ALGA Revista de Literatura
nº86 - primavera 2022




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Remnants de Kayoko Tomono


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Páginas centrales

    TALLER DE LITERATURA



    Rosendo Tello


    IIntroducción por Luis Felipe Alegre.
    Datos biobibliográficos por Javier Barreiro.
    Selección de poemas por Manuel Martínez Forega.


    SELECCIÓN DE POEMAS

    Por Manuel Martínez Forega

    POÉTICA

    Abrir el mar con llaves de ceniza
    expresa simplemente lo que dice:
    "Abrir el mar con llaves de ceniza."
    No le busquéis sentido al sinsentido
    ni más complejidad a lo imposible
    que es el arte precario de escribir.
    Quizá se entenderá cuando me vaya,
    que el habla sin sentido de la vida
    se aclarará en el sueño de la muerte.

    (Hacia el final del laberinto, 2010)

    VII

    Y más que el pulso vivo de tus ojos

    el ardiente cabello que entretienes
    con las rejas al viento
    canto lo que respiras
    si no te encuentro ya cuando te callas
    cuando lanzas tus labios
    más allá de los límites posibles
    en que se atan los cielos
    al fondo de tu espejo
    inmensurable mar

    Qué haré yo para serte dónde iré

    abejas por labrar este sendero que me cruzas
    tus dedos tan a punto con la herida

    Paseabas tus vasos de alegría

    volcabas mi pasado en una imagen de ternura
    oh diosa que despiertas mis sueños de tristeza

    Amor que canto umbrales que no piso

    el trigo multiplica su sazón el pensamiento
    se cambia con tu luz
    cerrar la calle al tiempo que recoges en tu frente
    partir este navío a la esperanza

    y el hombre tan contento
    de equivocar de nuevo su camino.

    (Ese muro secreto, ese silencio, 1959)

    ARPAS DE MIEDO

    Pasan a la trasombra rostros graves
    y hunden sus manos en la luz, deliran
    sus ojos un instante y se retiran
    temblando en su fondo, sombrías aves.

    Se adentran suspirando en mar las naves
    do sol tundido en remos y deliran;
    hondas suspiran, cantan, giran, viran,
    bogando en desazón, volando suaves.

    Oh, su pasar, su entrarse en nubes puras
    de sombra dolorida, oh su encimarse
    por bocas de espesor, arpas de miedo;

    cuerdas de amor batiendo las amuras,
    ramos de viento a golpes de encanarse.
    O su quedar temblando en el denuedo.

    (Fábula del tiempo, 1969)

    EN LA NAVE DE ULISES

    Ven a cantar despacio, ven ahora
    a ver el Cabo de Oro, cómo crujen
    palabras encendidas bajo el peso
    de las palmeras.

    Ven a contemplarte

    a la luz de un espejo desconchado,
    a verte bracear y dar el vuelco
    con la nave de Ulises.

    Un instante

    alzar el vuelo en los acantilados,
    resplandecer como un halcón en llamas
    y ver sobre las olas la ceniza
    que nunca acaba ni al amanecer.
    Di dos palabras nada más y corre,
    húndete en barro azul,

    relampaguea

    para escuchar la voz de las tinieblas,
    los cantos circulares en el fondo.
    Un golpe suave de columna herida,
    un arco de violín, un agua apenas
    rozada por la pluma del silencio
    o una caricia bajo el sol de estío.

    (El libro de las fundaciones 1973)

    XI

    Antes de alzar las copas cuida el viento
    de serenar las cumbres,

    oscurece

    las bocas de la tierra.
    Pasa el mundo una vez
    y el sueño permanece,

    no se cansa

    de contemplarse en llamas.
    Iluminada tierra
    por un sol en su adentro.
    Ahora el incendio es voz,
    carisma de la noche,
    sólo lo extenso gime
    y ofrece en la materia sus relámpagos.
    Se enciende y no se cansa
    la tierra de elevar sus copas.

