RESURRECCIÓN
Desde que has muerto te has hecho más mía cada día
en el fino telar de la memoria.
No es recordarte, es devolverte a una vida de tiempo, carne y luz,
de modo que aquí estás iluminándome por dentro, como un gran sol en medio de la noche.
Y aparto la nostalgia, inútil, de no tenerte ya,
porque mi vida hoy es tu resurrección.
Tus ojos miran por mis ojos. Te haces presente en cada gesto mío.
Y estás en las palabras que yo digo o escribo en mi cuaderno, y que de ti aprendí.
Tu atareada vehemencia, como una forma de pasión por todo, es la mía también.
Yo no sabía que morir era esto: renacer en los otros,
seguir latiendo en lo que amamos, volver a ti del despertar al sueño.
Quédate en mí, no te extravíes entre la noche y el olvido del mundo,
reposa y duerme sobre la blanca almohada de mi infancia,
no vuelvas a marcharte, sola y por siempre, renacida madre,
hija mía.

PALOMA RODRÍGUEZ
NUBES
Escuchar, fascinado, un cuento que te leen
mientras oyes crujir la leña en la candela,
salir a la ventana en plena noche
y ver caer las estrellas como hilos de lágrimas por la cara de Dios,
oír romper el día
en la aurora estruendosa de los pájaros,
sentir el frescor de los pinos, el cabrilleo del agua,
y al mediodía, chapotear desnudos en la alberca,
guardar una cajita con tesoros: resina, cuarzo, guijarros del arroyo,
correr tras las libélulas,
dejarse ir como un milagro lento
y volver luego a casa, muerto de sed, de afán y de cansancio,
después de un día tan largo,
de una felicidad tan corta.
EXTRAÑO PÁJARO
La amistad es a veces, qué tarde se descubre, un juego solitario
en el que uno puso toda su apuesta sobre el tablero de la vida,
mientras que el otro, como amargo croupier, indiferente,
con mano fría el caudal recoge y lo atesora sin aprecio alguno.
No, aquel que no da, rehúye;
aquel que no se entrega, no responde.
Amistad rota: extraño pájaro
que solo vuela con un ala,
hasta que fatigado y con dolor
acaba por caer contra la tierra.
Duro aleteo, hiriente aire, soledad triste.
Del libro Jardín seco, Renacimiento, Sevilla, 2017
LA AGENDA
Encontré en un cajón durante años olvidada una pequeña agenda de bolsillo.
Al repasar sus páginas, vi teléfonos, nombres, direcciones antiguas, que brindaban un espectral reencuentro.
Quise cerrar los ojos a la fría avalancha de los años. ¡Cuántos nombres tachados!
¡Cuántos amigos desaparecidos!
¿Dónde están? Una cruz
invisible los vela.
Sentí un escalofrío. Cerré la agenda, con sus hojas tachadas y marchitas.
Y fue como salir de un cementerio.
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