ALGA Revista de Literatura
nº83 - otoño 2020




Dirección:
  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Dolça i salada, de Elvira Rodríguez Roura


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Poesía

    JOSÉ FLORENCIO MARTÍNEZ

    JOSÉ FLORENCIO MARTÍNEZ, Trespaderne (Burgos), 1950. Vive en Barcelona desde 1973.Desde 2014 reside en la playa de Castelldefels. Es socio de la ACEC y de El Laberinto de Ariadna. Tiene publicados ocho poemarios, tres obras de teatro y una biografía de Lope de Vega (Ed. PPU, 2ª ed., 2011, 962 págs.). Ha obtenido algunos galardones de poesía como el José Mª Valverde (2000), el Vila de Martorell (2004) y accésit del Juan Ramón Jiménez (2006).

    LLANTO POR LOS MÉDICOS Y PERSONAL SANITARIO FALLECIDOS POR LA PANDEMIA

    I

    Y vino el ángel exterminador y señaló los dinteles de algunas puertas./
    Se decretó el Estado de ¡Al-Arma!, pero no había ningún arma más que la reclusión y la espera./
    La espera hasta que el ángel dejara de traer su oscura noticia/
    y de romper al azar los relojes de arena de los humanos./

    Pero vosotros, personal sanitario, erais nuestros ángeles de la buena muerte/
    o los que vedaban la entrada al exterminador y nos devolvían a la vida;/
    a sentir, profunda y lata, la primavera del año 2020./
    Vosotros, gentes de bata y alas blancas, no teníais que haberos ido./

    Pero el ángel de alas negras os señaló en la frente,/
    os incluyó en su lista fúnebre, en la devastación de su bosque talado./
    Y no hay razón que explique por qué dalló vuestras alas su guadaña/
    o qué ciega vesania dejó también sin alas las de nuestra esperanza./

    ¡Oh lid y oficio de tinieblas! ¡Oh extremado combate/
    de la ciencia inerme contra la rosa negra de la aurora!/
    ¡Oh campo, campo, campo de desigual batalla sobre el que cae una vacía nieve negra!
    ¡Oh amarga pena candente, gélida desolación del alma!

    II

    Sí, todo lo que nace ha de morir: el mismo sol, y un día las estrellas, las galaxias...
    Todo al nacer lleva en su signo la crisálida de la muerte./
    Pero nada debía quebrar los relojes de arena si hay aún granos de sílice en su seno,/
    ni tronchar el transcurso de la rosa antes del anuncio de los fríos de otoño./

    Contra la realidad transparente de un límpido cristal/
    embate -no lo ha visto- la testuz de la ética humana/
    y se hiere en sus vidrios rotos, sangrantes, de la ciega injusticia,/
    en el cruel topetazo de los acantilados lacerantes de los hados./

    Y el camino se puebla de féretros esparcidos por doquier,/
    y se endurecen -¡qué remedio!- los pies del caminante:/
    un desfile de féretros en camiones militares o en los escombros de los basureros/
    y no sé de qué guerra vienen, de qué Troya lejana o de qué Apocalipsis./

    Estiércol de la muerte, estiércol de la vida, estiércol de la nada./
    Pero la vida es más fuerte que la injusticia y levanta./
    Porque el árbol de la vida siempre levanta y abre sus brazos contra el sol y el aire,/
    contra las noches y los días, contra los vendavales y las tormentas.

    III

    Y su enramada se llena de luz y de oxígeno y de pájaros cantores,/
    y vosotros, personal sanitario caído, sois semilla de esa luz y ese oxígeno y esos pájaros de alegría,/
    y en las pirámides del tiempo estarán vuestros nombres escritos/
    porque con vuestra muerte fuisteis cadena de la vida./

    Nuestro futuro viene de vuestra muerte. No os moristeis del todo./
    Escribiremos poemas sobre vuestros jacintos y sobre vuestra luz./
    Y en las noches de agosto cuando alcemos los ojos hacia la Vía Láctea/
    oiremos el eco de vuestros corazones, el lied de vuestra sombra.

    El exterminador nos ha robado la primavera y vuestras almas./
    Desembarcasteis, antes de arribar, en el más bello puerto que es procurar la vida./
    Pero, ¡qué fragante aroma nos queda de vosotros!/
    ¡Y qué beldad la luna desde los claros que en el bosque dejasteis!/

    Pisaréis los lagares de nuestra sed insaciable de ebriedad y de danza./
    Vuestras olas murieron al pie de nuestros médanos./
    Dormid en la trasnoche de los brazos del viento./
    También un día seremos rocío de otras flores.//

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