I
Bajo verde espesura de bóveda nervada
y ventanas ojivales translúcidas:
chorros de luz escurriendo el azul
II
Amanece por encima del ábside
del bosque del árbol de la vida
Sus inmensas columnas de raíces salientes
velan el hondo sueño de todos los amantes
El corazón del árbol entrega gota a gota
a la tierra su sangre en sacrificio
Bajo los pies del mediador del rito
permanecen los restos
de vegetales yertos y carne cenicienta
que al contacto del líquido renacerán
de su putrefacción
III
Giran como los astros las venas del nutriente
de la ceiba
Y semillas orando hacia la luz
Como lianas que ascienden y se cuelgan
del brazo de los árboles en busca de hermandad
O bromelias que eligiendo la horizontalidad
encuentran un camino en los fervores grises
del halcón embriagado por el tornasolado
de otras alas
IV
Lejos en los linderos del recinto
dentro de la capilla más humilde
una insignificante planta florece en una rama
El árbol no sospecha que medio oculta habita
y bebe cada tarde la luz crepuscular
Que se va deslizando como animal diabólico
Se retuerce y se aprieta fuertemente a su tronco
hasta absorberle el alma sumirla en la penumbra
Vampirizar su vida transformarla en un hueco
que llenará la lluvia que beberán sedientas
gargantas peregrinas
que invadirán silencios con negro batir de alas
hacia los torbellinos enramados del cielo
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V
Cuando se hayan velado los vidrios ojivales…
En la copa del árbol de mil años
se abrirán flores blancas de odoríferas pieles
Pétalos estrellados amantes de una noche
Volverán los senderos silvestres del crepúsculo
que llevan tras el puente del cielo vesperal
hasta el altar del alba
Todo es caída y brote en el fluir anónimo
de un vuelo circular
VI
Aparente quietud en que todo se acopla:
Los párpados plegados en su sueño
Los oteantes ojos de la noche
Las pupilas que acechan encendidas
Las uñas esperando agazapadas
a las sombras del túnel que las haga invisibles
VII
Hay en lo oscuro como un crujir de grietas
Un crepitar luminiscente y turbio
Restos de incandescencias de la sangre
Vegetales de apéndices de anémona
Garras que sigilosamente avanzan
en su particular cruzada hasta tomar
esa sagrada forma de la supervivencia
VIII
Hay una puerta lateral y oculta
por gigantes helechos
después de traspasar el laberinto
de las tupidas yedras hacia el orto
Y a mis ojos se abre un escenario
Una danza de ondulado esplendor
Un claustro verdeazul abierto al fondo:
La corriente que nutre los marmóreos pies
o la espuma irisada en la elevada copa
de la belleza orquídea de lo efímero
IX
Absorbo en el instante el centelleo
del rielar en ese verde azul
del río de la vida en tu mirada
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