ALGA Revista de Literatura
nº75 - primavera 2016




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
      Poesia
      de Ruth Castilla Mora

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Homenajes

    INTRODUCCIÓN por Goya Gutiérrez

    GOYA GUTIÉRREZ es miembro del Grupo de Poesía ALGA y dirige la revista ALGA desde 2003. Ver http://goya-gutierrez-lanero.com/

    HUMO DE PAJA por Rosa Lentini

    ROSA LENTINI (Barcelona, 1957). Poeta, traductora, crítica y co-editora de Ediciones Igitur. Miembro fundador de las revistas Asimetría (1986-88) y Hora de Poesía (1979-95), de la que fue su directora. Poemarios: La noche es una voz soñada (1994), Cuaderno de Egipto (2000), El sur hacia mí (2001), Leggendo Alejandra Pizarnik, edizione di Emilio Coco, S.Marco in Lamis, Foggia, Italia (2002), Las cuatro rosas (2002), El veneno y la piedra (2005) Transparencias (2006), Tsunami si alte poeme, antologia poetica, traducción al rumano Eugen Dorcescu, Bucarest, Rumanía (2011), Tsunami (2013), Tuvimos (2013) y Poesía reunida 2014-1994 (2015). Ha sido incluida en numerosas antologías, y ha traducido libros de Pierre Reverdy, Eugen Dorcescu, de los poetas catalanes Joan Perucho y Rosa Leveroni, en colaboración con Ricardo Cano Gaviria Satán dice de Sharon Olds y Últimos días de Giuseppe Ungaretti, la poesía reunida de Djuna Barnes (con Osías Stutman), así como la antología Siete poetas norteamericanas actuales (con Susan Schreibman). Como seleccionadora es responsable de antologías de Carlos Edmundo de Ory y de Javier Lentini. Y junto a Concha García, del número monográfico de la revista Ficciones: Barcelona: 25 años de poesía en lengua española. Ha realizado con Francisco Rico la antología Mil años de poesía europea (Editorial Backlist, 2009).

    HOMENAJE PÓSTUMO AL POETA FLORENTINO HUERGA CON OCASIÓN DE LA PRESENTACIÓN EN LA ACEC EL 23.11.2015 DEL LIBRO RECOPILATORIO DE SU ÚLTIMA POESÍA "ÚLTIMOS PASOS"

    INTRODUCCIÓN
    por Goya Gutiérrez

    En una entrevista realizada por mí a Florentino Huerga en el número 51 de esta revista del año 2003 con objeto de dar voz al poeta y a otros poetas que se habían manifestado sobre su poesía y que él eligió mencionar, así como sus palabras sobre la obra póstuma que recoge "Últimos pasos", se dice lo siguiente:

    P. - Tu primer libro "Poemas de mala sombra"(1968) ¿Se podría situar dentro del llamado realismo social?

    R. - "Poemas de mala sombra" no es una investigación de la realidad social. Es la realidad que yo vivo. Es abrir la ventana que da a la calle, a mi calle, para mí, la sociedad, es la que yo vivo y siento. Mi poesía se inscribe dentro de una geografía y de una historia.

    Leopoldo de Luis, en "El Urogallo" Madrid, mayo-junio de 1975 decía: "Más que de protesta, más aún que de testimonio, esta poesía es desmitificadora, Florentino Huerga dinamita con sus poemas las acomodaticias murallas de las conveniencias sociales de la distribución clasista, de la cultura manipulada, del esteticismo insolidario...

    Trae a veces un aire como de poesía popular, otra es una ráfaga apocalíptica, lo que dejan transidos los versos. Si nos detuviéramos a pormenorizar (y el interés del libro lo justificaría, ya que se trata de poeta poco conocido al que debe prestarse atención) veríamos la diversidad de elementos que han ido formando la expresión de Florentino Huerga"

    P.-¿De qué trata fundamentalmente tu obra inédita de poesía?

    R. - Es reiterar y reiterar la vuelta a Ítaca derrotado, sin nada, vacío. No un perro reconociendo al dueño que se fue, y al que los dioses confundieron por los mares inmensos, sino un perro que reconoce al Paria en que la vida lo ha convertido, buscando un rincón de tierra donde esconder la ceniza y su derrota. Desposeído de la ilusión, desterrado de la esperanza, viene a dialogar con la muerte, a pedirle su piedad, a presentarle sus respetos.

    Después de leer los tres libros de esta recopilación se puede decir que el último ciclo poético del poeta que incluiría también su último libro en vida "Los laberintos del agua" y que enlazaría también con el libro "Pasos en la arena" como menciona de este último Rosa Lentini en el prólogo que sigue, conformarían una etapa donde su poesía se hace claramente más intimista y existencialista, un existencialismo en donde el mundo y la existencia está a merced de la naturaleza, pero también de la indolencia de los ángeles y de los dioses, de su inutilidad y abandono, o como dice Felipe Aranguren en el prólogo a "Cementerio luminoso" acerca del poema "El ángel de la noche", "Este ángel rebelde es próximo al poeta, ya que su rebeldía contra el dios es más humana que la pura sumisión a la ley divina". (...) "El hombre libre de sus propios miedos puede enfrentarse al horror desde la belleza".

