso… Casi. Espera.
o corazón
y ascenso,
Llegar a ser montaña,
en el centro más hondo de la vida.
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3 Ángel sin muerte
Cuando la luna insomne nos retorne al olvido, seremos como pájaros del cerezo en espuma en el límite ingrávido de la sombra. Caminar sobre el agua es el más arduo sueño; en tanto que la luz se apaga macilenta como si no existiese más que un soplo indeciso en los acantilados. Y el sueño de las águilas se confunde en la niebla. Noche sola, sin eco que despierte el desvelo sin fondo de otra noche más profunda, sin sombra. Afuera hay una luz, como un túnel de ramas que siguen deseándose intermitentemente. ¿Cómo cruzar el lago sin que el faro deslumbre la quietud interior? Sigue una lucha intacta tras los párpados ciegos, sin palabras, ausente, tan apenas sin roce que hay que escuchar muy quedo de alma en alma. Cuando la luna insomne nos bendiga en su luz seremos como pájaros en la estación del agua.
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Se abraza el agua en catarata furtiva,
olas de tierra adentro,
manantial que convoca a lo más íntimo.
Las primeras heladas
han dejado en la noche un rocío de estrellas,
entre el dorado umbroso de los árboles
y el esqueleto frágil de las ramas maduras;
como bajo la piel del corazón.
Pero van deshelándose los diques interiores.
Botones de agua en éxtasis,
nos vamos despertando, tensando
hasta la cumbre,
para luego dejarnos como exhaustos
de gozo y de placer.
Erótica callada de las fuentes,
menstruación de la luna
que sueña dar a luz
del útero sagrado de una virgen.
Los álamos se bañan
en las aguas sin nombre del otoño,
y se van desnudando, estremeciéndose,
eje fálico que une infancia y noche,
intimidad de hoguera y
sobresalto.
El agua danza impúdica y nos convoca
a la cópula ardiente con la vida,
tempranamente eterna, en nuestros cuerpos.
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