Rosendo Tello
IIntroducción por Luis Felipe Alegre.
Datos biobibliográficos por Javier Barreiro.
Selección de poemas por Manuel Martínez Forega.
SELECCIÓN DE POEMAS
Por Manuel Martínez Forega
POÉTICA
Abrir el mar con llaves de ceniza
expresa simplemente lo que dice:
"Abrir el mar con llaves de ceniza."
No le busquéis sentido al sinsentido
ni más complejidad a lo imposible
que es el arte precario de escribir.
Quizá se entenderá cuando me vaya,
que el habla sin sentido de la vida
se aclarará en el sueño de la muerte.
(Hacia el final del laberinto, 2010)
VII
Y más que el pulso vivo de tus ojos
el ardiente cabello que entretienes
con las rejas al viento
canto lo que respiras
si no te encuentro ya cuando te callas
cuando lanzas tus labios
más allá de los límites posibles
en que se atan los cielos
al fondo de tu espejo
inmensurable mar
Qué haré yo para serte dónde iré
abejas por labrar este sendero que me cruzas
tus dedos tan a punto con la herida
Paseabas tus vasos de alegría
volcabas mi pasado en una imagen de ternura
oh diosa que despiertas mis sueños de tristeza
Amor que canto umbrales que no piso
el trigo multiplica su sazón el pensamiento
se cambia con tu luz
cerrar la calle al tiempo que recoges en tu frente
partir este navío a la esperanza
y el hombre tan contento
de equivocar de nuevo su camino.
(Ese muro secreto, ese silencio, 1959)
ARPAS DE MIEDO
Pasan a la trasombra rostros graves
y hunden sus manos en la luz, deliran
sus ojos un instante y se retiran
temblando en su fondo, sombrías aves.
Se adentran suspirando en mar las naves
do sol tundido en remos y deliran;
hondas suspiran, cantan, giran, viran,
bogando en desazón, volando suaves.
Oh, su pasar, su entrarse en nubes puras
de sombra dolorida, oh su encimarse
por bocas de espesor, arpas de miedo;
cuerdas de amor batiendo las amuras,
ramos de viento a golpes de encanarse.
O su quedar temblando en el denuedo.
(Fábula del tiempo, 1969)
EN LA NAVE DE ULISES
Ven a cantar despacio, ven ahora
a ver el Cabo de Oro, cómo crujen
palabras encendidas bajo el peso
de las palmeras.
Ven a contemplarte
a la luz de un espejo desconchado,
a verte bracear y dar el vuelco
con la nave de Ulises.
Un instante
alzar el vuelo en los acantilados,
resplandecer como un halcón en llamas
y ver sobre las olas la ceniza
que nunca acaba ni al amanecer.
Di dos palabras nada más y corre,
húndete en barro azul,
relampaguea
para escuchar la voz de las tinieblas,
los cantos circulares en el fondo.
Un golpe suave de columna herida,
un arco de violín, un agua apenas
rozada por la pluma del silencio
o una caricia bajo el sol de estío.
(El libro de las fundaciones 1973)
XI
Antes de alzar las copas cuida el viento
de serenar las cumbres,
oscurece
las bocas de la tierra.
Pasa el mundo una vez
y el sueño permanece,
no se cansa
de contemplarse en llamas.
Iluminada tierra
por un sol en su adentro.
Ahora el incendio es voz,
carisma de la noche,
sólo lo extenso gime
y ofrece en la materia sus relámpagos.
Se enciende y no se cansa
la tierra de elevar sus copas.
(Paréntesis de la llama, 1975)
HACIA LA LUZ DEL ALBA
Arriba, más arriba, más allá de las brasas
que el viento apaga al fondo de las peladas cárcavas,
más allá de los árboles templados como espadas,
marcharás algún día hacia la luz del alba.
Cuando el día se duerme y la noche no acaba,
cuando despierta el bosque los susurros que ladran,
por un sendero oscuro hacia la luz del alba.
Cuando el clamor del río zumba en música helada,
cuando el silencio es polvo del sol, ceniza blanca,
cantando con el viento hacia la luz del alba.
Por las rutas que tejen cañadas solitarias,
por las sendas dormidas que van a la montaña,
cantando río arriba hacia la luz del alba.
Para subir al bosque por gradas encantadas,
para llegar del mundo al fondo de tu alma,
limpio de polvo ciego hacia la luz del alba.
La noche se ha encendido, la tierra está callada,
de los labios del cierzo vienen voces lejanas,
la cumbre se adormece mientras cantando bajas
alto, desnudo y libre hasta la luz del alba.