    (Paréntesis de la llama, 1975)

    HACIA LA LUZ DEL ALBA

    Arriba, más arriba, más allá de las brasas
    que el viento apaga al fondo de las peladas cárcavas,
    más allá de los árboles templados como espadas,
    marcharás algún día hacia la luz del alba.
    Cuando el día se duerme y la noche no acaba,
    cuando despierta el bosque los susurros que ladran,
    por un sendero oscuro hacia la luz del alba.
    Cuando el clamor del río zumba en música helada,
    cuando el silencio es polvo del sol, ceniza blanca,
    cantando con el viento hacia la luz del alba.
    Por las rutas que tejen cañadas solitarias,
    por las sendas dormidas que van a la montaña,
    cantando río arriba hacia la luz del alba.
    Para subir al bosque por gradas encantadas,
    para llegar del mundo al fondo de tu alma,
    limpio de polvo ciego hacia la luz del alba.
    La noche se ha encendido, la tierra está callada,
    de los labios del cierzo vienen voces lejanas,
    la cumbre se adormece mientras cantando bajas
    alto, desnudo y libre hasta la luz del alba.

    (Baladas a dos cuerdas, 1979)

    EL BOSQUE ILUMINADO

    A mi hija

    A sus ojos oscuros asomaba
    y toda su figura preguntaba con un desdén gracioso,
    y yo le respondía sin palabras, sentado avaramente
    en el sillón, callando. Y ella me contemplaba
    ausente y silenciosa, detrás de sus muñecas
    enceradas de sombras amarillas, con un aire
    muy serio, como de estar pensando en cuanto

    yo callaba,

    aquello que ni en sueños entreveía.
    Después dialogaba en voz muy baja, a solas,
    relampagueo audaz bajo unas aguas de fondo recogido

    por sus ojos

    y dicho en desconcierto natural. Tenía dudas
    y airosa caminaba por un reino de estrechos laberintos;
    se podría oír su caminar dentro de un bosque
    con un fulgor severo que nunca imaginé. Ahora podría
    traer un río atado a la cintura
    o una luna arañándole los pies,
    o un eco como un pájaro en sus manos,
    un corazón de niebla deslumbrante,
    o un arcoíris con su flor en cinta

    prendida a sus cabellos.

    Segura de sus juegos, dominante,
    como una diosecilla enajenada.
    Con todo el indomable poderío de su debilidad.

    (Meditaciones de media noche, 1982)

    XI

    Se detuvo en la tarde, golpeando en la puerta
    de la cabaña oscura y, sin pisar las flores
    que lentas desmayaban bajo la luz de mayo,
    en la línea que fundó el tiempo, más allá,
    "No cantarás", decía, "perdido en la frontera
    de las rosas dobladas contra las atalayas".
    "¿Quién eres?", respondía, "¿Quién eres, sombra fiera
    de una edad que sucumbe? Aún rinden los manzanos
    sus pomas en otoño y los cabrones montan
    a sus hembras rendidas en las escarpaduras".
    "No cantarás", me dijo, "cuando se encrespa el mar
    y las cañas se doblan y lloran las estatuas".
    Su voz era en la luz como un barranco
    y se perdió en la sombra roja de los morales.

    (Caverna del sentido, 1992)

    SE OYE EN LA NOCHE EL RUISEÑOR DE KEATS

    I

    No eres real. Como irreal parece el sortilegio
    de tu canción, que alguien oirá, o acolchado en la grama
    donde el cielo delira, o acuñado en las lianas
    que besa el manantial. Por eso cantas al atardecer,
    cuando el tiempo suspende sus algaras y vagan en la luz
    libres los pensamientos de tantos rezagados
    desterrados del sol. Y así, al tender la noche
    sus alas silenciosas, las sombras, esas hijas aliadas del deseo,
    mal de la intimidad, brillan bajo la luna y tú te entregas,
    liberado de amores, a cantar tus amores.

    II

    La noche no es nostalgia de la noche
    que lloran los amantes, atados a sus sombras con cadenas,
    ni el tormento del mar que desespera el curso de los astros,
    ni el sentimiento triste que doblega las rosas en sus fundas de luz.
    Ni fábula de infancia ni elegía de turbia adolescencia
    o enfermedad del cuerpo juvenil que aquí dobla sus brazos
    entre plumas de hiedra. Es oscura delicia de la carne
    transfigurada al aire donde tú te abandonas
    y con gruesa garganta deslíes el florilegio de tus voces
    en fresca adormidera, tan contraria a la muerte.

