MADRE JOVEN
Te recuerdo dormida.
Tu hermoso rostro color sepia
y una leve sonrisa a punto de resbalarse, cielo abajo.
La muerte era un islote
que no aparecía en ningún mapa.
No había que nombrarla
ni bucear en sus orígenes, los nuestros.
El trato era guardar bajo candado
los mejores momentos
entre los falsos brotes de los años robados.
He cumplido mi parte. Aún respiro
y las hermosas elegías a la isla remota
me siguen engañando.
Siento briznas de aire raído en los pulmones
y un vendaval afuera.
Morías joven y dejabas,
junto a mí, un universo
que retumbaba a lejanía,
a sirena de un buque que penetra la niebla.
Viniste a sufrir como todos nosotros,
pero tu lo sabías.
El tiempo ha discurrido a tu favor.
Hoy soy mayor que tú y este camino
deja de bifurcarse.
Podré sellar tu muerte con la mía.
|

MAÏS
DÍAS PEQUEÑOS DE PANDEMIA
Estos días pequeños
viven tiempos difíciles.
Una amenaza encrespa sus cabellos,
vana defensa bajo el fuego enemigo.
Estos días son tristes, no se besan
porque no tienen labios.
Olvidan las palabras, encerrados
en oscuros minutos sin memoria.
Tienen miedo a enfermar,
a morir solos
sin que otro día amigo
les sostenga el aliento.
Estos días pequeños necesitan
jugar con otros días,
ir a la escuela a aprender un oficio,
hacerse días de provecho,
tomar el aire, el sol,
acudir a conciertos y a teatros,
ir a la iglesia
a rezar por sus muertos.
|