El absurdo a veces llama con sus nudillos a mi puerta y yo le abro,
con sus uñas rasga el dosel de seda de mis palabras que se agitan
como quien sueña bajo sus pies romperse un puente, y eso está bien,
pero me hace oír sus ecos hacia la entraña cegada del largo túnel
que no enlaza con nada, entonces me aferro a las alas de otros mundos
que me rescatan hacia fuera, intento sentir el reverbero de otras luces
y sombras, de otros cosmos que yacen sobre la mesa entre sus páginas
abiertas al azar, y yo las hago mías y consigo vibrar y expulsar los demonios
que nos tientan con sus labios vacíos.
Sabes que hay otros infiernos aún más dolorosos,
que a los muertos ya nunca se les podrá matar,
que las aves siguen ajenas planeando delante de tus ojos,
que has de seguir retejiendo las redes bordeando vacíos
por donde los peces no puedan evadirse de la muerte,
que su infierno será nuestro paraíso en el plato
el gran banquete
y para qué y para quién engordan nuestras carnes,
en qué mercado desmembrarán nuestro cuerpo,
trocearán nuestra columna, colgarán de clavos los pedazos,
nos hornearán como corderos mientras los siguientes
siguen mirando impasibles esperando a que el guiso se dore,
¿habrá otros mundos, otros astros que no precisen vivir
a costa de la extinción de los otros?
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