ALGA Revista de Literatura
nº75 - primavera 2016




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Poesia
      de Ruth Castilla Mora

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Homenajes

    MARÍA ELENA MARTÍNEZ ABASCAL

    MARÍA ELENA MARTÍNEZ ABASCAL nació en Santander. Fue educada en sensibilidad y conocimientos artísticos por su padre, Marco Túnez, cantante de ópera y zarzuela. A los dieciocho años se trasladó a Barcelona, donde ejerce como catedrática de lengua y literatura castellanas. Ha realizado el doctorado en la Universidad de Barcelona, estudios de literatura inglesa en las Universidades de Westminster y Cambridge y ha sido ponente en diversos Congresos internacionales de literatura y filosofía. Entre sus publicaciones hay que destacar su ensayo Borges y la Filosofía (1991) y otros textos como Correspondencias entre la obra de Francisco de Aldana y Luis Cernuda (2005), Disfraz y pensamiento alegórico en Don Quijote de la Mancha (2008) así como sus poemarios La simetría del silencio (Eds. Torremozas, Madrid, 2008) y Cuerpos traslúcidos (Eds. Torremozas, Madrid, 2010). Su obra ha sido recogida en el Diccionario bibliográfico de la poesía en Cantabria (1970-2010) (Fundación Gerardo Diego).

    LUZMARÍA JIMÉNEZ FARO, UN LIRIO ENCENDIDO EN LA MEMORIA

    Hace poco que nos ha dejado Luzmaría, pero sus palabras, su presencia, continúan deslizándose en el pasadizo blanco de la voz, que aunada a la memoria, nos entregan el aura, claridad sobre penumbra, en las que sobrevuela el contorno de su espíritu.

    Ese tacto luminoso que nos ofrece las palabras de nuestra poetisa nos lo define ella misma, alegóricamente, en sus versos.

    Las blancas son los ángeles de Cuenca.
    Blanco sin tiempo. Sin espacio, blanco.
    Amor inmaculado. Cáliz dulce.
    Sonámbulas nodrizas de los rezos.
    El aroma voluble de las rosas,
    la certidumbre de los velos blancos,
    de las velas, las pálidas nostalgias
    olvidadas os hacen de las sombras.
    En este claroscuro que es mi vida,
    ávida estoy de vuestro tiempo blanco.
    1

    Porque para Luzmaría, la creación es un estado de transformación, de pureza, en el que las palabras toman la forma de flores encendidas, de dardos místicos, que atraviesan la conciencia del tiempo para resucitar en una palabra iluminada.

    Tenía los ojos cerrados, la cabeza reclinada en la almohada, el cuarto estaba en semipenumbra… Entre las hojas y las flores cinceladas en el marco de ébano del espejo me pareció, al abrir los ojos, como si en él hubieran crecido lirios blancos.2

    En esa blancura desplegándose entre las sombras, imaginamos a Luzmaría escribiendo, transformada en monja de Cuenca, en Santa Teresa, en Quevedo retirado en su torre, en poetisas que en su soledad descifran el sonido secreto del mundo. Y en ese transcurrir de minutos enlazados a otros, surgen las palabras como llamas atravesando el tiempo.

    Por las tardes suelo sentarme en el patio, sin prisa. El crepúsculo lo inmaterializa todo y me gusta recordar, cuando la tarde se derrama y el sol va huyendo lentamente tras las montañas, las palabras de Juana de Ibarbourou llamando a ese milagro la lámpara salvaje de los ocasos rojos. Con la misma intensidad que ella contemplo el ocaso. Con ella. Como si atardeciéramos juntas.3

    Crepúsculo, versos de otras poetisas se unen a su voz, creando una llama mística, un resplandor en el que se entrecruzan los pasadizos eternos de la biblioteca borgiana, esa que ella quiso recopilar, forjando un coro de voces femeninas, un ángelus en el que se internaba su ser transmutado en voz.