    III

    Quién sabe si la luz, atormentada esencia
    de oscuridades íntimas, no será la fragancia
    que unos seres dormidos exhalan como incienso
    primaveral. Materia en que fermentan nuestros sueños.
    Y al despertar, aún ciegos, sondormidos
    bajo el motín terrestre de tu voz, contemplamos
    un mundo del revés, azul desvanecido en las florestas,
    dolor universal templado en tu quimera vigilante.
    Más allá del lenguaje donde nombrar es música,
    más allá del amor donde la luz es solitario canto.

    IV

    Ni muerte ni campanas. Dormidos o despiertos,
    las campanas anuncian la ternura de un mundo
    inclinando su frente hacia profundidades vegetales.
    Pues, vegetal el mundo, de la ciega crisálida
    de tu interior renace, llorando como un niño

    en el vientre materno.

    Y el aire, cuna y cisma de senderos fragantes,
    suena porque tú cantas, pastor de soledades escarchadas,
    que apacientas anémonas en floreciente prado.
    Allí donde la muerte es tan sólo hermosura
    y candor de velar la vida en el temblor de la poesía.

    V

    ¿Qué das a saborear en sorbos breves? ¿Qué sabemos
    después de haber palpado el cuerpo del abismo
    con mano tenebrosa? ¿Qué operación ajena a los sentidos?
    ¿Esto es celebración o réquiem funeral? ¿Es el veneno
    que apura en la espesura un corazón embriagado entre frutales
    o el agua en que se hechiza todo fuego ancestral?
    Desvanecerse no, ni desaparecer, sino en el lance efímero
    de un adiós a otro adiós, de la pasión del páramo
    al manantial que trina, del licor destilado de granadas
    al espacio irredento que inaugura su canto.

    VI

    Lugar fuera de espacio por el que respiramos
    olores más concordes con tus invioladas violetas.
    No ese cálido Sur que imaginabas con el día
    de desmayado nardo y alma languideciente.
    La desnudez del sol, la eterna vacación de los sentidos
    cuando el cuerpo libera sus gastadas imágenes
    para oír de rodillas la arenga del clarín
    en la noche apacible del resplandor primero.
    Tiempo sin tiempo en que desiste herida la intimidad,
    con el mar en los brazos y el cielo reposando en otras islas.

    VII

    Si esto es morir, saber que ya no somos extranjeros
    de otro mar y otros climas, que la melancolía es embeleso
    del silencio sagrado en que tu voz se exalta,
    la vida no es lamento de miserable rima
    o fúnebre canción. Si esto es la poesía,
    tomar el pulso a la niñez del agua,
    un idioma anterior a la vida y la muerte,
    facilidad de andar siempre desnudos con el alma en flor
    por los altos de mayo, tu música no miente.
    Dormidos o despiertos, una campana está tañendo sobre el alba.

    (Más allá de la fábula, 1998)

    LA CASA ABANDONADA

    Y nuevos inquilinos recorrerán las salas
    de la casa vacía. Abrirán los balcones
    y dirán: "¡Cuánto polvo, Dios mío, cuánta borra!
    Que aliente el corazón podrido de la casa.
    ¿Quién vivirá aquí? ¿Cómo podrían sus dueños
    soportar está fiebre de maderas roídas,
    las resquebrajaduras de las persianas rotas,
    sucias y carcomidas por la humedad y el sol?"
    Y una mirada obtusa sorprenderán al fondo
    del pasillo de nieve y unas manchas de aceite
    sobre ajados papeles con cenefas doradas,
    trizadas por los gatos. Quizás vean pasar,
    con terror en los ojos, sombras desventuradas
    saltando del espejo blanco de las baldosas.
    Aún se oirá el jadeo de tantas pesadillas
    y el gotear del grifo sobre la fregadera.
    Y la luz de otro siglo entrará por el cielo
    de las altas ventanas y barrerá las sombras
    y ya no quedará ni un aliento ni un roce,
    ni señales de muerte de quienes habitaron
    estas viejas estancias.

