LA HIJA DEL ASTRÓLOGO
A Christine de Pizán
Mirar las estrellas para saber a cuál pertenece
(el designio…)
Adivinar cuál será entre los cúmulos,
acaso Alfa Centauro o aquel cintilar azul o el Venus gigantesco
No
dejar nada a la suerte (el azar); mejor distinguir el astro para situarlo en su corazón
por siempre…
Ella mira a su padre girar la rueda de los pergaminos. Lo observa tomar de ésta un manuscrito
y descifrar los símbolos celestes al desplegar la miniatura sobre su mesa;
ve cómo el astrólogo toma una esfera y la sitúa frente a sí para mirarla al trasluz;
también ve cómo dispone el astrolabio conforme el mapa del cielo que ha consultado
Sí,
eso quiere para ella. No el huso y la rueca sino la esfera:
observa su centro despertar en resplandores mínimos, encuentra en ese hervidero de fotones
muchos caminos para descifrar y nombrarlos y encontrar y nombrar el suyo,
el propicio, el incuestionable,
(la fuerza)
ella,
apenas niña…
Del cielo elige, finalmente, un prisma de matices y vórtices titilantes
que me sea una constelación favorable, -murmura para sí.
Sabe que el prisma será su Astro, uno entre todos, y se lo indica a su padre;
su padre quien busca en sus libros la Casa a la que pertenece el enjambre,
una entre todas,
el astro:
(3) γ Algieba, la doble corona:
(2) β Dafira, elipse más grande que el radio solar,
(1) α Regulus, la más brillante,
Sí,
Cor Leonis aurada por el Sol
ella,
apenas limen
que sin saberlo todavía,
enfrentará las coartadas de la Vía Láctea,
construirá la Ciudad protectora.
Hija y padre, entrelazando sus manos, toman la esfera en cuyo interior brilla el corazón elegido
por siempre
(el designio, el azar, la fuerza,
el designio que le dio el azar, el azar que le dio la fuerza, la fuerza que le dio la sangre,
el designio, la fuerza, el azar que le dieron la sangre y la carne).
Sí,
el padre lo sabe también;
pronto anotará las coordenadas con azur especular en su libro de estrellas aguardando en
secreto el día en que la hija o alguien, en el tiempo, descifren el nombre y la ruta de lo astral.
Ambos sonríen, mirándose uno al otro
sí,
por siempre.

MAÏS
|