(Baladas a dos cuerdas, 1979)
EL BOSQUE ILUMINADO
A mi hija
A sus ojos oscuros asomaba
y toda su figura preguntaba con un desdén gracioso,
y yo le respondía sin palabras, sentado avaramente
en el sillón, callando. Y ella me contemplaba
ausente y silenciosa, detrás de sus muñecas
enceradas de sombras amarillas, con un aire
muy serio, como de estar pensando en cuanto
yo callaba,
aquello que ni en sueños entreveía.
Después dialogaba en voz muy baja, a solas,
relampagueo audaz bajo unas aguas de fondo recogido
por sus ojos
y dicho en desconcierto natural. Tenía dudas
y airosa caminaba por un reino de estrechos laberintos;
se podría oír su caminar dentro de un bosque
con un fulgor severo que nunca imaginé. Ahora podría
traer un río atado a la cintura
o una luna arañándole los pies,
o un eco como un pájaro en sus manos,
un corazón de niebla deslumbrante,
o un arcoíris con su flor en cinta
prendida a sus cabellos.
Segura de sus juegos, dominante,
como una diosecilla enajenada.
Con todo el indomable poderío de su debilidad.
(Meditaciones de media noche, 1982)
XI
Se detuvo en la tarde, golpeando en la puerta
de la cabaña oscura y, sin pisar las flores
que lentas desmayaban bajo la luz de mayo,
en la línea que fundó el tiempo, más allá,
"No cantarás", decía, "perdido en la frontera
de las rosas dobladas contra las atalayas".
"¿Quién eres?", respondía, "¿Quién eres, sombra fiera
de una edad que sucumbe? Aún rinden los manzanos
sus pomas en otoño y los cabrones montan
a sus hembras rendidas en las escarpaduras".
"No cantarás", me dijo, "cuando se encrespa el mar
y las cañas se doblan y lloran las estatuas".
Su voz era en la luz como un barranco
y se perdió en la sombra roja de los morales.
(Caverna del sentido, 1992)
SE OYE EN LA NOCHE EL RUISEÑOR DE KEATS
I
No eres real. Como irreal parece el sortilegio
de tu canción, que alguien oirá, o acolchado en la grama
donde el cielo delira, o acuñado en las lianas
que besa el manantial. Por eso cantas al atardecer,
cuando el tiempo suspende sus algaras y vagan en la luz
libres los pensamientos de tantos rezagados
desterrados del sol. Y así, al tender la noche
sus alas silenciosas, las sombras, esas hijas aliadas del deseo,
mal de la intimidad, brillan bajo la luna y tú te entregas,
liberado de amores, a cantar tus amores.
II
La noche no es nostalgia de la noche
que lloran los amantes, atados a sus sombras con cadenas,
ni el tormento del mar que desespera el curso de los astros,
ni el sentimiento triste que doblega las rosas en sus fundas de luz.
Ni fábula de infancia ni elegía de turbia adolescencia
o enfermedad del cuerpo juvenil que aquí dobla sus brazos
entre plumas de hiedra. Es oscura delicia de la carne
transfigurada al aire donde tú te abandonas
y con gruesa garganta deslíes el florilegio de tus voces
en fresca adormidera, tan contraria a la muerte.
III
Quién sabe si la luz, atormentada esencia
de oscuridades íntimas, no será la fragancia
que unos seres dormidos exhalan como incienso
primaveral. Materia en que fermentan nuestros sueños.
Y al despertar, aún ciegos, sondormidos
bajo el motín terrestre de tu voz, contemplamos
un mundo del revés, azul desvanecido en las florestas,
dolor universal templado en tu quimera vigilante.
Más allá del lenguaje donde nombrar es música,
más allá del amor donde la luz es solitario canto.
IV
Ni muerte ni campanas. Dormidos o despiertos,
las campanas anuncian la ternura de un mundo
inclinando su frente hacia profundidades vegetales.
Pues, vegetal el mundo, de la ciega crisálida
de tu interior renace, llorando como un niño
en el vientre materno.
Y el aire, cuna y cisma de senderos fragantes,
suena porque tú cantas, pastor de soledades escarchadas,
que apacientas anémonas en floreciente prado.
Allí donde la muerte es tan sólo hermosura
y candor de velar la vida en el temblor de la poesía.
V
¿Qué das a saborear en sorbos breves? ¿Qué sabemos
después de haber palpado el cuerpo del abismo
con mano tenebrosa? ¿Qué operación ajena a los sentidos?
¿Esto es celebración o réquiem funeral? ¿Es el veneno
que apura en la espesura un corazón embriagado entre frutales
o el agua en que se hechiza todo fuego ancestral?
Desvanecerse no, ni desaparecer, sino en el lance efímero
de un adiós a otro adiós, de la pasión del páramo
al manantial que trina, del licor destilado de granadas
al espacio irredento que inaugura su canto.
VI
Lugar fuera de espacio por el que respiramos
olores más concordes con tus invioladas violetas.
No ese cálido Sur que imaginabas con el día
de desmayado nardo y alma languideciente.
