LLANTO POR LOS MÉDICOS Y PERSONAL SANITARIO FALLECIDOS POR LA PANDEMIA
I
Y vino el ángel exterminador y señaló los dinteles de algunas puertas./
Se decretó el Estado de ¡Al-Arma!, pero no había ningún arma más que la reclusión y la espera./
La espera hasta que el ángel dejara de traer su oscura noticia/
y de romper al azar los relojes de arena de los humanos./
Pero vosotros, personal sanitario, erais nuestros ángeles de la buena muerte/
o los que vedaban la entrada al exterminador y nos devolvían a la vida;/
a sentir, profunda y lata, la primavera del año 2020./
Vosotros, gentes de bata y alas blancas, no teníais que haberos ido./
Pero el ángel de alas negras os señaló en la frente,/
os incluyó en su lista fúnebre, en la devastación de su bosque talado./
Y no hay razón que explique por qué dalló vuestras alas su guadaña/
o qué ciega vesania dejó también sin alas las de nuestra esperanza./
¡Oh lid y oficio de tinieblas! ¡Oh extremado combate/
de la ciencia inerme contra la rosa negra de la aurora!/
¡Oh campo, campo, campo de desigual batalla sobre el que cae una vacía nieve negra!
¡Oh amarga pena candente, gélida desolación del alma!
II
Sí, todo lo que nace ha de morir: el mismo sol, y un día las estrellas, las galaxias...
Todo al nacer lleva en su signo la crisálida de la muerte./
Pero nada debía quebrar los relojes de arena si hay aún granos de sílice en su seno,/
ni tronchar el transcurso de la rosa antes del anuncio de los fríos de otoño./
Contra la realidad transparente de un límpido cristal/
embate -no lo ha visto- la testuz de la ética humana/
y se hiere en sus vidrios rotos, sangrantes, de la ciega injusticia,/
en el cruel topetazo de los acantilados lacerantes de los hados./
Y el camino se puebla de féretros esparcidos por doquier,/
y se endurecen -¡qué remedio!- los pies del caminante:/
un desfile de féretros en camiones militares o en los escombros de los basureros/
y no sé de qué guerra vienen, de qué Troya lejana o de qué Apocalipsis./
Estiércol de la muerte, estiércol de la vida, estiércol de la nada./
Pero la vida es más fuerte que la injusticia y levanta./
Porque el árbol de la vida siempre levanta y abre sus brazos contra el sol y el aire,/
contra las noches y los días, contra los vendavales y las tormentas.
III
Y su enramada se llena de luz y de oxígeno y de pájaros cantores,/
y vosotros, personal sanitario caído, sois semilla de esa luz y ese oxígeno y esos pájaros de alegría,/
y en las pirámides del tiempo estarán vuestros nombres escritos/
porque con vuestra muerte fuisteis cadena de la vida./
Nuestro futuro viene de vuestra muerte. No os moristeis del todo./
Escribiremos poemas sobre vuestros jacintos y sobre vuestra luz./
Y en las noches de agosto cuando alcemos los ojos hacia la Vía Láctea/
oiremos el eco de vuestros corazones, el lied de vuestra sombra.
El exterminador nos ha robado la primavera y vuestras almas./
Desembarcasteis, antes de arribar, en el más bello puerto que es procurar la vida./
Pero, ¡qué fragante aroma nos queda de vosotros!/
¡Y qué beldad la luna desde los claros que en el bosque dejasteis!/
Pisaréis los lagares de nuestra sed insaciable de ebriedad y de danza./
Vuestras olas murieron al pie de nuestros médanos./
Dormid en la trasnoche de los brazos del viento./
También un día seremos rocío de otras flores.//
|