    Las voces ¿a dónde irán las voces? Talladas en el aire eternamente giran, descienden, se levantan, cruzan como pájaros alucinados en un peregrinaje sin destino, sin límite, casi indefensas, vagan por predios sobrehumanos ya sin tiempo. Su tránsito, su imposible final nos hace preguntarnos ¿a dónde van las voces?4

    Esas voces, fantasmas tangibles de otro tiempo, que las cintas de un magnetófono en un cuento de Luzmaría intentan registrar en la soledad vacía de un viejo monasterio, quedan impresas en el misterioso sentido del verbo, en la vibración extraña del alma que sacude imágenes y entonación. La detención de lo ido, su cristalización en un recuerdo que es presencia y vida, es una constante en su obra.

    Nos rodean las sombras como ramos oscuros. En las blancas paredes se cuelgan como máscaras y se adhieren con levedad de pluma a la sedienta piel. A estas sombras amamos y nos siguen amando. Sobre los terciopelos reclinan sus cabezas que fueron. Agitan los corimbos de sus manos sin tacto y acarician los muebles, el reloj, las cortinas… Miran todas las fotos. Tal vez las más antiguas les descubran sus rostros. Y en el rápido brillo de un zafiro en mi dedo reencuentren el amor. No hay huecos en la casa. No hay vacíos. Estas sombras son cómplices de genéticos ríos. Nos aman. Las amamos. Seré sombra algún día… y amaré lo que amo.5

    La nostalgia tiñe las palabras de nuestra poetisa, presencia y ausencia son rostros de una misma realidad extrañamente dolorida. En ese intento de apresarla, surgen palabras como pétalos de un corimbo, llamas que encierran rostros extrañamente guardados en una fotografía, voces de otro mundo registradas, tonos o cadencias del alma de una poetisa. Una soledad inundada de misticismo, de carencia no saciada en la intuición del espíritu, impregna sus palabras.

    Las calles son ahora como espejos oscuros que nos devuelven imágenes que no nos pertenecen. Que extrañamos. Pasan los autobuses y parece que nadie viaja en ellos. Son forajidos transportando cargas de soledad. Buscamos aquel viejo café donde entregábamos los sueños a la vida, y tan sólo encontramos un pulso de rencor entre unos muros que no son los nuestros. Pero uno muere y resucita tantas veces como sacude la memoria al corazón. Y cada ausencia, cada sombra, tiene su propio nombre en esta geografía urbana.6

    Frente a ese mundo de imágenes y voces delicadamente guardadas, preservadas, en la mirada de un ángelus, se alza un paisaje vacío, sonámbulo, que nos devuelve un tono existencial, en el que la humanidad busca su sentido, su plenitud, en un mundo devorado por el poder, por una soledad egoísta que consume la identidad espiritual. En ese laberinto de calles se pierde la búsqueda angustiosa de la poetisa.

    .../... La ciudad es una cárcel sin barrotes,
    una fábula viva donde sus máscaras
    cohabitan soledades.
    Todos se miran sin saber sus nombres.
    La luz de los semáforos
    implacable vigila a sus autómatas.
    Las bocas de los metros archivan prisas,
    calientan marginados,
    son cómplices de fracasados músicos,
    y en sus andenes donde "el metro vuela"
    aparcan sus historias humildes emigrantes. .../...
    7

    En esa soledad, Luzmaría contrapone el vacío del mundo, su deshumanización, con la imagen fatigada, viajera, de la mujer. Perdida, marginada, humillada e incluso maltratada. Porque los ángeles de su poesía son fuerzas etéreas y terrenas, abarcan lo inasible del espíritu y su encarnación más física.

    Son una hilera de enlutadas sombras.
    Siemprevivas calladas. Siempremuertas.
    Mariposas de invierno en alfileres.
    Alondras tristes para siempre mudas.
    Selláronles sus bocas con pétalos de sangre.
    Esculpieron sus risas sobre mármoles fríos.
    Dejaron a sus hijos a solas en el aire,
    y ya sus ojos ciegos ruedan por los abismos.
    Son mujeres sin nombre, sin edades,
    que levantan sus voces en la ausencia
    esperando una luz que las redima
    del terror, de la injuria, de la fuerza.
    No piden ni la paz ni la palabra:
    quieren ser los escudos de la herida,
    la memoria tenaz, la dolorida sinrazón
    de una muerte anunciada. Denunciada.
    Ellas, las siempre muertas y las siempre vivas.
    8

    Como aves de un infierno dantesco, sombras de mujeres con la voz amputada, sesgadas sus vidas por la brutalidad de un poder absurdo, revolotean estáticas en su deseo de ser ángeles. Es la barrera que impidió que cristalizara su ser en palabras, mientras otras voces más afortunadas pudieron ser escuchadas.

