SIN PIEDRA DE ROSETTA
La vida es tan amplia como un jeroglífico
sin piedra de Rosetta para descifrarla.
Adivinamos indicios, intuimos recorridos
pero lo hacemos cargando el enorme peso de las alas de Ícaro.
El sol no las derrite, aunque a menudo se oculta más que la noche.
Al tumulto no le sigue la calma
sino más ruidos que nos confunden,
las señales suelen estar equivocadas
y cuando de vez en cuando acertamos
y entendemos algo que siempre estuvo allí,
lloramos de agradecimiento e intentamos
seguir descifrando los pictogramas,
los colores, los sonidos, las texturas del mundo.
Ya sabemos que no estamos solos
en este juego del escondite hay muchos más
que dudan porque no logran ver la evidencia:
Es un paseo, y más vale que cuides las rosas del jardín.
De acuerdo, fui la cazadora furtiva
y caíste como un tigre en las redes
pero después qué caro fue el precio,
acabamos como animales enjaulados en el zoo: tristes.
No sé si yo coloqué la red para que te atrapase,
creo que me pediste que fuese a capturarte.
Sí, así fue, eran las doce de la noche,
y me dijiste por teléfono que fuera a verte,
yo no era Cenicienta y fui a tu casa en taxi,
no encontré ningún príncipe, sólo un tigre disfrazado, en batín.
A mitad de mi luna de miel, que yo pensaba perpetuar,
y que no coincidió con tu luna, me dijiste que teníamos que ser razonables:
medir nuestras citas, pues te desconcentraban, no podías trabajar,
quedé tan perpleja que empecé a desenamorarme, jamás quisiste entenderlo.
Hay ciertas cosas que no se le pueden decir a una cazadora de tigres.
El agua cae desde los círculos del Paraíso,
hemos compartido lágrimas domésticas
al seguir la espiral del corte.
He sabido qué es lo inefable:
no sé cómo explicarlo ni explicármelo.
Tus ojos de jade tienen tu alma y la mía en las pupilas.
Pulverizar el trigo y después amasarlo
y hornear el pan y barrer la casa y pasear con las ardillas,
y que la luz me siga orientando como hasta ahora
y proseguir dando vueltas en la rueda de la fortuna
hasta que un radio se destruya en mil astillas
y me despida más allá del sol y de la noche.
Dame la tierra que necesito,
el campo para arar no para morir.
Concédeme después del erial el oasis,
permite que las camellas me proporcionen leche
y que la miel vuelva otra vez a mis labios y a mis manos.
Dame la tierra que necesito,
no la tumba sino el sosiego del caminante,
ayúdame a preparar el hatillo,
quiero sólo lo esencial ¿no hay mayor pretensión?
Dame la tierra que necesito,
la surcaré de extremo a extremo
y las primeras espigas que nazcan las recogeré cual Ruth
y las ofreceré a quienes buscan un trozo de tierra donde bien morir.
Del libro Tal vez el tigre
In-VERSO ediciones, Barcelona 2015
Para reseña del libro ver pág. 103.
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