CINCO ÚLTIMOS POEMAS PARA CRIS (FRAGMENTO)
(...)
Anoche te soñé
sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala.
Ella desnuda en pórfido,
tu tersa piel desnuda.
¿Qué ofrenda le rendías a la deidad salvaje
que miraba a través de tu mirada
un horizonte eterno e implacable?
La taza de tus manos contenía
tu libación secreta, lágrimas
o tu sangre menstrual, o tu saliva.
En todo caso no era semen
y mi sueño sabía
que la ofrenda sería rechazada
con un lento rugido desdeñoso
tal como desde siempre
lo habías esperado.
Después, quizá, ya no lo sé,
las garras en tu seno
colmándote.
Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca
cuando nos despedimos en tu hotel,
después de un amistoso recorrer la ciudad
y un ajuste preciso de distancias.
Creí por un momento que me dabas
una cita futura,
que abrías una tierra de nadie, un interregno
donde alcanzar tu minucioso musgo.
Circundada de amigas me besaste,
yo la excepción, el monstruo,
y tú la transgresora murmurante.
Vaya a saber a quién besabas,
de quién te despedías.
Fui el vicario feliz de un solo instante,
el que a veces encuentra en su saliva
un breve gusto a madreselva
bajo cielos australes.
Quisiera ser Tiresias esta noche
y en una lenta espera boca abajo
recibirte y gemir bajo tus látigos
y tus tibias medusas.
(...)
Pero no soy Tiresias,
tan sólo el unicornio
que busca el agua de tus manos
y encuentra entre los belfos
un puñado de sal.
No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices
y acaso alguna vez
te sonreíste.
Del libro póstumo Salvo el Crepúsculo
(Alfaguara, 1984)
|