
Metro de Bilbao
Enric Velo
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Neus Aguado
DESCONCIERTO EN EL METRO
El justificante de recepción, acuse de recibo o como quiera que se llame esa cartulina rosa ("que l'amor s'hi posa") me llegó en el tercer mes de la primavera en perfecto estado, con su firma en pleno uso de las facultades mentales y lo coloqué cerca de una selenita, allí está como si fuera una postal de algún país lejano. Un país de hace cuarenta años, con su camisita y su canesú, que he dejado atrás para poder habitar otro paisaje.
Un paisaje que suele transcurrir por diversos caminos de arena. Hoy vamos deprisa y corriendo por túneles de acero y de cristal y me cuentas algo confuso. Extraña declaración en el subterráneo de mis días.
Un túnel es lo contrario de un laberinto porque ha sido construido para abrir caminos, no para confundir a quien busca la salida. Es una curiosa profanación de la morada de Perséfone, en su ausencia primaveral cuando se libra de estar en el infierno junto a su raptor y marido, aunque deba regresar por haber comido un grano de granada inducida por su captor. Un remover las tinieblas en las que se envuelve Hades en las noches más peligrosas.
He sido torpe al pagar el perverso impuesto de la prudencia, paciencia y ausencia, en definitiva, de la oscuridad; es como si me hubiese comido una granada entera y en los túneles del infierno estuviesen esperando mi llegada. He sido torpe por ciento y una vez, aunque en el fondo es un triste dos, un número poco grato a los esotéricos. La cifra de la ambivalencia. Lo otro.
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