    (Augurios y leyendas de un tiempo que se va, 2000)

    LAS VOCES DE LA NOCHE

    A Isabel Tello

    Aún andarán dormidos los trigales del sueño
    y se oirá la voz en noche misteriosa.
    Quizás nunca sepamos lo que la voz dirá.
    Pero el semblante airado del viento en las cañadas
    o la fresca sonrisa del sol en las lagunas
    nos hará recordar y habremos entendido.
    No he tenido una casa, pero podría alzarla
    en la franca ladera de la voz de la noche.
    No he tenido un espacio para mi sentimiento,
    pero la poesía que llega del silencio
    donde suena esa voz me acerca más a ti.
    Aún estarán dormidas las campanas del agua
    y entrarán por mi sueño las doncellas del mar.
    No sé lo que dirán cuando despierten,
    ni la voz que jamás sabremos qué dirá.
    Mas estaré despierto y sabré que mi vida
    no habrá escuchado en vano las voces de la noche
    que me llevan a ti.

    (Confesiones en víspera de domingo, 1996)

    EN EL JARDÍN DE EPICURO

    El platanar extiende su sombrilla de seda
    en la hora otoñal. Y mientras los amigos
    conversan en el fondo del jardín sobre el dolor de la sabiduría,
    el estrago y las ruinas de la inteligencia,
    canta Pan a lo lejos, exaltando entre frondas
    el ardor de la carne, el placer, sus venturas,
    los éxtasis del cuerpo juvenil.
    Crotoran codornices en los verdes sembrados
    y una voz que la fiebre del día magnífica
    en el aire dorado de la luz sólo dice:
    "De oro tanto cuanto pueda el hombre
    transportar." Un ruiseñor deslíe
    sus notas cristalinas en las zarzas del río,
    rumorean abejas en torno a los estanques.
    Allá en la bruma fulgen torres resplandecientes
    y vuelan extasiadas las palomas
    sobre los cenicientos olivares.

    (Cabaña de la luz, 2002)

    EL OLIVAR

    En mi memoria surge un olivar nocturno
    con la luna espectral dorando los olivos.
    Mi padre está subido a una blanca escalera
    y varea las ramas cargadas de aceitunas.
    Canta y su voz resuena, llevada por el viento,
    en no sé qué rincones extraños de la noche.
    Mi hermano por abajo va extendiendo las lonas.
    Ahora sale mi madre del fondo, va de negro
    vestida y, silenciosa, se dirige hacia un claro
    de terrones azules. Viene con un cestillo
    ignoro de qué ofrendas, si alimentos o flores.
    Yo me veo sentado sobre un banco de piedras
    y mi madre me dice: Hijo mío ya es hora.
    Nada más. En silencio nos fundimos los cuatro
    y el olivar destella como un ascua en la noche.

    (Consagración al alba, 2004)

    LA VOZ DEL VIGILANTE

    ¿Ves el sendero blanco que, bajando del monte,
    se pierde en la dorada lejanía
    y entre brumas se borra de tus ojos?
    Allí termina el fin del laberinto
    que anunciaba el fragor de las altas cascadas
    y hacia él te encaminas.
    Desnudo y solitario,
    como cuando naciste con el dolor de tu madre
    y el dolor más terrible de nacer otra vez
    en la tierra de nadie donde lloran los árboles
    y enmudecen en los pájaros.
    Vida, sueños y amores
    dejarás cuando suenen las campanas del alba
    y alguien recuerde al sol que ya no estás aquí,
    que te fuiste en silencio como cuando llegaste.
    Que todo sigue igual, como si tú jamás,
    sombra de luz en sombra, hubieras existido.

