EN LA NOCHE YERMA
Canto II
relámpagos de ira herirán la noche
y a orillas de autopistas abandonadas
las vagas sombras que las transiten verán
en las cruces de las torres eléctricas
flamear las lenguas de los poetas
mas cuando aquellos que sobrevivan dejen
de urdir los versos más tristes de contemplar
las lejanas estrellas de la Osa
de las cavernas del alma surgirá
la voz que empujará la lengua más allá
de la boca haciéndole sentir las lindes
de su finitud conocer esos campos
donde el lenguaje de las bestias devora
el nombre de las cosas esa voz esa
voz golpeará la lengua contra los muros
una y otra vez golpeará esa voz la lengua
contra los muros hasta que con el polvo
de las piedras y la sangre de la carne
el habla renazca y diga diga diga
Canto III
quizás hoy ha comenzado ese día futuro
y en el estéril paisaje del tiempo por venir
bebe el ganado de la corriente que pasa
ante el cristal de sus ojos el aire simula
su tranco inerte sobre las sombras del agua
buitres buitres se abaten sobre la carne yerta
ángeles y gusanos se alimentan del misterio
en campo abierto los deudos de la desdicha
abonan la tierra con los huesos de sus muertos
Del libro En la noche yerma,
Vaso-Roto, Madrid-México, 2019
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ASTEROIDES
Un estremecimiento fecunda las
sombras y, en la líquida oscuridad de
la cueva, sujeto al misterio, un latido
de conciencia contrae la carne y te exilia
a la luz. A la intemperie del mundo.
Te yergues y caminas. Empiezas a andar.
Los seres queridos son huellas. Huellas de
tus pasos persiguiendo el horizonte.
¿Qué hay más allá? Preguntas ¿Qué hay más allá?
Encajas los dedos entre las piedras y
trepas el alto muro. Entonces, cuando,
ya sin uñas, el esfuerzo te ha elevado
hasta el último horizonte y desde él
puedes ver detrás de ti el luminoso
laberinto de tus pasos, oír el rugido
de la bestia y el fragor del mundo, ya eres,
huérfano y desterrado, una conciencia
descarnada en la boca del abismo.
Sí, soy ese que piensa, que resiste y
resistirá hasta el último aliento al
opresivo gobierno de la máscara
que oculta la verdad. Sí, un pariente del
hombre de sangre altiva que, señalado y
desposeído de toda coraza y aun de
palabras que lo protegieran del dolor,
caminó con su orgullo humano y luchó
a sabiendas de que perdería todas
las batallas sin que semejante ni
poder alguno pudieran resignarlo.
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