ALGA Revista de Literatura
nº93-94 - Año 2025




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Enric Velo
  • Lucía León
  • Goya Gutiérrez

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    Foto tomada en Lijiang, China que forma parte del
    espectáculo Impression de Zhang Yimou

    Por Craig Martin Getz


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Narrativa

    ELVIO RENÉ

    Es miembro del Grupo de Poesía ALGA. Ver: http://www.poesiaalga.org/

    15. EL DORADO TAMANDÚA

    En el tiempo que duró la expedición a los xarayes, los días del campamento transcurrieron dóciles pero ansiosos, esperando ver aparecer a los hombres de la exploración por el camino o ver a los guaxarapos merodear nuestras cabañas de palma. Acompañé a soldados en algunas entradas al monte en busca de caza, siempre con la icamiaba cinco pasos por detrás de mí. Esas entradas, sin embargo, no siempre acababan con la captura de la presa. El propio terreno que atravesábamos presentaba una fauna diversa de insectos y animales reptadores cuyo reducido porte se confundía entre matorrales y en numerosos túneles de hierba con caminos de protección. Yo había sacado a la luz un sombrero negro de alas anchas, exquisito para un atuendo de ciudad, pero pintoresco en el ámbito del Puerto de los Reyes. Me protegía del implacable sol. En los ojos de Tokoroo creí percibir una luz de tímido encogimiento ante la prenda, acostumbrada a verme con el gorro de terciopelo con la pluma de escribano balanceándose a cada paso.
    En las incursiones probé, autorizado por los guías, frutas maravillosas, algunas con encendidos lóbulos y otras con puntas recelosas. Todo era satisfactorio después de probar un agridulce surtido de gránulos y texturas. Tokoroo probó conmigo algunas especies que ella desconocía. Esta tierra era muy diferente de su tierra de origen. En esas ocasiones, intercambiábamos palabras en español y ella enriquecía su vocabulario. Otras veces, ella señalaba un animal en la distancia, pronunciaba su nombre y seguía la dirección de mis ojos para cerciorarse que yo lo veía.
    Por indicación de Tokoroo conocí de lejos una criatura a la que llamaban agutí, roedor similar a la liebre cuya carne era escasa pero de singular aprecio por los nativos. Es el único roedor cuya dentadura es capaz de romper las nueces de esta tierra, que tiene forma de dátil y una superficie lisa y dura como bruñida por un artesano. El agutí sujeta la nuez entre las manos y la roe con paciente fuerza hasta lograr con un chasquido la rotura de la cubierta. Si se quiere dar caza a un agutí sólo hay que invocar la paciencia en las proximidades de un nogal cuyos frutos han caído.
    Un día, los guías chaneses nos llevaron en busca de la miel hasta las estribaciones de un bosquecillo. La miel era un sustento valioso para los nativos. Con ella bañaban todo tipo de alimentos, como el mandubí, el maíz y la carne asada.
    Entramos en un túnel de umbrías raíces que descendían hasta el suelo. La vegetación tapaba el cielo y sumía en la penumbra el lugar. Por el medio de ese túnel vegetal, un curso de agua aparentemente inmóvil mantenía la vida en el entorno. No había peces. Los guías caminaban cautelosamente mirando la espesura superior. Uno señaló una gruesa liana que caía vertical.

      -Tamandúa1 -dijo Tokoroo.

    A la mitad de la raíz aérea, una criatura adherida nos miraba con ojos diminutos, como dos botones negros. El tamaño era similar al de un perro mediano y el color claro, casi dorado, con un manto negro semejante a un chaleco que le cubría los flancos y la espalda. Estaba cabeza abajo y la cola prensil arriba, gruesa, enrollada en la liana. En esta postura, gruesas uñas lo mantenían en posición invertida en torno a la cuerda vegetal. El hocico tenía la forma de un cono largo y fino, y la cabeza era una continuación de aquél. Imaginé que estábamos en presencia de un esponjoso juguete antes que un animal. Tokoroo llegó hasta mi lado sin ruido, flotando sobre sus pies descalzos.

      -Tamandúa -dijo en voz baja-. Miel puede estar cerca.

    El tamandúa es apacible y manso como un capibara, pero evasivo ante los desconocidos. Nos observaba desde la altura con una curiosidad primitiva. Estiró un brazo en busca de una rama próxima y cambió de sitio para escapar sin pánico. La miel nos esperaba en el tronco de un árbol partido habitado por abejas. Un guía extrajo con cuidadosa habilidad los trozos del panal sin sufrir picaduras, pese a que las abejas lo cubrían.

      -Tamandúa bueno contra las termitas de las chozas -dijo el guía-. Algunas familias tienen tamandúa en su casa.

    Con el goloso tesoro en una bolsa buscamos el sendero del campamento. Los guías recogieron otros frutos con expresiones de buen humor y convirtieron el regreso en una retirada alegre, pero mi recompensa de esa tarde fue la mirada apacible del cálido tamandúa.

    1 Tamandúa: Oso mielero, arborícola, de menor tamaño que el oso hormiguero gigante.

    página siguiente