ALGA Revista de Literatura
nº70 - otoño 2013




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Niña saharaui
      de Marcello Scotti

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Poesía

    MARTIN SHWIFF

    Es miembro del Grupo de Poesía ALGA. Ver: www.castelldefels.org

    Durante aquella época bailaban en mi suelo cientos de corchos.
    Aislado por completo, navegaba por océanos sellados en botellas,
    mundos de cristal que vivían a la luz de una única y triste lámpara.

    Tenía una colección entera de pañuelos destrozados
    que intenté utilizar para taponarme el corazón
    y crear una coraza mientras lo fregaba con bebida.

    Sentía el sol en todos y cada uno de los amaneceres,
    un rastrillo oxidado clavándose en el suelo
    que no daba paz ni tregua, y arañaba frenético
    las raíces de mis cabellos y destrozaba mis ojos.

    Cada tanto, mis entrañas se columpiaban
    desde dentro hacia las aguas turbulentas.

    Llegó un día en que las agujas empezaron a hablarme,
    a coserme los brazos, a andar por mis perfectas venas.
    Compraba la calma y la seguridad, la diversión y la risa,
    disfrute y deleite,
    un sueño que me hubiera gustado parar.

    Rasgué la garganta de mis últimos años con una botella de whisky.

    Mutilé los escasos abrazos que ella me había prodigado.
    Estrangulé mis ojos hasta que la carne suicidó las lágrimas,
    hasta la ceguera de la noche, hacia la oscuridad y la sangre.
    Golpeé a la pared hasta dejarla seca y sin condescendencia,
    hasta romperle la carcajada y dejarla sin saliva que masticar.
    Destrocé las llaves del silencio para desatarlo y oír, otra vez,
    sus cascos enterrar en gritos a la rabia estéril que padecía.

    Corté el hilo que alimentaba lo nocturno que había en mí,
    rompí las alas de los cuervos muertos que me consumían.
    Esparcí las cenizas de las perlas transparentes y saladas,
    las que durante tanto tiempo habían roído el suelo húmedo.
    Clavé una estaca de esperanza en el corazón espinado
    de aquel recuerdo, de aquella noche hace siete años.

    Mis días de angustia perecieron la noche en que decidí olvidar.



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