Orquesta de desaparecidos
de Francisco Javier Irazoki
Editorial Hiperión, Madrid , 2015
2ª edición
Poesía, 133 páginas
POESÍA DE LA MEMORIA
"Orquesta de desaparecidos" es una continuación de la serie de poemas en prosa que el poeta inició en el 2006 con "Los hombres intermitentes", un mapa autobiográfico o un diario poético de la memoria formado por 51 composiciones, en que el autor hace balance de los afectos y de los personajes representantes de un itinerario personal, como es la influencia de los seres queridos, la de los humildes maestros de la vida, la de los grandes nombres de literatos y de músicos, así como de aquellos personajes anónimos que con su actitud ética y moral hicieron mella en la personalidad del yo lírico.
Ya en el primer poema del libro deja de manifiesto el tiempo pasado en que se desarrollará lo escrito y una poética "la poesía no es una delicadeza decorativa, sino una intensidad de la mirada que despierta a la conciencia" (p.11), toda una declaración de intenciones que es reafirmada con nombres propios como el del poeta Eloy Sánchez Rosillo y su poesía.
Desde París, residencia desde hace una veintena de años del poeta, emergen los recuerdos de la niñez, como en el poema "Gente que camina en mi mente" en que se pregunta por los ausentes, y por la sensación de orfandad que queda cuando se recorren los lugares de la infancia, habiendo transcurrido el tiempo; pero a esa tristeza viene a rescatarla el recuerdo de Orson Wells símbolo de la marca cinematográfica, personaje que surge como un alienígena en la tierra de la edad de los descubrimientos; o el robo de un diccionario que supondrá el cofre de oro de las palabras, el proceso iniciático con la lectura de las novelas de Pío Baroja; o el recuerdo del buhonero con el delicado perfume de sus jabones.
Dentro de los afectos de los seres queridos está el homenaje a la madre y a aquellas palabras que quedaron grabadas en la mente del poeta "No tuve calzado antes de ser adulta" (p.26), y junto a la madre la poderosa presencia del padre, su equilibrio, serenidad y rectitud. O las huellas de la hendidura en la madera de aquel familiar que imprimió su dolor de enamorado. O el recuerdo de la hermana desaparecida "Cuando pienso en ella, palpo un obsequio: me acompañó para que yo supiera estar solo" (p.35), ella fue también la que lo introdujo en autores como Jorge Luis Borges, César Vallejo o Luis Cernuda, de ella que hablaba el euskera de los padres, aprendió también una lección "quien ama un idioma ama todos los idiomas" (p.38).
La llegada a Madrid perfila la época de la juventud a partir de los veinte años, y de la siguiente etapa de aprendizaje en donde tienen cabida maestros de la vida y recuerdos entrañables del Altxafero o el poeta y ensayista Fernando Aramburu con quien comparte "Usamos el surrealismo porque no habíamos asesinado al niño que fuimos" (p.48). Surgen también en otros poemas palabras de admiración a poetas como Leopoldo María Panero.
En el poema "La casa de mi padre", la imagen de la casa aparece como el espacio de abertura y reconciliación con los otros, a lo que se añade alguna discrepancia "Sólo veremos un clavo enfermo en el sitio donde estuvieron las frases de quien justificó el crimen político" (p.62).
Nueva York también forma parte del mapa de la memoria, el poema "Cien palabras gemelas" está dedicado a los atentados del 2001, y las calles de Manhattan son protagonistas en el poema "Contrabando musical" que nos trae ecos lorquianos. Pero tampoco se olvida de las víctimas del Gulag ni de los poetas rusos Osip Mandelstam o Anna Ajmátova que sufrieron en sus carnes la represión estalinista.
Hay una especie de solidaridad con ciertos personajes anónimos y ejemplares que pueblan la vía pública en su lucha por la supervivencia, que abarca al inmóvil disfrazado de objeto, al músico cantor de blues o a la bailarina ambulante. Y junto a ese respeto por los personajes anónimos no falta la mención de los grandes nombres de la literatura o de la música como Elías Canetti, Albert Camus, Mozart, Bach o Jimi Hendrix.
En el poema "Abrazos de forasteros" está expresada la síntesis de ese afán del hombre positivo extendiendo su generosidad al mundo, que recorre el conjunto del poemario. La idea de ofrecer a los demás todo lo bueno acumulado, fruto de lo recogido de otros se repite en muchas composiciones, al igual que las hermosas imágenes de la casa y el sentido de alojamiento que sirven poéticamente a este fin.
En "Orquesta de desaparecidos", poema que da título al libro, Irazoki transforma en miembros de una orquesta y en música a aquellos que arrebató la muerte, a los que se alejaron o se desenamoraron del poeta, convirtiendo al libro en un gran homenaje de la memoria propia, que es la vez la memoria de los otros, y en un canto universal de reconciliación a través de una poesía que aborda "las rutas escarpadas y los desfiladeros de mi memoria" (p.115) con expresión limpia y serena, y con la suficiente intensidad para despertar nuestra conciencia.
Para ver una muestra de la poesía de este libro ver págs. 11 y 12.
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