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He de decir que las fotografías aquí publicadas han sido seleccionadas por los propios poetas que han tenido la amabilidad de dedicarles un poema. La fotografía y el poema nos cuentan una historia incluso más allá de sí mismos, y así vemos aparecer las imágenes de claustros que nos trasladan a otro tiempo entre la luz y la sombra; el esqueleto de un edificio de Barcelona contemporáneo y su vacío; las huellas de los seres que un día habitaron la arena de la playa de Castelldefels; la galería subterránea del metro de Bilbao que parece infinita; las ventanas abiertas como grandes ojos frente al sol y al mar de Sitges; los torsos doblados de los segadores del Tíbet; la estatua meditativa en medio del jardín funeral de Montmatre; la hermosa celosía de Marrakech a través de la cual se percibe el encalado resplandeciente de una pared o las abultadas rocas de Muxía en La costa da Morte, en cuyo extremo aparece de espaldas a nosotros el espectador de la Naturaleza.
Estas fotografías constituyen una manera muy personal de observar el mundo que aparece delante del ojo del autor, y lo convierte en lenguaje visual, que a su vez es susceptible de ser interpretado y de suscitar un lenguaje poético, porque tanto el fotógrafo como el poeta son cazadores de instantes.
Cada fotografía es una combinación profunda de ideas y percepciones de la realidad, que construyen un código visual coherente y en ocasiones trascendente. La imagen o la metáfora visual de los arcos de un claustro nos trasladan la idea de recogimiento y abstracción, las rejas de la celosía ocultamiento o privacidad, las ventanas abiertas nos aportan la idea de vitalidad y abertura, las imágenes de la naturaleza atemporalidad, un edificio contemporáneo modernidad e historia; las huellas en la arena temporalidad y fragilidad, y así la imagen y su belleza se transforman en idea.
Las fotografías de Enric Velo parece que buscaran el silencio interior de las imágenes. Todo tiene sentido, y abre paso a la sensibilidad: es un sentido colocado delante de nuestros ojos.
La mirada ordena y desordena, y se permite a sí misma posarse en los objetos o en la naturaleza. Y así mirar por parte del que fotografía se convierte en el acto de ver los lugares secretos de las cosas, que se hacen visibles cuando los descubrimos porque son vistos, aspecto este que se podría extrapolar al poeta, a la poesía misma y al lector.
Goya Gutiérrez
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