LA DEL ALBA SERÍA
La del alba sería.
Sin angustia, dolor ni sobresalto,
como la flor más simple
que se abre entre la hierba,
tu mente ha regresado de la noche.
Y otra vez has pensado,
tras muchos años, ser un sueño de otro sueño.
Tu propia gravidez,
la cálida ternura
del lecho, te han devuelto la consciencia
y has abierto los ojos:
arañaba la luz en los postigos,
ella estaba a tu lado
durmiendo sosegada
y tú la contemplabas en penumbra.
Seguirías mirándola,
mas porfiaba la luz en las rendijas
su llamada sutil.
Te levantas, te abrigas
y acudes sigiloso a la terraza.
Amante abandonado
en brazos de la niebla, el valle duerme.
Los rosáceos dedos
del alba... aureolan
con desvaída luz las altas cumbres.
Inerte frente a ti,
cual perra vieja y fiel al pie del lecho,
Pica Cravera sueña.
¿Qué soñarán los montes?
¿Qué soñarán los fieles perros viejos?
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Rechinan entre tejas
perezosos gorriones. Los últimos vencejos
rasgan las sombras y huyen;
¿a dónde? -te preguntas
mientras el frío hiere tus mejillas.
La niebla, sorprendida
por la Aurora, bosteza, se levanta,
trepa por los barrancos,
dejando atrás prendidos
en las rocas jirones de alma enamorada.
El valle se despierta,
se puebla de siluetas y murmullos
y se empapa de luz.
El rumor de los coches
triza el silencio, disuelve la magia,
y vuelves a la alcoba
con cuidado, no quieres despertarla.
Ella escucha la radio
en dulce duermevela.
Te acuestas a su lado y la abrazas.
¿Es tarde?
Son las ocho.
Pero sigue durmiendo, vida mía,
deja que a ti me abrace
y acompase al tuyo
el lento y tibio ritmo de mi sangre.
Mas apaga la radio,
no prestes atención a los aullidos
de esos locos licántropos
que acechan nuestro sueño.
Afuera nos espera la luz, la paz, la vida.
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