ALGA Revista de Literatura
nº80 - primavera 2019




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Creación de Paloma Rodríguez


    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Entrevista

    ANA RECIO MIR

    ANA RECIO MIR (Salamanca). Reside en Sevilla. En 1992 fue premiado su libro El cine, otra literatura por la Delegación de Educación de Huelva y la Asociación de Industrias Químicas y Básicas AIQB. Entre otras publicaciones es autora de la primera edición crítica de Bonanza del Nobel Juan Ramón Jiménez, de la biografía Juan Ramón Jiménez, el exilio y la piedra de Moguer (editados por la Fundación Juan Ramón Jiménez) y del volumen Símbolos e imaginario en el último Juan Ramón Jiménez, publicado por la Diputación de Huelva. Ha traducido y adaptado El Corsario Negro de Emilio Salgari para la editorial Anaya.

    ALEJANDRO DUQUE AMUSCO O LA ELEGANCIA DEL ESPÍRITU

    ANA RECIO MIR

    Hombre inteligente, culto y exquisito, Alejandro Duque Amusco, sevillano al que nacieron en Cantabria, es con toda seguridad el español que más sabe de la obra de Vicente Aleixandre, del que fue amigo personal y editor en Visor de sus Obras completas. Profesor, traductor y poeta, en 1994 ganó el Premio Loewe de poesía con su espléndido libro Donde rompe la noche, editado primero en Visor en 1994 y pulcramente reeditado por Renacimiento en 2015.
    El 10 de octubre de 2017 se le concedió el Premio Internacional de Poesía Alfonso Gatto en Salerno (Italia) por el conjunto de su obra, "por la consonancia entre su poesía y la del poeta de Salerno", siendo el único español que lo ha obtenido hasta hoy. La traducción al italiano de una selección de sus poemas en la edición bilingüe Poesie prueba la admiración del país vecino por su obra lírica.
    Su poemario Jardín seco ha sido publicado en la editorial sevillana Renacimiento, que sabiamente regenta Abelardo Linares, experto en reeditar y rescatar libros interesantes del desván del tiempo y el olvido.
    Vaya nuestra gratitud para Alejandro Duque Amusco, que ha autorizado la publicación del discurso de agradecimiento al premio Alfonso Gatto, que se reproduce a continuación y del que, inexplicablemente, ningún medio de comunicación español se ha hecho eco. Por último, se incluye una entrevista con el poeta.
    Agradecemos también a la revista Alga, y muy especialmente a Goya Gutiérrez Lanero, la hospitalidad de sus páginas para difundir esta joya literaria.

    PALABRAS DE GRATITUD AL PREMIO A. GATTO

    por ALEJANDRO DUQUE AMUSCO

    Un reconocimiento público así es, para un poeta, como una sombra fresca y acogedora en mitad del camino. Conforta y anima a proseguir. Hay que agradecerlo en el alma siempre. Pero conviene, también, no olvidar que el poeta no debe soñar con premios. El poeta debe únicamente soñar con los poemas que aún aguardan ser escritos por él y que constituyen la verdadera tarea de sus días.
    Entre el poeta y los poemas suyos que están todavía por crearse hay una relación de necesidad mutua, casi se diría de enamoramiento. Siempre he tenido presente aquel adagio de Paul Eluard que afirma: "On rêve sur un poeme comme on rêve sur un être" [Se sueña con un poema como se sueña con un ser]. Desde esta relación de necesidad, he llegado a pensar que es finalmente el poema el que elige al poeta, y no al revés, para ser escrito. Hay que saber, pues, esperar su visita, estar atento y tener dispuesta y "sosegada" la casa para cuando llegue el momento del encuentro, tan fervorosamente deseado.
    Sí, escribir es, en muchos sentidos, esperar a escribir.
    Pero por espiritual e íntima que sea la chispa que prende en el poema, por personal y misteriosa que sea la poesía, siempre tiene una evidente dimensión social como hoy comprobamos aquí, todos congregados a su llamada. La poesía no existiría sin el que la recibe y que la escucha, sin el nosotros que se reconoce a sí mismo en la voz del poeta.
    Reitero mi agradecimiento, y deseo a todos los presentes que sigan acercándose a la poesía y dejándose sorprender por el goce y la verdad de la palabra poética. Que les ilumine su vida como ha iluminado siempre la mía, con placer y felicidad. Porque la poesía es una hermosa fraternidad que nos concierne a todos.

    ENTREVISTA CON ALEJANDRO DUQUE AMUSCO

    ¿Cuándo comenzaste a escribir?, ¿guardas aquellos primeros escritos?

    Mis primeros balbuceos literarios datan de mis trece o catorce años y no conservo nada de aquello. Recuerdo que en el colegio me gustaba hacer las redacciones semanales, y alguna de ellas debió agradar especialmente al profesor, pues la envió a El Correo de Andalucía, de Sevilla, y fue publicada días después en ese periódico. Ahora creo que me conmovería ver esa columna firmada por el alevín de escritor que fui.

    ¿Qué crees haber aportado con tu obra?

