ALGA Revista de Literatura
nº83 - otoño 2020




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Dolça i salada, de Elvira Rodríguez Roura


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Poesía

    MARTÍN LÓPEZ-VEGA

    MARTÍN LÓPEZ-VEGA nació en Póo de Llanes (Asturias) en 1975. Su poesía está resumida en el volumen El uso del radar en mar abierto. Poesía 1992-2019 (La Bella Varsovia, 2019).

    DEMASIADA MEMORIA

    Agendas viejas. Bosques en mayo. Camisas
    compradas cerca de la playa. Cicatrices, una.
    Tengo demasiada memoria. El ovillo de hilo
    rueda y yo le sigo, de eso se trata, nadie
    querría ser el que recoge hilo sucio. También escuché
    a Mozart en Nueva York, pero cuando suenan
    esas notas a donde vuelvo es a aquella iglesia
    de la Via del Corso. Demasiada memoria.

    Tenías el colchón en el suelo. Eso lo recuerdo.
    Y también la cuesta que llevaba a tu casa en aquella
    calle oscura, detrás de la estación. Me grababas
    en una casete tus canciones favoritas y luego
    traducíamos las letras. Recuerdo más cosas,
    desde luego, pero esto es lo que llega ahora,
    como el olor que nos sorprende en la calle
    y nos devuelve un rostro, otro paisaje, más vida.

    No quiero escarbar más, recuerdo demasiadas
    cosas. Se me ha ocurrido decirte: recordarás tal vez
    el día que nos despedimos, las frases vagas
    que se dicen en esos casos y que no evitamos,
    cada uno tenemos nuestro camino, seguir buscando
    es lo que toca, es lo mejor, nos quedamos con lo bueno.

    Arcos románicos. Semáforos en rojo bajo la lluvia.
    Una mesa puesta frente al mar. El amor sin prisa.
    ¿Quizás tú encontraste lo que esperabas?

    BONDESTUE

    Bergen Kunstmuseum

    Hastiados, vamos de museo en museo
    sin fijarnos ya en las obras maestras
    repetidas en libros y catálogos,
    buscando, como en la vida, el detalle
    que salve un conjunto tirando a mediocre:
    un raspado oro del románico,
    una taza en una habitación
    en la que nunca estaremos,
    una trenza de humo tras una ventana.

    Después de pasar con prisa
    por las salas repletas de paisajes
    -todos los países han tenido su siglo xix,
    cambiando campiñas por glaciares,
    Sorrento por Nápoles-
    encontrarás ese pequeño cuadro, "Interior",
    de un tal Berent Grønvold:
    en una habitación en penumbra
    un niño apoyado en un banco
    se asoma a la ventana
    entre una maceta y una botella
    para ver lo que hay fuera,
    un manojo de sol despeinado.
    Y aunque el niño
    en nada se te parezca
    pensarás en cómo a su edad
    soñabas tú con estos nortes
    asomado a otra ventana,
    estos nortes lejanos de comerciantes
    y bárbaros -¡antes que Ibsen
    fue Vicky el Vikingo!- y en que hoy
    estás, no, aquel niño está por fin aquí,
    sentado en los escritorios de aquellos navegantes,
    blandiendo una espada vikinga,
    ¡comiendo carne de ballena!

    y dejas a aquel niño en el mercado del pescado
    mientras recoges tus cosas para seguir viaje

    camino de quien tienes que ser
    a quien quieres ser

    página siguiente