ALGA Revista de Literatura
nº72 - otoño 2014




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Eva Venus.
      Terracota de tamaño natural de Jorge Egea

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Lecturas. Textos comentados

    JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA

    JOSÉ LUIS GARCÍA HERRERA, Esplugues de Llobregat (Barcelona), 1964. Poeta, narrador, rapsoda, crítico literario y técnico químico-alimentario. Fue director de la revista El juglar y la luna, directivo de la Academia Iberoamericana de Poesía en Barcelona y miembro fundador de los premios literarios "Ciutat de Sant Andreu de la Barca". Ha obtenido numerosos premios de poesía y de relatos. Tiene publicados 17 libros de poesía y ha sido incluido en varias antologías. Traducido al euskera, italiano, francés, portugués y checo.



    EL DON DE LAS PÉRDIDAS

    El frutal del adiós
    Guillem Vallejo Forés
    Parnass ediciones, 2013.
    Poesía. 78 páginas.

    Quizá sorprenda al lector de El frutal del adiós encontrarse con un prólogo de Ángel Crespo escrito en 1995 y que analiza la obra poética de Guillem Vallejo entre los años 1989-94. Este texto pertenece al estudio que preparó para la antología Los nuevos poetas, en la que Vallejo era uno de los poetas antologados. Un texto que, como merecido homenaje a un gran poeta como Ángel Crespo, es recuperado para la edición de este libro.
              Por tanto, este libro, este cancionero como lo definiese Crespo, arranca su inicio desde tiempo atrás. Su leit motiv parte de tres hechos que se entroncan en la vida del poeta. Tres hechos que quedan fielmente reflejados en los poemas. El primero, la asistencia a un recital de J.L. Borges. El segundo, la visita a una exposición del pintor romántico alemán Caspar D. Friedrich. El tercero, el nacimiento de la hija de una buena amiga de Guillem. Borges alimenta las razones de la vida. Friedrich plantea diferentes visiones de la realidad. El nacimiento de esa niña es la razón de toda vida, de toda existencia, de la realidad misma.
              El Frutal del adiós nace con la noticia de esa nueva vida que está por llegar (Apenas unas horas te separan/ de ese cielo oval...) y que, llegada la hora, retrasa el momento de darse a luz (¡Degusta un poco más la Nada,/ tiempo habrá de emprender el camino/ que lleva al frutal del adiós!). Podríamos llegar a pensar, a plantearnos, que el título del libro debiera hacer mención a una bienvenida, más que a un adiós, que a un ramillete de despedidas; pero la vida, desde el prisma del poeta, es una sucesión de adioses que, naturalmente, demuestran que hemos vivido, que estamos vivos.
              El libro está dividido en cuatro partes: "Las simientes ingrávidas", "Pristina nómine", "Táctil infinito" y "Los paraísos vividos". Cuatro partes que van encadenándose en el proceso creativo del poemario. Guillem Vallejo celebra el nacimiento a la vida, esa vida sin mancha, esa vida con los ojos cerrados a la prisa, con renovada forma amanecida. Ante la maravillosa manera que tienen los recién nacidos de descubrir su entorno, Guillem aporta el deseo de revivir una etapa en la que también fuimos criaturas sin manchas.
              Uno de los aspectos que remarcaba Crespo en su estudio es el aprecio a la palabra como elemento primordial y moldeable en el poema. En acertada afirmación de Crespo: "las palabras no son sólo un medio sino un fin de su poesía, pues no son las meras despertadoras de los objetos, sino también las despertadas por el poeta".
              Los aspectos pictóricos juegan un papel muy importante en la confección de los poemas. Una mirada por encima de las nubes, una mirada a través de una ventana solitaria..., invitan a la contemplación de esa pequeña vida que se estremece entre los brazos que la acunan y la nombran: "Bancos de niebla y de esperanza./ Los pájaros más altos sobrepasan, alcanzan/ lo perdido, la doblez insensata de la luz". El libro va sucediéndose de una manera totalmente natural. Establece un ritmo pausado, lento, contemplativo, emulando el ritmo vital de esa niña que descubre la vida con una parsimonia que sorprende al poeta y lo atrapa en sus redes: "Sonríes o avizoras el marinero aquel/ que como sal o sol templó las aguas,/.../ y soltar esperanzas y dilatar pupilas/ y dejar que las redes, sin destino, se hundan". Habla la voz adulta sobrada de experiencia y ahonda en los consejos para advertir sobre todas esas pérdidas que irá acumulando durante su caminar por la senda de la existencia. Somos lo que perdimos y lo que dimos. Cada pérdida es un paso más sobre la hoja que escribimos guiados por la mano del instinto.
              Este es un libro que fondea en la raíz del árbol de la vida, que en estos tiempos de prisas supone un bálsamo de relajación y de calma. Un libro, El frutal del adiós, que demuestra, en la meditación que guardan y suscitan los poemas, en su manera de plasmar los aspectos más existenciales de la iniciación a la vida, la madurez de un poeta que entrega este testimonio de vida y sabiduría que late entre las manos y por detrás de los párpados.

    página siguiente