Qué respiro en la noche, ya sin soles
ni abejas; sin hormigas, sin pájaros.
Abiertas a la luna, sus perfumes sosiegan
aquella ansia de ser que durará unos días:
flores en los jardines, centinelas
lunares, incensarios de templos perfumados,
espesura ordenada, geometría
gentil de los vergeles.
Con el picante olor de la verbena,
los clavelitos chinos o la rosa,
respiramos milagros escondidos
en la huerta, cercada en sus caminos.
|
"las cosas, a las que me entrego, se
enriquecen y me disipan…"
Rainer Maria Rilke
Mi cuerpo son las rosas, las abejas y el viento,
la roca con su musgo, la cabeza de un niño,
la imagen en la iglesia, el coro de los monjes, los
barcos que se mecen.
En las olas me ahogo, me sumerjo en el canto,
me despojo del llanto, y penetro en la noche
sagrada del misterio.
Me aparto de los cuerpos
y los veo pasar encastillada
en la ebúrnea torre casi alada.
Hermosos, desafían tropiezos o amenazas.
Esplendor saludable, edad sagrada,
que pasa eterna, feliz y sin desgarros.
No queramos saber cuándo termina
el fulgor repentino de su vida.
|
En el tiempo de mis plenilunios
nada había capaz de perecer. Ahora
delante del abismo las horas se alargan
inútiles, vacías, y la sombra chinesca se burla.
¿Pensaste acaso que aquel fuego
sería incapaz de consumirte? Vivías en la hoguera,
luciendo con ardor la eterna chispa.
Y todo lo quemó: dejó las brasas, una ceniza ardiente
que solo espera un soplo. Aquel soplo divino del anhelo.
|