    Sería engreimiento si respondiera en serio a esa pregunta. En la íntima hora de la verdad, y acordándome de Salvador Espriu, quien dudaba de merecer el nombre de "poeta", respondo con aquella letrilla de Quevedo, divertida y con su punto de verdad: "Yo he hecho lo que he podido; / Fortuna, lo que ha querido." No se puede decir mucho más.

    ¿Cuál es el primer libro leído del que guardas más grata impresión o que más te impactó y de qué género era?

    Lo recuerdo muy bien: Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. Fue mi madre quien me lo dejó una tarde que debió de verme aburrido. Yo tendría unos nueve o diez años. Ella era gran admiradora de Juan Ramón, lo fue siempre, se sabía versos suyos o poemas enteros de memoria y los recitaba cuando la ocasión se prestaba a ello. Aquel libro, no bien empecé a leerlo, causó en mí una verdadera conmoción, porque yo iba a Zufre a veranear cada año y Platero recreaba emociones y situaciones campesinas semejantes a las que yo había vivido en aquel pueblo de la Sierra de Aracena, al norte de Huelva. Fue una revelación para mí: se podía dar nombre a los más callados y recónditos sentimientos y crear belleza con ellos. Cómo querría -pensé- poder algún día escribir así.

    ¿Qué géneros y autores son tus favoritos? Intuyo unos cuantos al leerte, pero quiero ver si coincide la intuición con la realidad.

    He sido sobre todo lector de poesía; en menor medida, de ensayo y de novela. De joven leía casi exclusivamente libros de poesía. La biblioteca de mis padres tenía bastantes de este género, y allí leí mucho a Juan Ramón, a Manuel y Antonio Machado, a Bécquer. Algunos ejemplares eran primeras ediciones y uno de ellos, las Nuevas canciones, de Antonio Machado, incluso llevaba la media firma del autor. Luego fui "descubriendo" a los poetas de la Generación del 27, que aumentaron mi entusiasmo por la poesía: Lorca, Aleixandre, Salinas... y Pablo Neruda, si se le puede considerar de ese grupo. Durante un tiempo leí mucho también, con admiración y pesar por el negro final que tuvo, a Miguel Hernández. Creo que son poetas a los que mi sensibilidad, educada en Juan Ramón, estaba predispuesta y receptiva de un modo natural.
    De ensayistas, he frecuentado a Ortega y Gasset y su clara y deliciosa prosa; también a Azorín, Salinas, Bousoño. Entre los ensayistas extranjeros, Edmund Wilson y Gadamer. De novelistas, mi autor predilecto hoy es el húngaro Sándor Márai, del que creo haber leído casi todo lo publicado de él en nuestra lengua.

    De todos tus trabajos literarios no creativos -al margen de la espléndida edición de la obra completa de Aleixandre-, ¿de cuáles te sientes más satisfecho?

    De las versiones que hice de Cavafis, en 1975, cuando el poeta griego no había alcanzado todavía entre nosotros la fama que tendría luego. Son unas recreaciones bastante fieles y, a la vez, musicales, creo que de belleza sobria y emoción contenida. Esas son virtudes que están desde luego en Cavafis, pero se concretaron en la lengua de llegada (al menos esa fue mi intención) como si hubieran sido poemas escritos directamente en español, y no como desmañada poesía traducida, que es a lo que a veces suena. Estas recreaciones se publicaron en una colección no venal, para regalar entre amigos. Y, aunque han pasado muchos años, siguen siendo por su falta de distribución muy poco conocidas.

    Cuando escribes ¿escuchas música? Si es así ¿cuál es la que prefieres?

    La música me afecta tanto que cuando la oigo tengo que dejar lo que estoy haciendo y abandonarme a ella por completo. Una de las piezas musicales que más me conmueven es el Concierto n.º 2 para piano de Rashmaninov (aunque los entendidos prefieran su 3er concierto). La historia con su psicólogo, que le espoleó para conseguir esa pieza arrebatadora, es otro aliciente más que me la hace atractiva.

    De todos los escritores que has conocido ¿cuáles te impactaron más y por qué? ¿Alguna anécdota divertida con alguno/a?

