LIENZO DE COLORES
Con la calidez del fuego apaciguado me recibe el otoño silente,
en sus brazos abrigo mi cuerpo,
consuelo mi llanto,
me abandono a los recuerdos de viejos veranos
mientras el invierno prepara su viaje.
Las pupilas de mi ayer van tomando vida en el cuadro del salón.
Se entrelazan los colores en el lienzo de mi infancia,
guirnaldas amarillas refulgen en su piel,
un fondo rosa de ingenuidad se desnuda ante lo incierto del mañana,
y una alfombra aceituna, sedienta de lágrimas amables, sonríe a las nubes.
Vuelan mariposas vestidas de arco iris,
una rosa extraviada coquetea, juguetona, con la brisa,
buscan su camino las alondras,
nada existe más allá que enturbie la semilla del futuro.
Encerrada en la burbuja de mi fantasía,
busco esas pupilas que adormecen mis desvelos,
pero ya no están.
HUIDA
A través de la ventana observo la soledad de otro atardecer.
Este paisaje de invierno, abrazado a la melancolía,
me encoge por dentro,
qué extraña sensación me invade.
Me pregunto si las sonrisas prisioneras tomarán de nuevo la calle,
si los niños, con sus juegos, aliviarán el mutismo de los parques,
si los abrazos sobrevivirán al invasor que nos acecha,
si el puzle que construimos perderá más piezas en este absurdo viaje.
Tantas incógnitas me asaltan
que a veces huyo de mí para que la escarcha no me arañe
y en mi yo de flaqueza
entretengo el pensamiento con la melodía de las aves
buscando esas notas que me abriguen cuando la noche se acerque.
Nunca fue tan largo el tiempo en las horas del reloj.
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