    En ese mundo amenazado por las sombras, aguardan también niños pobres, abandonados, emigrantes sin refugio, mártires poéticos, seres marginados por un mundo hambriento y codicioso. Es la inocencia maltratada, cercenada en su sed de vida.

    .../... Niño, el calor de la vida no temblará en tu mano,
    tus dos ojos cerrados jamás verán la luna.
    La tierra generosa te acogerá en su seno,
    como una tierna madre te dará sus raíces,
    te abrigará solícita en los días de viento,
    escucharás sus nanas al ritmo de la lluvia
    y a veces el granizo será tu sonajero.
    9

    En el deambular de nuestra poetisa, la tierra, el mar, la luna, son elementos primigenios que la acompañan y la guían, en ese contemplar doloroso e impotente en el que su figura contiene el relieve, el acento, de otras artistas ya ausentes, creando el círculo simbólico de la fecundidad buscada y perdida, en una tierra en la que revolotean ángeles y condenas. Esa mujer "sin alcuza" se transmuta en la figura diminuta de Edith Piaf, en el tono nostálgico de su voz, rasgando con amor la fría soledad de las calles.

    .../...                 La gente
    se sorprende ante esa violácea criatura
    y acechan su perfil abstracto y leve,
    mientras los perros callejeros
    beben estrellas en los charcos
    y humean las esquinas de Montmartre.
    Ciego el tiempo y la lluvia. Ciego el aire.
                     Ciega su soledad.
    No hay un lugar propicio para su cuerpo frágil
    ni una estela de luz para colgar
    su pálida y desvencijada geografía.
    Los puentes de Paris recogen,
    en sus húmedos ecos, el olvido
    de los oscuros hombres que la amaron.

    Entre la niebla ella avanza sonámbula:
    en su cuello un dije hecho de noches,
    mientras su voz herida, asciende alada
    en torbellino rosa hacia la eternidad.
    10

    Esos pasos de nuestra poetisa, que avanzan por diferentes senderos, se tornan vivos, exaltados cuando la lluvia purifica esas visiones de injusticia y herida. Música y lluvia, tañidos de campana, llevan el corazón hacia el mar, el amor inocente. Tiempo y camino se deslizan en la pendiente del recuerdo amoroso.

    Entonces qué sabíamos. Tan sólo era un camino cuesta abajo desbordado de risas y libélulas. Nadie enseña a cortar los racimos de la primera y mágica vendimia. Descubrir el amor en su pura inocencia era languidecer sobre la espuma, mientras dentro relámpagos de luz inoculaban el arte de la seducción. Teníamos sensación de zozobra, la emoción inestable y acaso la osadía de sabernos clamor de la serpiente y la manzana. Mujeresniñas investidas por el primer deseo. Oíamos, en su versión primera, palabras tan antiguas que como vino poderoso abrían venas, encendían tactos y los cuerpos quedaban estremecidos ya por la ternura. …/…11

    La palabra acude fecunda de recuerdos. Como tras una Anunciación, habita y crece en el vientre, anudándose a las entrañas, brotando y esculpiendo la página que ilumina. Y Luzmaría explica irónicamente:

    Gabriel te dice: ¡Dios te salve, María!
    Te confía la suerte de tu vientre.
    Te mira… Agítase tu pecho… y siente
    no poder ser José. Ser sólo un ángel
    .12

    Pero la palabra es la manifestación carnal del estremecimiento del oído, la prueba insólita de que el tiempo logra cristalizar en lo eterno. Y ese finísimo encaje de horas, de "lirios blancos" que surgen en la penumbra vidente de nuestra poetisa, son piedras, arcos y estatuas de ángeles que ciegan el horizonte y rompen el silencio de los siglos.

