ALGA Revista de Literatura
nº69 - primavera 2013




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Ilustración de Maria Girona para
      la cubierta del libro “La germana,
      l’estrangera” de Maria Mercè
      Marçal. Edicions del Mall, 1ª ed.
      Barcelona, 1985.

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Lecturas. Textos comentados

    PILAR GÓMEZ BEDATE

    PILAR GÓMEZ BEDATE. Doctora en Filosofía y Letras. Ha sido Catedrática de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, Profesora Titular de Literatura Española en la UB, en la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona, y Catedrática en la UPF, de Barcelona. Ha traducido la poesía de Mallarmé, el Decamerón de Boccacio o la trilogía de Primo Levi. Como ensayista se ha centrado en la poesía simbolista del siglo XX, como la de Juan Ramón Jiménez o Ángel Crespo. en cuanto a su poesía ha publicado El libro de las peregrinaciones (1966) y Las aguas del río (2012).



    HOMENAJE A SUSANA MARCH
    (16-NOVIEMBRE-2012)

    La tristeza
    Susana March
    Ediciones Rialp, S. A., Madrid (1953)

    Poesía. 72 páginas.

    La invitación que se me ha hecho para participar en el Homenaje de hoy a Susana March me honra y lo agradezco mucho. Me ha dado la ocasión de volver a acercarme a su poesía, que leí en los años 60, los años de mi juventud y me dejó entonces un gusto agridulce: un gusto entre la melancolía y la rebeldía.
              Pasados ahora tantos años he sentido un gran placer al re-encontrarla y comprobar qué bien esta poesía ha resistido la prueba del tiempo: cómo su lenguaje sigue vivo y fragante y cómo los sentimientos que encierra siguen trasmitiendo el pálpito de la verdad más humana y profunda.
              Para decir aquí unas palabras he elegido el libro La tristeza, que obtuvo un accésist al Premio Adonais en 1952 y que se publicó en Madrid en 1953. y he tomado sobre él algunas notas que voy a leer.
              La primera se refiere a algo muy obvio para quien lo haya leído. Algo muy obvio pero ineludible: la poesía de Susana March es una poesía lírica, esencialmente lírica, marcada por el tono de la intimidad cuyo relato se dirige a un grupo de personas amigas a quienes, de una manera sencilla y directa, y en un lenguaje cuya cadencia modula los sentimientos (y pensamientos) los trasmite de una manera penetrante y conmovedora.
              La segunda es que los sentimientos y pensamientos a los que la poetisa da voz son profundos y universales pero también característicos de una época y de un momento histórico y social determinado a cuya definición contribuyen y por el que, a su vez, son definidos.
              Cuando todas estas cosas pueden decirse de una obra poética no cabe duda de que esta obra ha vencido al tiempo y que ha entrado en la historia. En este caso, en la historia de la poesía lírica cuyos orígenes remotos están como sabemos, marcados por una voz de mujer: aquella mítica Safo para quien tan noblemente se ha usado la denominación de poetisa que hoy ha caído en desuso pero que, a mi parecer -y haciéndola recuperar su rango de alta calidad- es la que mejor definiría la poesía de La tristeza , libro que expresa con gran altura experiencias vividas de un modo esencialmente femenino (o, al menos experiencias que hasta nuestro tiempo se han considerado como esencialmente femeninas): la piedad por un mundo destruido por la guerra, la ternura por el hijo que crece y se hace independiente, y por los padres ancianos; la melancolía ante la pérdida de la belleza y la frescura de la juventud, la inseguridad -y la "vergüenza" como llega a decir en determinado momento- de la condición femenina, la necesidad de creer en un Dios que sea amigo y cuya voz se calla Y la rebeldía que estalla contra un orden que, sin embargo, se acata.
              Todo este cúmulo y complejidad de sentimientos afloran -como decía antes- en La tristeza en forma de confidencias que, en la primera parte del libro van dirigidas a un círculo de amigas y amigos a quienes los poemas están dedicados: Ana María Maluquer, Manuel Segalá, María Luz Morales, José María Calvo y Castro, Carmen Conde, Carmen Laforet, María Isabel Permanyer… y algunos más.
              En la segunda, subtitulada "La sangre", se dirigen al hijo y a los padres; en la tercera y última, "El camino", a cuatro poetas a quienes la autora siente como entrañablemente hermanos o amigos: San Juan de la Cruz, Walt Whitman, un poeta muerto y anónimo caído sobre la tierra negra, y Antonio Machado.
              Cuando publicó La tristeza, Susana March tenía treinta y cuatro años y no era, ni mucho menos, una desconocida en el mundo literario. Su voz ya plenamente madura había comenzado a formarse en la adolescencia con la lectura de nuestros poetas modernistas -en la senda de Rubén Darío, Antonio Machado, Manuel Machado, como muestran los Poemas de la Plaza Real recogidos en el libro de 1987, de quienes la joven de entonces aparece como magistral seguidora- pero el decadentismo y el tedium vitae de aquellos comienzos los ha transformado la vida y la madurez estética en esa poesía desencantada, sí, pero enérgica, profundamente verdadera de La tristeza que -olvidando las nostalgias indefinidas y embellecidas por los decorados literarios- refleja tan bien el cambio de la sensibilidad Fin de Siglo a la amarga -y al mismo tiempo rebelde- aceptación de la angustia existencial.
              En clave femenina (por sus temas y su sensibilidad, no por su oficio) La tristeza es un libro de su tiempo: del tiempo de Hijos de la Ira de Dámaso Alonso, de La casa encendida de Luis Rosales, de la revista Espadaña… Y ese tiempo está vivido aquí en primera persona: pensando en el hijo al que se ha dado la vida y que inexorablemente habrá de morir, en el soldado que obedecía órdenes y mataba con repugnancia, y que cayó al fin, torpemente sobre el barro, en el niño que jugaba entre los escombros de su propio jardín, o la muchacha que perdió su juventud entre los hombres que aborrecían su raza… La voz que los recuerda no quiere olvidar nada y expresa con palabras sencillas y verdaderas la angustia metafísica provocada por tantos sucesos:

