QUIMERA
El tiempo escancia los minutos sobre el tapiz de la tarde.
Late el silencio oteando palabras
que se ocultan en las heridas de la piel,
en las pupilas que abrigan vigilia.
El jardín de la memoria
multiplica sus raíces
prestas a traspasar los límites de la luz.
Las frondas vítreas del otoño
se impregnan de vida.
El caminante sonríe
entretejiendo quimeras,
evocando pasos primigenios,
sin escarcha que congele sus huellas,
infancia de abrazos plañideros
que despiertan cuando su atardecer duerme.
VIGILIA
Me invaden los sonidos taciturnos
y esas miradas frías, sin lenguaje,
que se cobijan en mi hogar; me invaden
las horas atrapadas en lo absurdo
mientras tú enciendes lunas. ¡Cuán injusto
es el juego de la distancia! Dame
algún beso, tu mano, abrázame
aunque sea por un instante. Busco
en mi vigilia ese gran corazón
de amante infiel que, sin delicadeza,
me abandona en el mar de la ansiedad
para excitar su ego, sin pudor,
en otra isla que le llame. Presa
estoy sin ti en este oscuro umbral.
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