CÓMO PUEDO DECIR QUE SOY FELIZ
Cómo puedo decir que soy feliz
mientras vosotros os vais desguazando
por las esquinas,
nuestro hogar se resquebraja en grietas,
hace frío
y los bárbaros pisan las flores del patio
que nadie regó.
Cómo puedo decirlo.
Y, sin embargo, es cierto.
No hay un solo refugio,
un solo amor,
al que el dolor no haya llegado
como un incendio prende un bosque
y destruye
en momentos
lo que nos ocupó toda la vida.
Yo misma me hallo desmigada.
Cómo puedo decir que soy feliz.
Debería estar aullando
como un lobo desolado y extinto
hasta quedarme afónica,
perderme en la luna.
Enloquecer.
Sí, ésa sería una buena opción.
No obstante, soy feliz
en esta época rota,
cruel,
injusta,
hueca
y aterida.
Soy feliz contra toda profecía
porque llevo vuestra savia en mis venas,
vuestro fuego en mis huesos
y, en mis ojos, la certeza del amor
que me muestra cómo sigue resplandeciendo el mundo
entre tinieblas.
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JUAN GONZÁLEZ DIZ
EL ANIMAL
Andando entre despojos, entre árboles resecos,
moradas destroncadas de la tierra,
cuerpos ausentes, vínculos violados,
el corazón no importa.
Si importara, seríamos llagas prestas
a caer de dolor a cada paso
y eso, amigos, no hay animal juicioso
que lo consienta.
Por eso, y sin reparos,
cuando el corazón sobra
se lo ha de relegar a la buhardilla,
con los juguetes rotos, los trastos inservibles,
los libros viejos que ya nadie lee
por dolor o vergüenza.
Entre tanto, las vísceras
hallarán la manera de ocupar su lugar,
como hacen siempre,
y de ese modo,
ya no pareceremos mutilados
mientras nos desplazamos por las horas del día.
Muertos sensatos de mirada sin luz,
con los ojos ardiendo, sin embargo.
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