DE NUESTRO CON-VIVIR
I
Si una estrella bajara, y anidara en tu pecho.
Si pudiera esa estrella, con las alas inmensas
del ángel de la infancia, ser tu capa.
Si supiera decirte la prenda precisa que tomar.
Si pudiera advertirnos sobre aquella que vamos
al principio tejiendo con ímpetu febril,
quizás muy torpemente,
como el niño obstinado que no cesa de arder
hasta absorber el más enorme dulce :
la redondez del mundo.
II
Si esa estrella, en el cuévano de tus ojos tuviera
la fecunda mirada de la imparcialidad,
verías que mis ruinas y mis deconstrucciones
tuvieron manos firmes, propósitos sinceros,
trazos fuera del plano, por una inclinación
que sería el soñar, fuera ya del ensueño.
III
Si a esa estrella, talismán, escultura del aire,
quisieras acogerla antes de que escapara,
urdiríamos juntas intuitivas hebras,
con las cuales tejer lo imprevisible
tapizando los ojos de un piélago de luz,
más allá del insomne nubarrón de discordia,
más allá de los chuzos de lluvia
que alimentan la furia sedienta de las gárgolas.
IV
Si a través de esa estrella, centelleo en el cuenco
celeste de la sombra,
una vieja campana bandeara hacia el alba,
hasta hacer emerger el prodigio trenzado,
de pétalos y notas y palabras...
Rogaría a la mano
que enhebró filigranas de ebriedad vegetal
a esforzadas columnas,
que también sostuvieran el invisible
bosque de crucería
de nuestra catedral de un tiempo
sin techumbres ni bóvedas.
V
Si esa estrella hecha nuestra, al irradiar su abrazo,
de brillantes, de ámbar, de rubís y amatistas,
zurciera con su aguja de oro
las grietas y desgarros del parto que regresa,
una barca que lleva al primer manantial
nos reamamantaría erigiendo
pechos como pilares, bajo el puente de plata,
que sostiene los pies resquebrajados,
que habiendo caminado, acuden al amparo
de nuestro con-vivir
RETORNO
I
Los barcos de la oportunidad hace tiempo que partieron
llevándose con ellos el pulso de las horas tras la brújula errada
y su sudor inútil grabado en nuestras manos.
Cómo elevar ahora los puentes de los diques sin provocar la fuga
de los que se quedaron
pensando que enraizados estaban en esta tierra acuosa.
Y cómo asegurarse que aquellos contrafuertes que fuimos erigiendo
en nuestro viaje interno
impedirán que el agua saloscura de nuevo nos invada
y regresen los mástiles con la bandera izada de los malos presagios.
II
Mas en este rincón del gran océano, de esta tierra emergente,
traída de pasadas regiones del recuerdo, pero al fin integrada
en el mar del presente
nada podrá impedirnos la siembra del pan y del gladiolo,
nadie podrá decirnos que no los cultivamos con amor,
y aunque en ese mercado del olvido no se admita excedente
este lo entregaremos al pico y a las alas de las aves audaces
que saben trasportarlo
hacia el cálido vientre de ese silencio pródigo del múltiple color,
sin hacer distinción
de la tierra extraída hecha barro, hecha nido, hecha progenie,
hecha retorno.
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