    También suscribo para el conjunto de la recopilación de estos tres libros en "Últimos pasos", las palabras de José Corredor-Matheos cuando en su prólogo a "Ceremonial de sombras" acaba diciendo "Este libro del recordado amigo Florentino Huerga contiene bellísimos poemas, de una gran superación creativa. Sensaciones experimentadas en pozos oscuros, que escribió al borde del abismo y deja, iluminadas, en manos del lector".

    Ante la imposibilidad de reproducir en su totalidad aquí el prólogo de José Corredor-Matheos al libro "Ceremonial de sombras", el de Felipe Aranguren al libro "Cementerio luminoso" o el epílogo por José Costero, hemos elegido reeditar el prólogo que Rosa Lentini dedica al libro "Humo de paja" del cual el lector/a puede encontrar varios fragmentos poéticos en el número 73/74 de esta revista en la sección de Colaboración especial.


    HUMO DE PAJA
    por Rosa Lentini

    1.

    A Florentino Huerga, críticos como Julio Manegat o Manuel Vázquez Montalbán, ambos prologuistas de sus libros, lo encuadraron en el movimiento de los poetas sociales. Y en su mayor parte su poesía publicada en vida proviene de la tradición del primer Miguel Hernández, de Gabriel Celaya, del Rafael Alberti maduro o del César Vallejo de España, aparta de mí este cáliz.

    Desde Poemas de la mala sombra, publicado en un año tan emblemático como el 68, se acerca a la estética del realismo social de los años 50. En 1974 recoge toda su producción anterior en Apuntes para otra historia asentada sobre una base social, pero deja sin incluir el tercero de sus libros Pasos en la arena, de 1972. En un epígrafe de Octavio Paz, pone de relieve que no hay "sitio para el yo, el nombre propio" e insiste en la distinción entre poeta y vate, el poeta es el que tiene la voz del pueblo llano, el vate el que rebusca las palabras, el que hace florituras. Cuatro años más tarde, con una incipiente abertura política en el país, aparece Nosotros las víctimas, con prólogo de Leopoldo de Luis. Salvo los primeros poemas pictóricos, siguiendo el estilo de Pasos en la arena, Huerga cierra un ciclo de poesía social, y lo hace con homenajes a los grandes padres: Antonio Machado, Miguel Hernández, García Lorca convertido en símbolo por su asesinato, Rafael Alberti y cerrando el homenaje un poema en prosa poética dedicado a Pablo Neruda.

    Del amor y otros desengaños, de 1981, inaugura una vertiente poética cuyo valor se centra en la existencia moral. El amor sustituyendo la política eleva al hombre, que ama desde el "páramo hosco" que es la tierra y los poemas parecen estampas suspendidas en un vacío temporal. Huerga retoma una poesía existencial que ya aparecía en algunos poemas de Nosotros las víctimas y especialmente en Pasos en la arena, no incluido en su volumen recopilatorio.

    En 1997 se publica el último libro en vida del zamorano: Los laberintos del agua, cuyo prologuista, Daniel Riu Maravall, rescata las palabras de Huerga: "si ser poeta social significa untar la pluma en el propio corazón y hablar desde la más intima manifestación de la sangre, sí, soy poeta social, pero si a esto también se le puede llamar intimismo, soy un poeta intimista", y destaca que en su poesía, aunque determinada por la temática que desarrolla y encuadrada en la denominada social, "una detenida lectura nos llevará a consideraciones y matices que hacen no encasillarla dentro de un modelo explícito". Huerga, poeta del pueblo en sus primeras recopilaciones, acaba abriendo las puertas a un poeta de la existencia ética, en una vertiente de poesía intimista en la que prima el espacio sobre el tiempo. Es el hombre moral más que el hombre temporal el que ahora le importa.

    En esta etapa el símbolo se impone en versos claramente alegóricos. Se decanta, antes que por la sucesión de obreros y mineros, por el paisaje y su simbolismo. La poesía de este último libro, aún en los poemas más largos, al estilo de su poesía declamatoria, ofrecen la lectura de un poeta que cree tanto en la forma de expresión de la palabra como en el mensaje mismo para tratar de conjurar la angustia existencial. Así pone de manifiesto la idea de un Dios ajeno a la pasión del hombre que da la espalda a su extravío, y como en la estela de Paul Celan de "Tenebrae" el yo increpa a Dios y le dice: "Rézanos tú a nosotros". Y este poemario se convierte a la vez en una despedida "Voy a la extinción de la memoria,/ a la noche inexplicable/ e infinita." En la última parte del libro, "El altar del aire", los poemas son breves, desesperanzados, metafóricos, parecen escritos en "tono menor" pero han aguantado mejor el paso del tiempo, poemas cortos, confesionales, susurrantes, de final abierto. Llevan un sello de voz propia, desgajada ya de ese "Canto general" Nerudiano, que tanto influyó a los poetas del 50 y a sus sucesores. Poemas que cumplen la función de sinécdoques, que van de lo pequeño a lo universal, de la parte hacia el todo, de lo terrestre a lo celeste, elevándose, creciendo. Huerga retoma la poesía de palabra breve e intestina de Pasos en la arena, con poemas como impresiones oculares. Un canto rural a los abuelos, a los parias de la vida, a los pescadores de red corta, a los trabajadores del campo. Paisaje y corazón en una misma desesperanza. Los recuerdos y los hombres condenados se identifican, y ambos serán sólo huellas de pasos en la arena que el viento acabará por llevarse.

