LOS BOSQUES DE ENERO
Al niño y al muchacho que fui, que soy.
Muchacho que asustado
aún está. Te veo todavía
construyendo ciudades.
Te comprendo. No ha resultado
sencillo encontrarte.
Quise perderme con el viento.
Abrí ventanas imposibles
de cerrar cuando más tarde.
En cada rostro, un hogar
donde creí poder permanecer,
quedarme.
El frío dentro. El fuego
afuera. La soledad.
Hoy he venido y te he hallado
íntimo, aquí, conversando
con obreros que transportan
palabras.
Hoy quiero decirte
que puedes descansar.
Traigo piedras, cristales,
maderas puras que he recogido
en los bosques de enero.
EL DIABLO Y LAS CAMPANAS
Cambia la luz. Podrías
absolverla ahora
que tiritan los tigres
atravesados por lanzas
muertas. Podrías
acudir al cristal
y su ojo azul para bruñirlo.
Suplicar al plomo
que custodia las ventanas
para que las figuras
representen verdes
santos, apóstoles, colinas.
De rodillas quejarte sin creer.
Arremeter contra los cálices,
dar puntapiés a las columnas,
desgarrar las cortinas ajadas
que velan un misterio.
Y sin embargo, ¿adónde
irías luego?, ¿dónde,
señalado, esconderías la espada?
¿En qué mazmorra oculta,
en qué sótano incendiado
por el chillido rojo de las ratas
podrías ovillarte hasta morir?
¡Ah! Deja que te acompañe.
Doblan las campanas,
pero no son por ti.
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La surrealista sombra de tus árboles
(Jardín del castillo de Púbol, La Pera, Girona, Catalunya, 2012)
ENRIC VELO

En el puente
PATRICIA NEGREIRA (BUENOS AIRES)
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