QANLY BORUM
(Cabo ensangrentado)
Octubre 7, 1571
A doscientos pasos,
el galeote divisa la muralla de proas
que se acerca,
el clamor formidable
que baten los tambores.
Ya define la seda verde y negra
de turcos pabellones
undosamente escritos con citas
del Profeta.
Hoy es el día, sabe,
de recíproca pólvora,
de doscientos mil hombres
y quinientas galeras enfrentadas.
Cien pasos adelante, hacia él,
el contrario espolón empuja el mar,
arrollando la espuma
que no será ya blanca
sino marca de sangre en los bajeles.
Hoy es el día, y no sabe,
que cuarenta mil almas
respiraron ayer la última tarde
y hoy serán el tributo de Neptuno.
Con un arma en la mano,
el galeote sin grillos imagina
una lanza paciente que murmura su nombre,
un resuelto dardo mudo
que en el momento escrito
le buscará la vida.
Para una y otra escuadra,
el adversario llega.
Cada buque se astilla en la embestida;
las voces aturdidas tienen dueño,
y reparten semblantes de lúcido pavor.
Hoy es el día, razona,
mientras la muerte ahoga el mediodía,
en que la sombra debajo de sus pies
será el mínimo recinto de Lepanto.
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RETORNO
Un puente sobre el hielo.
Me han dejado solo, nadie me sujeta.
La noche congelada está delante,
muda sobre el río inmóvil.
A trescientos pasos, un halo amarillento
dibuja un disco de luz
al otro extremo del puente.
Una silueta rompe el quieto resplandor.
¿Temblará, como yo, quien me copia los pasos
caminando hacia mí?
Transito un corredor,
inclinados barrotes que oprimen el espacio
hasta el medio del puente,
donde una raya blanca
justifica dos mundos.
El hombre es un espía, un traidor.
En la gastada línea nos cruzamos.
Él penetra en la jaula; yo la dejo.
Cada uno reconoce algo de sí mismo
en los ojos del otro.
Porque somos iguales, ambos presentimos
un aguijón de fuego
que nos muerde la espalda.
Pero nada sucede;
sólo nuestras pisadas
aplaudiendo la noche.
Tras el halo de luz no puedo verte.
Te presiento menguada en la penumbra,
expectante de elogios y reproches.
Debajo de la piel escondo el equipaje
de dos años de ausencia:
el oro derramado
brillando gota a gota
de cada lágrima tuya.
Caminé trescientos pasos para verte
y fue el viaje más largo de mi vida.
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