RETAZOS
La noche es maná de mi silencio.
En esta hoja de papel en blanco
van adquiriendo vida los vocablos
y en su verbo reapareces, amante mío,
igual que una mariposa libando flores de mi rosal,
revoloteando sobre la campiña verde
rociada con lluvia de verano,
reapareces trazando líneas de color en mi piel
presto a escalar viejas cimas, a reconstruir castillos en el aire,
arañándome para dejar huella si el tiempo nos aleja de nuevo
y me dejo llevar desoyendo mi propia voz,
persiguiendo una quimera,
bebiéndome los besos de un pasado que ya murió.
Despunta el amanecer y aquí sigo
sorbiendo el café de las seis.
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MI VIEJO RELOJ
A veces me confunde
esta imagen que diviso en el espejo;
calma y tormenta,
sonrisa o pesadumbre,
siempre buscando más allá
de lo recóndito de mí misma
mientras intento apaciguar el sinsentido,
envuelta en sueños que en la noche me cobijan,
imaginando un futuro que no existe.
Sé que tengo la luz esperando tras la puerta
y un paisaje otoñal transformado en primavera,
pero son mis pasos que, rebeldes,
me mantienen observando
en este espejo que ignora mi presencia,
sonriendo con malicia
y es, de pronto, que la lluvia me despierta
adivinando la inquietud que me domina.
Abro la puerta
presta a recoger ese llanto cadencial
que acrisole mi espejo
y zurza con sus gotas las agujas de este reloj viejo.
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DESDE LA CALMA
Mi interior despliega plácido amanecer.
Mi piel recibe efluvios nacarados,
hoy tienen cabida en mí hasta los sueños
y esa permisividad con la que me obsequio
para sentirme niña de nuevo
y adentrarme en ese laberinto cálido
para conversar por un momento,
con mis tuétanos,
mis caudales,
mis mentiras,
mis verdades,
mis secretos
y poder alejar los demonios de mi mente
negándome a ser sombra del tiempo.
En este presente que me habita
no hay cabida para la tormenta,
aparqué los temores que acechan a mi otoño,
y llené de flores mis espacios estériles
acorralando a la tristeza.
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