EL ZURCIDO
Hallé una camiseta en el armario,
estaba en un cajón
cubierta por el tiempo.
Se escondía en el fondo
con esa timidez que dan los años,
con ese pudor lacio del olvido…
Cuando pasé mis manos
sobre la vieja tela
encontraron mis dedos un zurcido.
Mis manos y mis dedos
han zurcido el papel con una pluma
para recomponer la tela de la vida.
Tú apenas escribiste,
tan solo algunas cartas a tu madre,
pero aún veo tus dedos y tus ojos
enhebrando la aguja
y zurciendo también
-acurcuñando, como tú decías-
los sietes de la vida
y escribiendo en la tela
las palabras de amor más entrañables
que jamás se dijeron.
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EL ÁLBUM
Aquel día nos dieron en la escuela
un álbum titulado
El porqué de las cosas.
Los cromos ilustraban con sus vivos colores
enigmas de la ciencia y de la vida
que nos harían sabios y felices.
Cuatro letras debajo de las bellas estampas
el misterio explicaban dando luz a la duda.
Ahora que ha pasado medio siglo
-breves gotas de lluvia en el asfalto-
me es imposible encontrar aquel álbum
que ya tan solo vive
en la leve buhardilla de mi infancia.
Apenas ya recuerdo ni cromos ni misterios,
pero el paso del tiempo no me ha hecho
ni más sabio ni feliz,
tal vez fue lo más sabio y más feliz
aquel álbum lejano
y aquella la luz que atravesaba el aula.
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SE DESMAYÓ LA TARDE
Más que caer la tarde se desmayó en mis brazos,
no sé si un beso mío podrá resucitarla.
Las nubes carmesíes tienen forma de labios
que esperan de los míos esa dulce caricia
que tal vez las convierta en las luces del alba
sin pasar por la noche.
Tarde desvanecida que invoca a la memoria
de otras tardes antiguas que tenían también
la forma de unos labios y un regazo
que invitaban lascivos al desmayo feliz
abjurador del tiempo, procurador de olvido.
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