    (Hacia el final del laberinto, 2010)

    MIS GALGOS ME AVISARON

    Al poeta de Moguer

    El sonido glorioso que llegaba
    -¿de dónde fue, de qué tierra o qué cielos? -
    me era conocido. ¿Yo no tenía
    corazón, o no tenía la garganta
    para amar y oír, cantar a la sombra
    el sonido de esa luz meridiana?
    ¿Dónde estaba? ¿En brazos de qué amores,
    bebiendo sin querer el aire silencioso
    de mi melancolía, despistado?
    Lejos del centro puro y escondido
    por donde iba a llegar la mensajera
    a avisarme con palabras encendidas.
    Venían de correr mis galgos al viento,
    traían los pies sangrantes de espinas,
    y me lo decían con ojos candentes.
    De ser oído y ser cantado siempre
    en ese son por gargantas dichosas.
    ¿Quién podría saber a cuántos seres
    habrá tocado en sueños con su música,
    su luz desnuda, magia del silencio?

    (Magia en la montaña, 2013)

    LO SAGRADO Y LO TERRIBLE

    A mi madre

    Lo sagrado quizás sea el momento en que aprendemos
    a estar bien con nosotros y prolongar el plazo
    de su revelación, no es más que el gozo de saber
    que estamos desnudos, como el pez en el agua,
    ajenos a los trances del vivir, como en la eternidad.

    Lo claro no es saber sin más, sino sentirnos dueños
    del tiempo venidero, pues se ha cumplido
    el pasado que estaba madurando en cada instante.
    Luego, si estamos ya, vano será esperar estar un día,
    pues sería como asistir al espejismo de la realidad.

    Pero no hay espacio menos firme en su asentir
    cuando nos instalamos frente al tiempo, y así lo vemos
    ahora en el trance fugaz de desaparición.
    Ingravidez del ser, materia de incertidumbre,
    cuando vuelan las formas de las rosas que mueren
    en invierno, imagen de desencanto de la edad.

    ¡Oh privilegio de lo sagrado, mundo fascinante
    que empuja los deseos en el claro deslinde
    de otro mundo terrible y sobrecogedor!
    Oh soledad, te escucho, madre en la noche blanca,
    que me trajo a este mundo tan arcano.

    (Revelaciones del silencio, 2015)

    AUSENCIA OSCURA

    Dijo alguien: La poesía es un poder
    que no tiene poder; de ahí lo imposible
    de que otros poderes la absorban. Esto es tanto
    más posible por cuánto que la poesía
    se manifiesta como poder imposible
    del lenguaje: con quién hablo, y por quién hablo,
    si no soy más que presencia en la ausencia
    desconocida del lenguaje.

    Estás dentro de un cuadro, te envuelve allá
    la luz, y se diría que estás nadando en luz,
    pero te falta el aire del interior
    en la exterioridad. Sólo rompiendo el cuadro
    soltaría el aire y se descompondría
    la figura en un soplo de blancas cenizas.

    No existe el lenguaje que me pinta, está
    más allá de las cosas. Pintura y poesía
    son vehículos de muerte; crean fantasmas
    inmóviles en un lugar; se apeó un personaje
    entre nubes de polvo y quedó allá la figura,
    una imagen doblada de la realidad
    impersonal, su sombra.

    La magia del mago en un juego de cartas
    nos pide elegir un naipe de la baraja.
    La magia del experimento da un giro a la vida:
    de la sombra vemos la luz, mando claro
    de la imagen, su doble.

    Todo es posible en el aire poético, el poder
    reside en el poeta. ¿Qué importa el poder?
    Lo perderá ¿qué más da?

    (Apología simbólica del jardín, 2017)

    MANUEL MARTÍNEZ-FOREGA (Molina de Aragón, Guadalajara, 1952). Licenciado en Filología Hispánica por Universidad de Zaragoza. Poeta, ensayista y traductor, ha publicado más de 35 títulos en esas disciplinas. Ha dado a conocer en España a poetas como Josef Kostohryz o František Halas, entre otros. Su obra está traducida al checo, búlgaro, rumano, ruso, italiano, alemán, inglés y portugués. Posee el Premio Búho a la labor editorial y el Premio Imán a la trayectoria literaria. También obtuvo el Premio de Poesía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1986), el internacional "Miguel Labordeta" de Poesía (2005), y el Premio Poesía de Miedo (2009).