ALGA Revista de Literatura
nº93-94 - Año 2025




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Enric Velo
  • Lucía León
  • Goya Gutiérrez

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    Foto tomada en Lijiang, China que forma parte del
    espectáculo Impression de Zhang Yimou

    Por Craig Martin Getz


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Libros comentados

    GOYA GUTIÉRREZ

    Es miembro del Grupo de Poesía ALGA y dirige la revista ALGA desde 2003.
    Ver http://goya-gutierrez-lanero.com/

    Resina
    de Wenceslao Ventura
    Editorial Contrabando
    Colección Marte, Valencia, 2025
    Poesía , páginas 70

    Wenceslao Ventura (Xàtiva, 1962). Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Valencia. Escritor, editor y traductor. Ha publicado en catalán la plaquette Vaixells a Copenhagen (Septimomiau, 1980) y los poemarios Sensòrium (1987) y Fatum (1998), ambos en Edicions de la Guerra-Denes. En 2014 publica el volumen de prosa poética Casa de los estudiantes de Asia (Leteradura), las novelas Escribir Duras (Editorial Canibaal, 2017) y La destreza amatoria (Ediciones Contrabando, 2019). En este año 2025 se ha publicado su poemario "Resina" en la editorial Contrabando y la colección Marte de poesía, con prólogo de F. Ferrer Lerín.
    Interpretamos el título "Resina", después de la lectura del libro, como una esencia que brota de la naturaleza, sobre todo del árbol, cuando éste es herido, y paradójicamente la sustancia sirve y le sirve también al árbol para curarse y defenderse de las posibles infecciones; pero también proviene de la resina el maravilloso ámbar. Posiblemente el autor toma la palabra como una metáfora o como un símbolo. La resina como la palabra poética que surge de una herida y al propio tiempo la cura. Así el pino, a veces aparece como el alter-ego del yo poético; narcotizar el dolor de lo más terrible de la belleza. Así el poeta, ante cualquier tentación de desfallecimiento, no puede rendirse y ha de seguir un camino sin destino, un camino no planeado, capaz de asombrarse y asombrarnos, y esa maravilla es el camino de la escritura.
    Tanto en Resina I, como en Resina II y Caminos, que corresponderían a la primera, segunda y tercera parte, los poemas son breves y depurados, los versos como pequeñas fechas que dan en el centro de la diana del sentido, se mueven en el escenario de la naturaleza, y cantan de ella la sensualidad de la quietud de sus sombras. El ser humano frente a lo terrible de la belleza que tiene como uno de los paradigmas al mar; un deslumbrante mar que devora y que será una constante en todo el poemario. También junto a la belleza y su deslumbramiento, las bacterias, los virus y el grito quizás inaudible de quien, a pesar de todo, naufraga en ella y aún cree en el amor. Con ello, el yo poético se disfraza, se libera y espera que la lluvia disperse el tiempo que duele, la suma de los años, las cenizas de la existencia que siempre se sienten a deshora, porque como dice el poeta, a pesar de todo "Me doy cuenta de que estoy vivo" (p.21). La importancia de la memoria, vivir las maravillas de la vida tantas veces como el recuerdo nos lo permita. La nostalgia de ciudades amadas como París o Nápoles en donde también se amó, esas horas consumidas que dejaron su marca en las vísceras, en el viento o en los pinares, y la rabiosa belleza cuando "La tarde ya se apaga" (p.23). Es en Resina II en donde aparece más expresamente la conciencia de la escritura, de que la escritura forma también parte de la vida y del tema del libro: "El poema es un espejo/De reflexión encendida/De inmortal materia/De mi ser junto a los pinos" (p.28). En esta parte se percibe un tono neoromántico teñido de nihilismo, en donde se nos transmite que, a pesar de lo inabarcable de la existencia y el mundo, y la constatación del error "De haber nacido" (p-28), persiste el deseo de fundirse con la naturaleza y hallar refugio en ella para sentirse como el pino y aceptar que nada fue. O ese extrañamiento del propio ser, que a veces se disipa al hacerse uno actor de sí mismo. El penúltimo poema de esta segunda parte despliega una belleza exquisita y con cierto tono decadente: "Esta soledad del viento entre los pinos/Tejedora de mi alma/Alumbradora de mi voz" (p.33). Un alucinante afán de hacer florecer el tesoro que las palabras nos muestran y nos regalan, de la contemplación del instante y "En el centro del dolor/Tu nombre" (p.33). En la tercera parte titulada "Caminos" se nos dice que el texto de la escritura como el de la pintura y el tiempo siguen un camino desordenado que se rinde al azar para que de repente pueda surgir Eros. Así la escritura ha de ser como el río profundo, que muchas veces nos lleva por meandros no previstos, nos empuja en su desorden hacia lo sorpresivo.
    En la última y cuarta parte titulada "Días extraños", los poemas son mucho más extensos que los anteriores y algunos son prosa poética. Prosigue el tema del recuerdo y la memoria y la fascinación por las ciudades vividas o una noche en un hotel que se convierte en cielo, como un deseo de hibernación, el refugio en el hueco desde donde renacer. Los recuerdos de esas ciudades se fijan en un momento decadente del día "A la caída de la tarde…" o "en el otoño".
    La expresión de esos instantes son como el marco aparente de la pintura que el yo poético parece mostrar de sí mismo: "Para un hombre sin destino/sin un telos que lo arañe desde la infancia" (p.50). Como una existencia vagabunda y desdibujada por la niebla, en donde quizás no le importaría perecer, como en el poema "Viaducto", pero y la belleza, y el amanecer o el rumor de las olas, o vivir y amar que es como retornar al origen. Mientras hay memoria hay vida y palabras y aún podemos subir a la luz, porque aún sabemos a quién amamos y con quien deseamos renovar ese amor. Y en ese amor, la presencia de la Madre, poema de una dulzura entrañable: "Y, suavemente, mamá, estás en mis mejillas/Regresas como si cincuenta años/No fueran mas que un silencio" (p.60). Es significativo el poema "Este Domingo" que, dotado como otros muchos poemas de un escenario marino, el sujeto poético realiza como un ritual, sobre la arena mojada, descalzo, inmortalizando con su cámara fotográfica la constatación del amor pues "El mar era solo el anhelo de ti/ Y catarsis" (p.61). Sin embargo, el poeta ha querido acabar el poemario con el poema en prosa "La estación de Canfranc", la memoria también para no olvidar los tiempos aciagos, que aunque no vividos personalmente, dejaron una profunda herida colectiva. El recuerdo inmortalizado por películas y documentales del ambiente gélido y gris, esas figuras y esos rostros anulados por la barbarie del totalitarismo, una soledad fantasmal en donde todos los elementos de ese lugar han quedado marcados por su transitar. Las palabras no son suficientes para expresar el desasosiego, y por eso nos dice: "Y el lenguaje deja de ser una herramienta y se dice a sí mismo" (p.68).
    Como también nos señala el escritor Jon Fosse en "Misterio y fe", "Escribir es lo que ahuyenta el dolor de la oscuridad" (p.45). Elegir el lenguaje, refugiarse en él es una forma de dignificarlo, dignificando la vida, y la casa de la vida que decía Heidegger, proteger las palabras, como buen poeta, de la intemperie, de la utilidad o lo prosaico. Lo terrible de la belleza se eleva a través de la palabra a lo sublime, y el poeta ya no es capaz de abandonar ni abandonarse, y entonces en un acto de generosidad y de amor, se erige como guardián y vigía de esa casa que es el lenguaje poético, que es la escritura.

    (Publicado solo en el formato digital de la revista)

    página siguiente