21 gramos, quizá sea el peso de la luz, del alma que perdemos o se salva.
Esa estrella muerta que aclara las noches, engaño ocular, osadía del hueco. Oronda voluntad de hacernos creer que el espejismo está vivo. Mientras… la loba se asoma y acuna una vez más el idilio de la noche con la Luna.
Me crecen los ombligos,
así las ramas del cuerpo os alcanzan
y recuerdo que estuvisteis;
en la vida de los mares,
en las piedras del viento,
en la estela de la estrella,
en la sombra de un río.
Puñales de trapo sueñan con mis venas.
Flechas de azúcar revientan los pechos.
En la peana que me alza
anidan las esponjas.
Tuve tiempos.
Compases quedan todavía.
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