ALGA Revista de Literatura nº73/74 - primavera 2015
Dirección:
Goya Gutiérrez
Edición:
Grupo de Poesía ALGA
Responsables de la edición del presente número:
Goya Gutiérrez
Enric Velo
Maquetación, composición y diseño web:
Enric Velo
Portada:
- Supèrbia/Lleó
de Bernat Velo
Sumario
http://revistaliterariaalga.com/
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Poesía
ELISABETH ARANDA
ELISABETH ARANDA. Nacida en París, reside en Sant Cugat (Barcelona). Estudió Letras en la Universidad de Zaragoza y en L'Université de Paris X - Nanterre. Trabajó varios años vinculada al mundo de la moda. Escribe y construye poesías móviles. Ha realizado y producido cuatro documentales y varios cortos de arte. Es profesora de Lengua y Literatura Francesa en un Instituto de Barcelona. Actualmente está preparando su quinto documental y su tercer poemario. Ha publicado el libro de poemas ilustrado con dibujos de la autora Autologia Las orillas secretas (Barcelona, 2004). Es miembro del Grupo Alga.
SEMBLANTES
No volverás a sembrar las carnes
ni a acariciar el vello de las almas
ni a murmurar humos de cielo.
Camparán a su antojo las distancias.
Las pócimas inmortales regresarán
al pozo de tierra
aquejadas las piedras
de apretar el olvido.
Errarás en los labios del mundo.
Comeremos los señuelos del tiempo
cada uno a sus modos,
sonrojados de haberle temido al miedo,
arrepentidos por haber tenido
el corazón abierto.
Una hoja blanca se llenará de bocas.
En el techo de mi casa anidaré mañana,
los ojos puestos en alas perdidas.
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A LA POUSSIÈRE DU TEMPS
La retina milenaria esculpió las formas
que las bocas nombraron
sin enmudecer jamás.
Cubiertas con cromas que decoran el mundo
construyeron parajes habitados del tiempo.
Una hebra interminable sujeta la historia,
acompaña abrazando las almas eternas
de todos los que crecen a la vera del dios.
La vida palpita
aun lejos del viento.
Polvo de tiempo.
Una perla de gas.
Un aliento de voz.
Humo es la palabra.
Silencio total.
¿De qué sirve la sed
si el río es el viento?
¿Para qué el frío
si la ceniza siento?
Terco pretendo.
Terco.
Pretendiendo pierdo
y el camino se ríe a mis pies
porque soy polvo de tiempo.
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El equilibrio iba cojo, y yo, que no veía, no estaba ciego. Dormía. Dormíamos con las blancas, con las nieves. Cuando no quedaba nadie desperté del tiempo atrás, del otro mundo, del que quizá tenga que regresar un día para vivir alguna vida posible, que no sea la que estoy matando.
Un aventurero negro dijo que no existe la esperanza, me costó, pero bebí su lengua y me perdí en las lenguas de los lagos deslenguados y de los bosques putrefactos por haberse comido la lengua común de los árboles milenarios. Comí la oscuridad y tengo miedo de besar porque no sé qué saldrá de mi boca.
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