ALGA Revista de Literatura nº86 - primavera 2022
Dirección:
Goya Gutiérrez
Edición:
Grupo de Poesía ALGA
Responsables de la edición del presente número:
Goya Gutiérrez
Enric Velo
Maquetación, composición y diseño web:
Enric Velo
Portada:
Remnants de Kayoko Tomono
Sumario
http://revistaliterariaalga.com/
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Lecturas. Textos comentados
CARLOS FERRER
CARLOS FERRER ejerce la crítica desde 2014 en la revista literaria quiteña Rocinante. Miembro de la Academia de Artes Escénicas de España, ha publicado artículos en revistas de Bulgaria, Brasil, México, Serbia, Nicaragua, Ecuador, Colombia, Uruguay, Chile y España y ha participado como ponente en diversos congresos, como los del centenario de Miguel Hernández y de Juan Gil-Albert. Autor de cuatro libros publicados, es responsable de las ediciones de las antologías poéticas de Antonio Machado Soñando caminos y de Miguel Hernández Me llamo barro, impresas por la editorial quiteña Libresa. Ha sido jurado en premios como el Ciudad de Villajoyosa 2007, Azorín 2016, Ciutat d'Alcoi 2016, Antoni Bru 2017, XIV Biennal de Novel.la Vila d'Onil, I Bienal de Poesía Carlos Sahagún 2017 y el Premio de la Crítica 2017. Es el responsable de la antología Ecuador en corto, que la Universidad de Zaragoza publicó en 2020.
El cadáver que envejece dentro de su tumba
de Elisabeth Quila
Vaso Roto, Madrid-México, 2020.
Novela, 224 pp.
La narradora ecuatoriana Elizabeth Quila Hussmann es una voz desconocida para el lector español, ya que ha desarrollado su trayectoria literaria en el país andino con publicaciones como las novelas Cristina y El amante despiadado, el libro de cuentos Travesti de almas y el poemario Oblivion, entre otras. Radicada en EE. UU., Quila se suma con esta novela a la eclosión que está viviendo la literatura ecuatoriana en los últimos años en España, fruto de la fertilidad inusitada del país andino, el cual siempre ha llegado tarde para asimilar los movimientos literarios. Los autores ecuatorianos que están publicando en España (desde 2020, además de Quila, podemos citar a los narradores Javier Vásconez, Ernesto Carrión, Mónica Ojeda, Gabriela Ponce, Natalia García Freire, Augusto Rodríguez, Miguel Antonio Chávez y María Fernanda Ampuero) no vienen con una proclama o un manifiesto bajo el brazo, sino como francotiradores de la palabra, los cuales plasman una realidad no referenciada en el pasado, sino en el presente y buscan ahondar en lo profundo que habita el ser humano, en la indagación de las ruinas de la existencia. Ellos han contribuido a que Ecuador salga un poco de la reclusión interna de su literatura, conocida fundamentalmente intramuros (la distribución es el problema endémico del sector editorial), y que muestre la superación del anquilosado realismo social, pero sin voluntad parricida ni ataduras referenciales. Curiosamente podemos afirmar que los autores que menos repercusión mediática han tenido y más desapercibidos han pasado son los que mayor interés literario tienen, ya que la exuberante repercusión mediática difiere de la valoración crítica. De hecho, otra de las carencias del sector del libro en Ecuador es la predominante ausencia de una crítica especializada, que oriente al lector a elegir con criterio su próxima lectura, más allá de las fugaces modas y tendencias enjutas.
La editorial Vaso Roto ha realizado una apuesta quijotesca por la nueva novela de Quila, que ha permanecido orillada por el aluvión semanal de novedades que soportan estoicamente las librerías españolas. Estamos ante un texto confesional, que desnuda un interior atormentado, una quebrada inestabilidad, un equilibro alterado por un desgarro interior, el repliegue emocional producto del miedo a no saber gestionar la propia vida, una fragilidad punzante que puede llegar a bloquear cualquier consuelo hasta el punto de que toda seguridad resulta aparente. El tiempo puede ser un hacha de seda que cada día intenta cortar carne con su filo, pero siempre deja paso a la aurora.
Los protagonistas de esta novela parecen estar abocados inexorablemente a la desconcertante tragedia, a la angustia indisoluble, a la pacata cotidianeidad de una vida que es la sucesión de momentos, donde reina la espantosa incertidumbre de la herida sin cicatrizar del día a día. Los protagonistas escrutan y se asoman a los abismos para transmutar el lamento y el enigma de la aquiescente existencia en una cámara de ámbar, donde ha quedado prisionera la conservadora conciencia social de una época. Quila refleja sin tamices y sin alacridad el dolor, la zozobra, el sufrimiento de dicha veta confesional, el lacerante silencio entre intervalos. Carmen, Robert y Ed, unas memorias, "orfandad de origen", la aciaga posguerra, la crudeza de la pobreza, la enfermedad inmanente, los inquietos deseos reprimidos y esa omnipresente "sed de amor", que todo lo condiciona. La estructura alambicada de la novela, la profusa alternancia entre la primera persona y el narrador omnisciente y la rotura de la línea temporal disipan la tensión narrativa y hay momentos en que deambula por su propio rumbo sinuoso.
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