ALGA Revista de Literatura
nº71 - primavera 2014




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Cases Transparents, Diürn, Gran Cercle i Lluna Negra. 2012
      de Jordi Traperho

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Poesía

    LUCIO MARIANI

    LUCIO MARIANI, (Roma, 1936) Poeta y ensayista. Entre sus obras: Bestie segrete (1987), Dispersi gli alleati (1990), Pandemia (1990), Il torto della preda 1995), Qualche noticia del tempo (2001), Profondo amor profano (2004), Il sandalo di Empedocle (2005), Parola estrema (2007) y la reciente selección Farfalla e segno (2010), acompañada por un perspicuo epílogo del filósofo Tullio Gregory. Antologías de su obra han sido publicadas en los EEUU (Echoes of Memory, 2003), en Francia (Connaissance du temps, 2005), en España (Búsqueda de la sombra, Huerga & Fierro, 2008), en Alemania (Der Neid der Götter, 2011), en Grecia (Phthónos theón, 2012) y de nuevo en Francia (Restes du jour, 2012) y en EEUU (The FSG Book of Twentieth-Century Italian Poetry, 2012), donde en este año el editor Open Letter de la Rochester University publicará el libro Traces of Time. Ha traducido los Carmi priapei (1992 y 1993) y poemas de Vallejo, Corbière, Koltès, Bonnefoy, Warren y Gioia. En 1991 ha publicado In bassa sapienza, una selección de ensayos y aforismos; en 1997 el estudio L'epoca immemore e la poesia y en 2011 Gli operatori minori della poesía, traduttori e lettori in pubblico. Sobre su obra poética han escrito, entre otros, J. Taylor (Into the Heart of the European Poetry, 2008) y numerosos críticos y estudiosos italianos como Emilio Garroni, Nino Borsellino, Maurizio Dardano, Andrea Cortellessa.

    Traducción y versión del original italiano
    por VALENTÍ GÓMEZ I OLIVER

    ODA ROMANA

    Y avanzando a golpes de silencio

    mientras se tiñe el alba

    me encuentro en Ripa Grande

    el puerto ahora huérfano de amarras
    para barcas que remontaban el río
    llenas de mercancía, esclavos a los remos.

    Una alarma

    una inquietud profunda
    una llamada de fuente ignota
    me han llevado al arenal de mi Tíber
    que hierve entre lodos y olas verdes

    troncos y ramas

    para entregarme estupefacto y grato
    al carmín

    de un solitario cepo de ojaranzo

    nacido entre setos despeinados de hierba

    y los mantos de salvia

    por donde vaga precavido el gato.

    En la otra orilla
    debajo de San Anselmo suben al cielo
    los sombreros triunfantes de los pinos

    que dominan

    bloques sueltos de mármol historiado
    y moles grises olvidadas en el suelo
    sobre los huesos de los vencidos

    por el saqueo y los garfios

    de piratas de bárbaros y barones.


    El grito ronco de gavilanes rompe

    la larga ola fluvial de la mañana
    que ya discurría a saltos

    cuando en el primer mundo

    se quebró a chorros en la costa solitaria
    para abrir los ojos a las flores
    y encender sus coloradas cejas.


    Aquí fingiéndome ante fresco inmenso
    arrastro en una trama de memoria
    sombras y fantasmas.
    Digo enanos y mujeres
    empujados por el trineo del tiempo

    héroes presos y asesinos

    que pisotean la vera de estas aguas
    detrás los carros de emperadores

    papas e ilusionistas.


    Se abre el telón y
    uno tras otro se amontonan en la mente
    quienes alcanzaron triunfos y el martirio

    ahora despojos

    entre páginas deslucidas de la historia
    y un enjambre en escuálidos pasajes
    de gente consagrada a infamias de la nada.
    Y en el delirio, de la tierra
    se levantan innúmeros semblantes
    parcheados de trapos, hijos y madres
    que consumieron su vida en tugurios o en la calle
    abandonados sin amor ni intento
    y hallaron el final de sus días
    a cuchilladas a palos o por el mordisco
    de perros en jauría hambrientos como ellos.

    Así

    orillando el río de las meditaciones

    sobre el final del antiguo Arsenal
    llevo conmigo para siempre

    el nacimiento y el rápido destino

    de pocos grandes y de numerosas gentes

    alistadas por los días

    millones de existencias formicantes
    transcurridas igualmente como moscas
    abatidas
    en el bullir del húmedo siroco

    que aún hoy sopla

    sobre el destino y los fragmentos humanos
    sobre los que obstinados todavía se esfuerzan
    en posar vida y pasos
    sobre la piel de la divina Roma.


    Piedad para nosotros extenuados
    infinitesimal polvillo de eras indefinidas.


    Pálidas en su azulado
    se desangran estrellas resistentes.
    Entre los jirones del cercano abeto
    se filtra la poesía del sol nuevo
    que combate en silencio por la luz


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