    2.

    En este estado se encuentra la poesía huerguiana cuando aparecen como un gran regalo los tres poemarios inéditos que se publican ahora póstumamente en un mismo volumen. Humo de paja, retoma en su título esa huella existencial de Pasos en la arena, poemario que mantiene con los otros dos inéditos, Cementerio luminoso y Ceremonial de sombras, la fórmula común del goteo del verso, reducido a una, dos o tres palabras por línea, pero que tiene también características propias. Humo de paja utiliza un vocabulario rico y colorista para elaborar las imágenes de un libro que, acaso por ser más breve que los otros dos, pretende también formar una mayor unidad. Otro rasgo distintivo hace decantar a Huerga, que usa siempre de un yo totalizador que increpa a los hombres a la vez que centra y vivifica el verso, a incluir a la primera persona como un elemento más del discurso, sumándolo a la escenificación del cuadro, donde el yo-poeta es uno de sus personajes que, situado cercano al marco, está a la vez dentro y fuera de la escena.

    Si Humo de fábrica de Salvat Papasseit sentó un precedente a principios del siglo XX, y con seguridad Huerga conocía el libro de prosas poéticas de corte social que el poeta catalán escribió en su juventud, asimismo el cuadro de personajes recuerda la poesía del primer Lorca. Del primero recoge la inspiración para el título: Humo de paja, del segundo el cuadro de fiesta que lo enmarca. ¿Pero qué es el humo de paja? Una expresión del diccionario indica que "no hablar a humo de pajas" significa no hablar sin ton ni son, sin sentido, pero aquí el humo de paja se identifica sobre todo con lo efímero, y es una fórmula para darle entidad al vacío, al sueño de una existencia que se ve ya casi acabada, y que semeja al humo de la paja que arde y se evapora en el aire, una imagen de la estafa que al poeta le resulta la vida. Humo de paja plantea así un escenario donde el yo, al tiempo que los observa, se sitúa en un marco común con los otros hombres, que realizan su travesía vital del único modo en que saben hacerlo, con sus dudas y su angustia. Porque el mundo está abocado a transcurrir entre la verbena y la fiesta que pasa por la muerte del toro, donde todos los hombres, los borrachos y los trasnochados, los inconscientes o los cínicos, con las esperanzas rotas, pasean sus vidas dejándose llevar por la bebiba y el sarao como el humo se deja arrastrar por el aire. Y porque todos estamos en la misma situación, no puede haber condena solo para los otros, sino también complicidad con el semejante, un rasgo unificador, familiar a todos los hombres: "De mí,/ de todos,/ tendré que avergonzarme."

    El lamento es el lenguaje primitivo universal, y como los primeros hombres, Huerga lo usa para trasladar su queja a Dios, o al símbolo que él cree que es el poder de lo divino sobre lo humano. Porque con los años el tiempo en vez de templarse se hace más amargo, y el poeta necesita hacerse escuchar, con palabras precisas pero que sirven a un fin expresivo, a la injusticia que es poner al hombre sobre la faz de la tierra para luego arrancarlo de ella. Porque a diferencia del poema de la norteamericana Elizabeth Bishop titulado "El arte de perder", Huerga no acepta la pérdida, pero su poesía, que carece de nostalgia, transforma el lamento en expresión rebelde y en su intento de liberar al tiempo, exhorta a todos los que lo han cercado mediante su codicia, estupidez, estulticia, vagancia, irresponsabilidad o desidia. Frente al hombre falso impone el hombre desgastado, porque Florentino Huerga hace de su poesía un envite, una jugada realizada al azar, un golpe de dados mallarmeano que se lanza a la vida desde lo más incendiado que tiene el hombre: la apuesta de una mente madura consciente de que el cuerpo deja solo cenizas, polvo y humo. Por ello su lenguaje es un clamor solitario en una larga, interminable queja hacia el cielo. Y aunque se convence de que "nadie/ recorre más/ tiempo que el suyo", Huerga sabe que el tiempo deja también su huella de otro modo, en un atisbo de gracia divina o humana, cuando la voz de la inocencia juega a inventar el mundo en una sola noche: "Para vosotros/ lo imposible,/ esta algarabía/ de palabras,/ puestas en vilo/ hasta/ el roce del amanecer".