TURDUS MIGRATORIUS
(El petirrojo)
Algunos pájaros
inventan sombras:
canta el espejo.
En la rama del saúco
soy como cualquiera,
pero ante mi reflejo
en los ventanales,
sí llego a ser otro
y asombrado me enfrento
a ese intruso impostor
que compite con mi vuelo.
Me transformo en papalote, rayo de luz,
me alzo volando y regreso,
siempre con mi Doppelgänger.
En vano trato de asustarlo,
para que se vaya y me deje solo,
sin embargo persiste en ser yo
y me hace perder los estribos.
Mi lucha es agotadora:
nunca logro ganarle la pelea.
Soy en extremo territorial,
ni siquiera comparto
el agua con otras aves.
¿Será egoísmo crónico?
Mi glotonería es una voz sutil
que irrumpe en espirales imperceptibles.
Trazo rutas y espío sin descanso a mis víctimas:
gustosos insectos en mi campo de visión,
dos potentes cámaras a los lados de la cabeza.
Canto hasta que las estrellas confiesan ser brújulas:
cheer-upií cheeriliií cheer-upií, put-put-put-put-put,
murmullos ascendentes
cuyo tono con ligereza desciende.
En el desierto
soy pájaro gris de pecho rojo,
cabeza y cola oscuras.
Mi barbilla blancuzca
se mancha a menudo
con arándanos jugosos,
mientras perfecciono
el acto de saborearlos.
Del libro inédito Aligrafías novomexicanas
Estas Aligrafías novomexicanas están dedicadas a Farid ud-Din Attar, poeta persa del siglo XII, autor del singular El coloquio de los pájaros, cúspide de la mística sufí. Una gran deuda de estos poemas es con los japoneses Matsuo Basho, Takarai Kikaku, Yosa Buson y Kobayashi Issa por sus inigualables haikús de aves como espejos del infinito.
|

CARLOTA CAULFIELD
|