La desnudez del sol, la eterna vacación de los sentidos
cuando el cuerpo libera sus gastadas imágenes
para oír de rodillas la arenga del clarín
en la noche apacible del resplandor primero.
Tiempo sin tiempo en que desiste herida la intimidad,
con el mar en los brazos y el cielo reposando en otras islas.
VII
Si esto es morir, saber que ya no somos extranjeros
de otro mar y otros climas, que la melancolía es embeleso
del silencio sagrado en que tu voz se exalta,
la vida no es lamento de miserable rima
o fúnebre canción. Si esto es la poesía,
tomar el pulso a la niñez del agua,
un idioma anterior a la vida y la muerte,
facilidad de andar siempre desnudos con el alma en flor
por los altos de mayo, tu música no miente.
Dormidos o despiertos, una campana está tañendo sobre el alba.
(Más allá de la fábula, 1998)
LA CASA ABANDONADA
Y nuevos inquilinos recorrerán las salas
de la casa vacía. Abrirán los balcones
y dirán: "¡Cuánto polvo, Dios mío, cuánta borra!
Que aliente el corazón podrido de la casa.
¿Quién vivirá aquí? ¿Cómo podrían sus dueños
soportar está fiebre de maderas roídas,
las resquebrajaduras de las persianas rotas,
sucias y carcomidas por la humedad y el sol?"
Y una mirada obtusa sorprenderán al fondo
del pasillo de nieve y unas manchas de aceite
sobre ajados papeles con cenefas doradas,
trizadas por los gatos. Quizás vean pasar,
con terror en los ojos, sombras desventuradas
saltando del espejo blanco de las baldosas.
Aún se oirá el jadeo de tantas pesadillas
y el gotear del grifo sobre la fregadera.
Y la luz de otro siglo entrará por el cielo
de las altas ventanas y barrerá las sombras
y ya no quedará ni un aliento ni un roce,
ni señales de muerte de quienes habitaron
estas viejas estancias.
(Augurios y leyendas de un tiempo que se va, 2000)
LAS VOCES DE LA NOCHE
A Isabel Tello
Aún andarán dormidos los trigales del sueño
y se oirá la voz en noche misteriosa.
Quizás nunca sepamos lo que la voz dirá.
Pero el semblante airado del viento en las cañadas
o la fresca sonrisa del sol en las lagunas
nos hará recordar y habremos entendido.
No he tenido una casa, pero podría alzarla
en la franca ladera de la voz de la noche.
No he tenido un espacio para mi sentimiento,
pero la poesía que llega del silencio
donde suena esa voz me acerca más a ti.
Aún estarán dormidas las campanas del agua
y entrarán por mi sueño las doncellas del mar.
No sé lo que dirán cuando despierten,
ni la voz que jamás sabremos qué dirá.
Mas estaré despierto y sabré que mi vida
no habrá escuchado en vano las voces de la noche
que me llevan a ti.
(Confesiones en víspera de domingo, 1996)
EN EL JARDÍN DE EPICURO
El platanar extiende su sombrilla de seda
en la hora otoñal. Y mientras los amigos
conversan en el fondo del jardín sobre el dolor de la sabiduría,
el estrago y las ruinas de la inteligencia,
canta Pan a lo lejos, exaltando entre frondas
el ardor de la carne, el placer, sus venturas,
los éxtasis del cuerpo juvenil.
Crotoran codornices en los verdes sembrados
y una voz que la fiebre del día magnífica
en el aire dorado de la luz sólo dice:
"De oro tanto cuanto pueda el hombre
transportar." Un ruiseñor deslíe
sus notas cristalinas en las zarzas del río,
rumorean abejas en torno a los estanques.
Allá en la bruma fulgen torres resplandecientes
y vuelan extasiadas las palomas
sobre los cenicientos olivares.
(Cabaña de la luz, 2002)
EL OLIVAR
En mi memoria surge un olivar nocturno
con la luna espectral dorando los olivos.
Mi padre está subido a una blanca escalera
y varea las ramas cargadas de aceitunas.
Canta y su voz resuena, llevada por el viento,
en no sé qué rincones extraños de la noche.
Mi hermano por abajo va extendiendo las lonas.
Ahora sale mi madre del fondo, va de negro
vestida y, silenciosa, se dirige hacia un claro
de terrones azules. Viene con un cestillo
ignoro de qué ofrendas, si alimentos o flores.
Yo me veo sentado sobre un banco de piedras
y mi madre me dice: Hijo mío ya es hora.
Nada más. En silencio nos fundimos los cuatro
y el olivar destella como un ascua en la noche.
(Consagración al alba, 2004)
LA VOZ DEL VIGILANTE
¿Ves el sendero blanco que, bajando del monte,
se pierde en la dorada lejanía
y entre brumas se borra de tus ojos?
