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[En les Cents Fonts. Centenares de metros más abajo, barroca y silenciosa, la ermita de la Trinitat en la tarde de agosto]
Llega el momento de reconocer nuestra radical soledad y diferencia con el resto de los seres. Insalvables ambas a pesar de cualquier pensamiento unitivo. Incurables ambas por más que les apliquemos tratamientos de solidaridad. Cristianismo, comunismo, ecologismo, feminismo, ONGs: todo se derrumba.
Cuando naces, sólo naces tú. Cuando mueres, sólo mueres tú. Cuando enfermas de gripe, aunque enfermen millones de personas a la vez, sólo enfermas tú. Porque somos un cuerpo, porque somos sólo nuestro cuerpo, y eso ninguna mente, ninguna ideología, ninguna cultura lo podrán remediar.
Aunque grites en un campo de fútbol con cien mil personas a tu alrededor, el que está gritando sólo eres tú. Ninguno de los 140.000 cuerpos de Hiroshima murió en lugar de otro cuerpo. Piénsalo. Tu cáncer es tuyo, no del médico que te lo anuncia. Tu óvulo fecundado es tuyo. No del hombre que te ama, o de tu violador. Piénsalo. O no lo pienses. Será lo mismo. Será tu soledad. No hay forma de escapar de la casa del cuerpo. No hay noche oscura. Ni escala, ni disfraz, ni camino. No existe amor suficiente para salir del cuerpo. Esa patria, cálida y cruel, en la que no puedes ser extranjero y que te convierte en extranjero irreparable en la realidad. Nacer, vivir, morir, las cosas que hacemos y nos suceden a los cuerpos, son verbos intransitivos. La biología es intransitiva. Ninguna cultura lo corregirá.
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EZRA POUND ESCRIBE SU ÚLTIMO POEMA
Yo también he intentado
escribir el paraíso.
Un hombre sin palabras:
eso era el paraíso.
Que los seres que he amado
me perdonen
no haber sido feliz.
Que los seres que he amado
me perdonen
no haberlos hecho felices.
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