EN EL BOSQUE PROFUNDO
Las zarpas que acunan
no por ello han perdido su acero
ni se han desvanecido sus blandas palmas
cuando desgarran.
Qué soberbio animal
el que pueda conciliar la furia
con la ternura
y no sólo ser poseído,
inconstante títere,
por una u otra.
Hacer trizas la jaula del corazón,
transformar a la bestia,
abrazar el dolor de perder el camino
y la casa
para seguir el curso de los árboles
y las estrellas.
En el bosque profundo,
nada nos es extirpado.
No hay paraísos fáciles
ni remedios.
Mientras os amo,
qué voy a hacer con las dos caras
de mis manos
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EL SALTO
Mirar la vida desde aquí da vértigo
mientras se nos disuelve el mundo,
estallan en su muerte las estrellas,
emergen luces engañosas,
amarillean las cuartillas
y el existir
sigue gritando nuestros nombres.
Ya no podemos llevar en brazos
todos los trastos,
ni recordar cada momento,
ni averiguar de cuántos materiales
está hecho el corazón que nos mantiene.
El ser nos exige el olvido
para poder hacerse una amalgama duradera
abrir la envergadura y volar
confiando
en que nada se pierde en el camino.
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