    Bajo las nervaduras y los arcos
    ángeles puros en racimos ebrios
    con sus risas de lirios nos deslumbran.
    Sobre su piel la pátina del tiempo
    difumina los ópalos dormidos
    prolongando los oros en su hondura.
    En las columnas dóricas se apoyan,
    roban sus alas las policromías
    para fraguar azahares en el aire.
    Con encajes de luz hieren las sombras
    y del perfume de los incensarios
    tejen guirnaldas de rosas de humo.
    Se desmayan los bucles en las fuentes
    mientras, locos, estallan su alegría
    contra la frigidez austera de los mármoles.
    13

    El tiempo de la escritura, sus huellas delicadas atraviesan ese espacio blanco que delinea el laberinto de mundos recordados, soñados, desoladores o encendidos entre la niebla. Ruinas laberínticas que los sentidos internos de nuestra escritora recorren como si sus manos palpasen realidades ciegas.

    ...Y más allá el Arlanza
    canta su desventura.

    El viento errante sacia
    sus pulmones de piedra
    y dejan los reptiles
    estofadas las gárgolas.
    Sus muros derruidos
    resisten la intemperie
    guardando sigilosos
    el polvo de los muertos.
    .../...
    14

    La palabra viva encierra el enigma de lo pasado y presente. Resucita y guarda entre sus muros las voces de escritores que el viento recuerda y graba, como esculturas sagradas, reflejo de una polifonía cósmica. Es el libro sagrado del arcángel Raziel, compendio borgiano de la visión poética humana, abarcando, como en la poesía de Luzmaría, el abismo del dolor humano y la elevación estática más abstracta.

    Se congregan en ti todas las claves
    del Universo, todos los misterios…
    En tu libro pusiste por escrito
    todo el saber del cielo
    y de la tierra.
    Su código secreto jamás descifrarán
    ni las más altas jerarquías celestiales.
    No sirven ni plegarias ni conjuros
    y solo la fe salva tantos interrogantes.
    Tal vez si en sueños tú vinieras
    de tu sacro mutismo arrepentido,
    revelarme podrías el secreto
    de la fugaz belleza de las rosas.
    15

    Ese libro misterioso guarda el secreto de un paisaje. Latitudes del alma en las que se alzan extrañas aves que abrazan el fuego de la palabra, creando música y armonía, escritura entrelazada que en el Universo aguarda, como la voz de nuestra poetisa.

    .../... Sobre la piel un viento ebrio arrastrará lo que quede de voz hasta ese nuevo mapa de la ciudad de las voces. Voces que como pájaros eternos elevarán sus vuelos siempre, siempre… y toda la importancia del paisaje recaerá en la palabra.

    Tal vez en ese mapa habrá un oasis en donde las ya cansadas voces de poetas encuentren un remanso de paz para su fuego. Y sin reptar levantarán de las ciénagas sus gargantas, alfar ante las torvas, incrédulas y secas gargantas de los otros.

    Tendremos los poetas un cielo de palabras.16

    El secreto de la palabra que duerme, cercana y distante en su silencio, envuelve el misterio del alma, el timbre perpetuo de la voz poética. Así, los versos de Luzmaría nos acogen y acogerán siempre, multiplicándose, como el reflejo encendido de la mirada del mar.

    Echa a volar, gaviota de mi puerto,
    por las rotas arterias de mis olas,
    y en las blancas estelas de mis pechos
    dibújame tu sombra en la distancia.
    Allí, donde parece que se estrellan
    mi inquieta espuma y tu batir de alas,
    allí será el encuentro todo fuego,
    allí,
    bajo la sombra de la luna helada.
    Echa a volar, gaviota de mi puerto,
    sin mirar hacia atrás, ve a tu bandada
    y derrama mi sangre por el viento.
    17

    1 Amados ángeles, Torremozas, 1997.
    2 Queridos muertos, Torremozas, 2008.
    3 Ibid.
    4 Ibid.
    5 Bolero, Torremozas, 1993.
    6 Ibidem
    7 Mujer sin alcuza, Torremozas, 2005
    8 Ibid.
    9 Ibid.
    10 Corimbo, Torremozas, 2011.
    11 Bolero
    12 Amados ángeles
    13 Ibid
    14 Corimbo
    15 Amados ángeles
    16 Bolero
    17 Sé que vivo, Torremozas, 1984.