ALGA Revista de Literatura
nº88-89 - primavera 2023
40 aniversario / 1983-2023




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Enric Velo
  • Lucía León
  • Goya Gutiérrez

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Iglesia de los Franciscanos (Lucerna, Suiza)
      de Enric Velo


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Poesía

    LUCÍA LEÓN

    Es miembro del Grupo de Poesía ALGA. Ver: http://www.poesiaalga.org/


    EN OREGÓN

    Frente a las bellezas evocadas

    se diluyen hoy mis recuerdos

    y quedo en suspenso,

    a la manera del ensimismado asombro

    que provoca la crepitación del fuego.


    Se nos hizo visible

    al final del frondoso túnel de exóticos arces

    aquella costa de sobrenatural elegancia,

    de una inmensidad que impedía intuir

    la hondura vibrante de sus simas

    y en la que no se adivinaba una ola

    ni siquiera a modo de tímida onda lacustre.


    Antes habíamos atravesado otras espesuras

    y contemplado las pendientes del monte arriba

    por donde despuntaban crestas de pino,

    verdes agujas que acribillaban

    el blanco manto de cristal,

    en esa tierra tan lejana,

    inimaginable para mí,

    y en la que el invierno

    nunca muestra el despojo de los árboles.

    DUELO

    A mi padre

    Y esto es lo más terrible de los muertos:
    que se paran de pronto entre las cosas.
    Rafael Guillén

    Cerrada la puerta de la estancia
    y ahuecados los cojines
    que nos permitían adivinar el límite
    de tu presencia, la breve impronta,
    quedó reordenado el espacio
    y fue entonces cuando empezó
    a hacérseme insoportable el duelo.

    Duelo que creí haber conjurado
    al rebasar los confines de la anticipación:
    tal vez no me estamparía en el corredor contra tu recuerdo.
    Cuánto tránsito apurado, de un lugar a otro…
    para disipar un rastro.

    Afuera, a la hora en que ya dormía el viento,
    cuando el silencio reposaba en las lindes
    de la noche lunar,
    arrastradas, barridas ya las nubes
    que habían atormentado el día,
    a esa hora, con aspavientos y a manotazos,
    quise sacudir el dolor de mi duelo.

    Solo yo perturbaba -no más allá
    de donde alcanzaban a ver mis ojos-
    la reposada calma perdida en el azogue
    del horizonte marino,
    esa suerte de reflejo mercurial
    en el que, bien pensado, quería yo que se diluyera mi llanto.

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