ALGA Revista de Literatura nº85 - otoño 2021
Dirección:
Goya Gutiérrez
Edición:
Grupo de Poesía ALGA
Responsables de la edición del presente número:
Goya Gutiérrez
Enric Velo
Maquetación, composición y diseño web:
Enric Velo
Portada:
Escultura de Maïs (Jorba)
Sumario
http://revistaliterariaalga.com/
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Poesía
ALEJANDRO CÉSPEDES
ALEJANDRO CÉSPEDES (www.alejandrocespedes.com) tiene publicados 15 libros de poesía y obtenido, entre muchos otros, los premios "Hiperión", "Jaén" de poesía, "Blas de Otero", "Premio de la Crítica de Asturias", "Ángel González", etc. Ejerció la crítica de poesía en La Esfera de los Libros, suplemento cultural del diario El Mundo; fue miembro fundador y del Consejo Editorial de la revista Número de víctimas y responsable del Área de Poesía de la revista La Cultura de Madrid. Ha publicado sus poemas en la revista Ínsula, en los diarios ABC y El Mundo, y en la mayoría de revistas literarias españolas. Desde 2009 a 2011 codirigió el programa de poesía Definición de savia en la radio del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y en la cadena SER fue responsable de la sección de literatura y teatro del programa Café con hielo.
Y está bien que de tanto en tanto se produzcan cataclismos que nos inciten a volver a la naturaleza, es decir, a reencontrar la vida. El viejo totemismo de los animales, de las piedras, de los objetos cargados de electricidad, de los ropajes impregnados de esencias bestiales (…) Toda cultura verdadera se apoya en los medios bárbaros y primitivos del totemismo, cuya vida salvaje, es decir enteramente espontánea, yo quiero adorar.
Antonin Artaud
Pedir perdón para que el mundo aprenda
el camino de vuelta.
Nunca es útil dar nombre a lo perdido
y aún así rebuscamos en todas las orillas el señuelo.
Somos los habitantes de una escenografía
edificada a expensas de otros ojos,
vida que se parece a nuestra vida,
un universo exhausto al que seguimos
esquilmando de forma irreversible.
Las funciones de nuestros teatrillos
convierten las preguntas en sillares de un muro
donde van a estrellarse nuestras lamentaciones
y luego desembocan como lágrimas falsas
en océanos hechos con un puré de plásticos.
Siempre es así, de forma ineludible,
en la ficción de lo que construimos
y nada nos confunde,
y nada nos conmueve.
La crueldad y el símbolo
quieren aparearse dentro del mismo espacio.
Pronto no habrá cobijo.
Las muecas de las máscaras
administran su cruel procedimiento
de una forma tan leve y tan constante
que consiguen que duren
exactamente igual
la representación y la existencia.
Pero la suma de ambas
nunca produce números reales.
Cada cual se divide a su manera
por una extraña herida
que no sabe curar ni emponzoñarse.
Godot no es más que un círculo vicioso
preñado de gangrena.
El punto de partida del que irradian
todos los avatares de lo que estamos siendo.
A nuestro alrededor solo hay pedazos
minúsculos, roídos, de una antigua conciencia
y en el remordimiento solo crecen
los dioses mercachifles del progreso.
Éxito irreversible, crecimiento que todo lo trocea
y hace de sus pedazos materia intercambiable
que crece y se alimenta de sí misma,
igual que ese animal atado a una baldosa
que agoniza en la página
cuarenta de este libro.
Y no lo comprendemos,
el mundo nunca aprende, nunca olvida.
Todo lo que extinguimos, devoramos,
consumimos, nos atrapa en el centro
de la succión de sus alcantarillas.
Alguien obsesionado
en pesar la ilusión del rendimiento
echa en los dos platillos
la materia fugaz que desechamos.
Lo inorgánico crece
en el centro de un bosque de silicio.
El viejo totemismo
que profesaba Artaud hace casi cien años
se niega a sospechar de la nostalgia.
Ya no hay dolor en el resentimiento
ni tampoco hay herida.
La mandíbula experta del olvido
rumia pausadamente la palabra perdón,
nuestro camino,
que a fuerza de dar vuelta se ha hecho un círculo,
se acuesta sobre su propio lecho
aunque ya solo sirva
para amar el recuerdo de la herida.
Formas de consumirse
desfilan por delante de unos ojos en llamas.
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MAÏS

ENRIC VELO
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