    Cuento con la suerte de haber tenido varios "padres" en el terreno literario: Juan Ramón Jiménez, Neruda, Jorge Guillén… El principal para mí fue Vicente Aleixandre, del que aprendí que un poeta sin humanidad no merece el nombre de poeta. Pero hubo otros, como he dicho. Recordaré siempre con admiración y gratitud a don José Manuel Blecua, mi maestro en el campo de la Filología, de quien aprendí a editar textos, empleando para ello ?como hacía él? la paciencia de un monje tibetano. Y a Carlos Bousoño, que no solo a mí, sino a todos los poetas de mi generación nos enseñó a leer y a analizar con sutileza la poesía contemporánea. Mi deuda es impagable para con todos ellos.
    En mi larga relación con el mundo de las letras, son numerosas las anécdotas que puedo contar como testigo directo. Una de las más desconcertantes (y divertida) fue la vivida en casa de Dámaso Alonso, en la avenida de Alberto Alcocer, en Madrid, en una de las primeras visitas que le hicimos mi mujer y yo cuando preparábamos la edición del Álbum, con sus versos de juventud y de otros amigos de Las Navas. Dámaso era un personaje entrañable, sencillo de trato, de gran ternura. Mientras le seguíamos por un pasillo de su casa hacia un armario que se empeñaba en enseñarnos, iba canturreando por lo bajo una canción y se volvía a mirarnos con ojos burlones, como avisando: "Esperad, esperad, ya veréis ahora". Llegado al armario, abrió de par en par sus dos grandes hojas y quedaron a la vista numerosos anaqueles repletos de libros. Centenares de libros, llenándolo de arriba abajo. "No prestéis libros", dijo, y mientras decía esto sus ojos nos miraban tras sus gafas de miope con un punto de sorna. "No prestéis libros", y para nuestra perplejidad añadió: "Todos los que veis en este armario me los prestaron y nunca los devolví". Comprendimos, al tiempo que reíamos con él, que aquel acto de exhibicionismo con el que pretendía atraer nuestra atención tenía mucho de la malicia del niño que busca complicidad donde solo hay inocencia y desamparo. El docto y sabio Dámaso, el torturado y agónico poeta, tenía por fortuna también este reverso provocador, divertido y chispeante del que dan buena cuenta los amigos que más de cerca lo trataron.

    ¿Qué horas son las más fértiles o las más habituales para escribir?

    No tengo ninguna disciplina como escritor. Eso tiene su parte buena, pues a cualquier hora del día o de la noche puedo ponerme a escribir. He conseguido la necesaria concentración en los lugares más insospechados (bares ruidosos, o mientras voy en coche, o viajando en tren o en avión…); bien es verdad que escribir me horroriza, casi tanto como le pasaba a José Donoso, y esa es la razón de que escriba poco y me ponga todo tipo de trabas psicológicas para aplazarlo y no hacerlo. No me parece mal: así evito repetirme.

    ¿Cuál es el estado de ánimo, en tu caso, que resulta más productivo para la creación: la tristeza o la alegría?

    Sobre todo he de sentirme sereno para poder escribir. Me inspira más la adversidad que cualquier otro estímulo, cosa que me fastidia no poco. Porque me gustaría poder escribir algún día desde la alegría y la reconciliación con el mundo, celebrar la felicidad de ciertos instantes (por fugaces que sean) y, a pesar de todo, dar una visión favorable de la vida... Pero no lo consigo. Al ponerme a escribir esos temas luminosos se desvanecen y los que se me imponen, como por un negro dictado, son los otros motivos, los tristes y elegíacos, los del desamor y la muerte. No quisiera irme sin haber escrito antes un libro -al menos, uno- de agradecimiento y amor a la vida.

    Tienes alguna "manía personal" o algo especial que te propicie un estado creativo?

    Sí, tengo una manía que no me importa confesar, y que me quita tensión y me ayuda a escribir. Es esta: elijo, a poder ser, papel ya escrito por una cara o con signos evidentes de deterioro, arrugado, con manchas... Nunca escribo directamente al ordenador (salvo el correo electrónico). Necesito ver la tachadura, lo descartado, para seguir escribiendo. Ese papel gastado destensa mucho la escritura.

    ¿Qué sentiste al saber que te habían concedido el Premio Internacional de Poesía Alfonso Gatto 2017?

    Como se me comunicó poco después de aparecido Jardín seco, creí al principio que el premio era por este nuevo libro. Pero no, era por toda mi trayectoria poética por lo que se me concedía. Lo recibí, como te puedes figurar, con un agradecimiento enorme, más aún por venir de donde venía, de un país como Italia, con una tradición poética prodigiosa, y por llevar el nombre de un excelente poeta como Alfonso Gatto, que supo evocar la nostalgia del Sur desde las ciudades del Norte donde vivió.

    ¿Tras tu Jardín seco has comenzado algún nuevo libro de poemas?

    Junto con ese libro que mencionas yo había ido escribiendo en paralelo otro; es la primera vez que me ocurre algo así: escribir dos libros al mismo tiempo, aunque con distinto ritmo de avance. Cuando concluí Jardín seco, tenía cerca de la mitad de otro, al que llamo, de modo provisional, Un único corazón. Como sabes, escribo poco, desecho bastante y llevo un ritmo lento de publicación. El libro en ciernes apenas ha aumentado en estos meses, con solo tres o cuatro poemas nuevos, y aún tardará en crecer y completarse con todo el volumen temático que yo quisiera para él. En un único corazón caben muchas experiencias.

    ¿Cómo te gustaría ser recordado?

    ¿Y por qué tendríamos que ser recordados? Ya dijo Bécquer desde su celda que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí. Acertaba completamente. Yo me conformaría, y no es aspiración menor, con que algunos de mis versos reconciliaran al posible lector con la vida, en todo lo que esta tiene de belleza y de crueldad a la vez. Los poetas, si para algo estamos, es para dar a hombres y mujeres la conciencia de un destino común.

    Para ver poemas del autor ir a pág. 9

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