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DÍA DE DIFUNTOS
Te concederé
doblar despacio la ropa tendida,
respirar hondamente
y sentir las ausencias
como desgarraduras compartidas
sin temer
que ese inquietante hueco multiforme,
si nadie lo sujeta,
acabe haciendo astillas tu corazón.
Te dejaré vivir
las nuevas mañanas rumorosas,
confiar en tus hombres,
contemplar ese cielo azul claro
que la ciudad no alcanza
y cocinar sabores hogareños,
tirar tabiques, pintar la casa,
salir bailando a la azotea vestida de sedas y lanas,
los pies casi descalzos,
líquido el pelo en las manos del viento.
Te empujaré a encender racimos de candelas,
a bañarte en lagos de flores,
a dejarte mirar por quienes buscan en tu cara otras caras,
a acomodar a los vivos y muertos que gusten acudir a la cita
sin encontrar inconveniente,
aunque la razón se estremezca.
Te adornaré con nácar y dorados,
te prenderé luciérnagas en el cabello
si ellas recuerdan y se prestan,
te ornaré de jazmines y de rosas de todos los colores
y las ventanas se abrirán…
…Aletearán sus enormes estructuras
en el aire salvaje
hasta que las casas levanten el vuelo
desprendiéndose de las pieles muertas,
surcando los océanos etéreos,
y reiréis juntos en la proa
mientras caen al vacío los objetos oscuros,
los tocadiscos ejecutan marchas triunfales
y las últimas bestezuelas prensiles
se precipitan con nuestras bendiciones
en un piélago amable, extranjero y lejano.
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