Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el Reino de los cielos.
¿Y yo qué?
¿Vas a dejarme hambriento de saber, sediento por querer...?
¿Hablas del poder?
De los destellos equívocos del oro de hombre.
Del ingenio ignorante que confunde.
O de incrédulos
que rechazan tu soplo como ignoran tu Reino.
¿De quién hablas?
¿Del frágil que se salva?
¿O del espíritu breve que no vino a arrebatar púlpitos?
¿De la carne reposada
como pechos de azahar en tu horizonte blanco?
¿Y al que negro sobre negro bebe,
zozobra al abismo
y no se perdona?
¿A ese lo abandonas a su infernal cabeza?
O hablas del que inventó el destino para culparlo de sus errores
o a Dios para hacerse perdonar.
El que vive en azul ya es cielo y luz.
¿Y yo qué?
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IN MEMORIAM para mi madre
Tus ojos de miel alimentaban la vida.
Las nubes no se atrevían a incomodar tu altura.
Natural era tu código de paso.
Madre, la llave de tu corazón.
Tu cuerpo tierno, ya postrado,
a la espera
de la pompa aun fúnebre,
recogió nuestra lluvia de llantos,
el estupor de la pérdida,
el hueco por el que caímos.
Vértigo absoluto.
Quietud perenne
sin remedio.
Simple, simple.
Tu oído voló con el alma.
Todo lo no dicho quedará en la boca.
Ya no me nombrarás jamás.
Las palabras caerán como un otoño eterno.
Lloverán cenizas esta primavera
que cubrirán de plata los geranios.
Y yo soñaré tu mirada en mis ojos.
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