              No es el dolor de los amores incumplidos/ ni los ideales deshechos./ no es tan siquiera la melancolía/ de envejecer./ Es algo más tremendo y más grande/ algo que crece dentro de mí,/ tal vez en el tuétano de los huesos/ y que acaso se llame vida/ porque vivir es triste (...)./ He dado un hijo al mundo/ y este hijo me pesa en la conciencia/ porque lo he creado para la muerte y el dolor.

              "Algo que crece dentro de mí/ tal vez en el tuétano de los huesos/ y que acaso se llame vida": es una expresión de la angustia del vivir que la visualiza y la localiza de una manera fisiológica tan exactamente que muestra en la autora una profunda comprensión de la misteriosa compenetración entre el cuerpo y el espíritu que es radicalmente moderna.
              Como lo muestran otras muchas imágenes que pueblan sus poemas en las que me gustaría detenerme aquí un momento Así, en el titulado "Otoño" donde quien habla se identifica profundamente con la naturaleza para poder decir/sentir su propio dolor :

              Tengo en el pecho un árbol desnudo/ un esqueleto de árbol sin hojas,/ muerto./ ¡Es aquí donde siento el dolor!/ he cruzado los brazos sobre él, aterida/ de frío, de tristeza, de lástima./ Un rayo de sol/ me atraviesa la garganta como un puñal.

              Cruzarse de brazos puede ser un gesto de descanso pero aquí, en este contexto, lo es de entrega: de entrega al árbol desnudo, muerto, al que, dentro del pecho, se abraza para protegerlo. La mujer madura, que ha abrazado la realidad del dolor, no deja de manifestarlo con palabras bajo las cuales se adivina una compasión y un amor universales de calidad materna, inmensa, como el que la lleva a exclamar:

              Aquí, en los brazos [siento gravitar] todo. Los hombres y los astros/ El peso misterioso de mi propia semilla./ La sinrazón del mundo pesando su mortaja.

              La percepción de una simultaneidad con el cosmos, que es sin duda también muy moderna y que ha dado origen a grandes poemas metafísicos adopta en su palabra unas dimensiones familiares, mínimas diríamos, que pueden percibirse en la alteración del pulso, tal como ocurre en el poema "El misterio" que evoca con sencillez, la extraordinaria comunicación de la criatura con el universo:

              La noche se ha vuelto grande y fría/ y gira en torno mío/ como un gran "carroussel" de estrellas./ En mi pulso la siento. En mi pulso,/ la noche es como mi sangre:/ negra, honda, ardiente y misteriosa./ ¡Apoya tu mano sobre mi corazón!/ Es pequeño y caliente.

              Esta excelente palabra poética con la que la autora se enfrenta a los grandes temas del destino humano y de la historia -y que no ha perdido actualidad ni emoción- no llega, sin embargo, a redimirla de lo que podríamos llamar "la inseguridad de ser mujer" que constituye uno de los temas más interesantes de su obra para quienes somos sus confidentes actuales y por fortuna no estamos sometidas a las circunstancias de la sociedad en que Susana March vivió, pues uno de los leit-motiv de su poesía a la que recorre como en sordina, es esta sensación de estar relegada a un papel secundario que tan vivamente se expresa en uno de los poemas confidenciales a su hijo, donde dice: "Pronto ya no podré contarle/ esas historias que le gustan tanto/ las heroicas hazañas que yo acometí cuando era joven/ porque me dirá:/ -Si tú eres una mujer. Y las mujeres/ no acometen hazañas heroicas". Y yo sentiré delante de sus ojos/ todo el triste rubor de mi sexo": un rubor que amargamente aparece acá y allá matizando su rebeldía contra el mundo (y los hombres: "Ah, que destruyan ellos, que levanten ellos ciudades/ Yo permanezco aquí, acodada a mí misma,/ mirando el mundo como quien mira un libro de cuentos" ["La vida"]- y conduciéndola a la contemplación, al análisis interior en el que tan brillantemente destaca a pesar de los versos de su "Rendición" en los que recurre a su juvenil imaginario modernista para referirse a su refugio en la contemplación y al papel femenino que en la sociedad de su tiempo le ha sido asignado: o que ella siente como habiéndole sido asignado por la sociedad . Con ellos termino:

              No me lamento. Es tarde./ Me resigno al fracaso y al tedio./ Me resigno a ser yo. A conocerme/ demasiado por dentro (...)/¡Sean otros felices y grandes!/ Yo seré esta cosa que soy: esta sombra vestida de negro/ A la orilla fragante del río/ peinaré mi melena de efebo/ con los dedos ociosos y pálidos/ que cortan las rosas/ y escriben los versos.


    página siguiente