EL VELO DE MIS OJOS
Quietos, no retiréis ahora el velo de mis ojos,
dejadme habitar en este crepúsculo,
sombra de luna bajo pinar de copas prietas.
No dejéis que toque con mi mano consciente
el verde de las hojas ni el recorte gris de las lomas
en la bruma lejana.
Permitid que mi pensamiento repose
sobre la cresta de una ola infinita
en la que no se quiebra el rizo,
y yo envuelta en esta penumbra confortable
tejida de saberes esquivados.
LUNA ROJA
Dicen que vendrá la luna
vestida de rojo en la noche prevista.
Saldrá por fin,
anunciada su desmesura,
y hará palidecer al lago
que, sumiso, postergará su brillo
hasta ver cómo se aleja.
Cinco meridianos atrás
la gozarán más tarde,
y ella sabrá de la aflicción de los amigos,
de cómo caminan sobre la línea ambigua
que serpentea entre el dolor y la distancia,
y de cómo se desvanecen las oleadas
de rubor que ondulan las sonrisas.
|
OTOÑO
Sal del confort de tu penumbra
y escucha el crujir de las hojas en su lecho final,
víctimas de la connivencia del viento y el otoño.
Saborea el amargo aroma de sal
que despiden las olas cuando rompen el estío,
dejándolo al límite del reflujo, en la orilla.
Percibe las turbias aguas
que se pierden en rumorosos regueros.
Goza del ocaso cálido, del rojo veteado
que compite en tus ojos
por ocupar toda su superficie,
sin permitir que la bruma de mar los enturbie,
y prepara tu ánimo
para el largo invierno que nos trocará
las bellezas estancas y que habrás de hallar
en las búsquedas desde espacios confinados.
|