Allí termina el fin del laberinto
que anunciaba el fragor de las altas cascadas
y hacia él te encaminas.
Desnudo y solitario,
como cuando naciste con el dolor de tu madre
y el dolor más terrible de nacer otra vez
en la tierra de nadie donde lloran los árboles
y enmudecen en los pájaros.
Vida, sueños y amores
dejarás cuando suenen las campanas del alba
y alguien recuerde al sol que ya no estás aquí,
que te fuiste en silencio como cuando llegaste.
Que todo sigue igual, como si tú jamás,
sombra de luz en sombra, hubieras existido.
(Hacia el final del laberinto, 2010)
MIS GALGOS ME AVISARON
Al poeta de Moguer
El sonido glorioso que llegaba
-¿de dónde fue, de qué tierra o qué cielos? -
me era conocido. ¿Yo no tenía
corazón, o no tenía la garganta
para amar y oír, cantar a la sombra
el sonido de esa luz meridiana?
¿Dónde estaba? ¿En brazos de qué amores,
bebiendo sin querer el aire silencioso
de mi melancolía, despistado?
Lejos del centro puro y escondido
por donde iba a llegar la mensajera
a avisarme con palabras encendidas.
Venían de correr mis galgos al viento,
traían los pies sangrantes de espinas,
y me lo decían con ojos candentes.
De ser oído y ser cantado siempre
en ese son por gargantas dichosas.
¿Quién podría saber a cuántos seres
habrá tocado en sueños con su música,
su luz desnuda, magia del silencio?
(Magia en la montaña, 2013)
LO SAGRADO Y LO TERRIBLE
A mi madre
Lo sagrado quizás sea el momento en que aprendemos
a estar bien con nosotros y prolongar el plazo
de su revelación, no es más que el gozo de saber
que estamos desnudos, como el pez en el agua,
ajenos a los trances del vivir, como en la eternidad.
Lo claro no es saber sin más, sino sentirnos dueños
del tiempo venidero, pues se ha cumplido
el pasado que estaba madurando en cada instante.
Luego, si estamos ya, vano será esperar estar un día,
pues sería como asistir al espejismo de la realidad.
Pero no hay espacio menos firme en su asentir
cuando nos instalamos frente al tiempo, y así lo vemos
ahora en el trance fugaz de desaparición.
Ingravidez del ser, materia de incertidumbre,
cuando vuelan las formas de las rosas que mueren
en invierno, imagen de desencanto de la edad.
¡Oh privilegio de lo sagrado, mundo fascinante
que empuja los deseos en el claro deslinde
de otro mundo terrible y sobrecogedor!
Oh soledad, te escucho, madre en la noche blanca,
que me trajo a este mundo tan arcano.
(Revelaciones del silencio, 2015)
AUSENCIA OSCURA
Dijo alguien: La poesía es un poder
que no tiene poder; de ahí lo imposible
de que otros poderes la absorban. Esto es tanto
más posible por cuánto que la poesía
se manifiesta como poder imposible
del lenguaje: con quién hablo, y por quién hablo,
si no soy más que presencia en la ausencia
desconocida del lenguaje.
Estás dentro de un cuadro, te envuelve allá
la luz, y se diría que estás nadando en luz,
pero te falta el aire del interior
en la exterioridad. Sólo rompiendo el cuadro
soltaría el aire y se descompondría
la figura en un soplo de blancas cenizas.
No existe el lenguaje que me pinta, está
más allá de las cosas. Pintura y poesía
son vehículos de muerte; crean fantasmas
inmóviles en un lugar; se apeó un personaje
entre nubes de polvo y quedó allá la figura,
una imagen doblada de la realidad
impersonal, su sombra.
La magia del mago en un juego de cartas
nos pide elegir un naipe de la baraja.
La magia del experimento da un giro a la vida:
de la sombra vemos la luz, mando claro
de la imagen, su doble.
Todo es posible en el aire poético, el poder
reside en el poeta. ¿Qué importa el poder?
Lo perderá ¿qué más da?
(Apología simbólica del jardín, 2017)
MANUEL MARTÍNEZ-FOREGA (Molina de Aragón, Guadalajara, 1952). Licenciado en Filología Hispánica por Universidad de Zaragoza. Poeta, ensayista y traductor, ha publicado más de 35 títulos en esas disciplinas. Ha dado a conocer en España a poetas como Josef Kostohryz o František Halas, entre otros. Su obra está traducida al checo, búlgaro, rumano, ruso, italiano, alemán, inglés y portugués. Posee el Premio Búho a la labor editorial y el Premio Imán a la trayectoria literaria. También obtuvo el Premio de Poesía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1986), el internacional "Miguel Labordeta" de Poesía (2005), y el Premio Poesía de Miedo (2009).
|