A ARIADNA
"¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -.
El minotauro apenas se defendió."
Jorge Luis Borges
Si se puede elegir, yo te imagino gozosa en los brazos del dios
allá donde el Mediterráneo siempre brilla,
escanciando una copa de vino del color de la sangre de Asterión
con la complacencia del trabajo hecho.
A veces, la distancia entre la vida y la muerte es un hilo;
el puente entre el horror y la libertad, una cuerda
firmemente aferrada
que desafía al desgaste en las aristas
de los recodos,
que se adentra despacio en la penumbra
del laberinto
para enfrentarse cara a cara con el monstruo,
destruir la maldición
y volver.
Y recostada ante el mismo mar
levanto mi copa granate celebrando tu astucia,
la que sometió a Dédalo y al toro,
la que arrebató a Minos el cruel instrumento
de su venganza insaciable
y preservó a Teseo.
En este crepúsculo magnífico,
al evocarte pienso que es, quizá, el amor
la más infalible de las brújulas.
Y clarividente te recreo,
sabia compañera de Dionisio en un jardín que debería existir
- ni siquiera estarás interesada en los variados chismes
que sobre ti se cuentan,
todos ellos tratando de desmentirse unos a otros -,
señora de las noches templadas bajo el cielo regido
por la corona boreal de tu coraje.
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ACTO DE FE
Me pregunto cómo eran los encuentros
del hombre primigenio con su rostro
en las aguas del lago.
Quién sostiene el espejo a las mariposas
para que puedan verse las alas.
La última vez
que abracé a mis muñecas
no me di cuenta
de que era
la última vez.
Mientras corría,
se iban cayendo los objetos
de mis bolsillos
y yo solo miraba hacia delante.
Sentada al borde del camino,
todos los duelos son el mismo duelo:
el del ángel magnífico y carnal
sintiendo en la penumbra
el mordisco del tiempo,
revolviéndose en busca del amor inmortal
y hallando,
como brutal respuesta,
la atrayente llamada de los acantilados,
que se lo ofrecen todo
siempre que esté dispuesto
a
saltar.
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